Despertar

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Sus párpados pesaban, en su interior estaba llorando por despertar ya, pero su cuerpo no cedía, se sentía cansada, podía notar cada parte de sus articulaciones y lo doloroso que era moverlas aunque fuera un poco.

Los intestinos que fueron dañados ya estaban como nuevos pero el dolor persistía en sus entrañas, un mal sabor a bilis, sangre y amargura invadía su garganta y parte de su boca, sentía la lengua entumecida, reseca, no había saliva para humectar su boca y la sed abrumadora no tardó en hacerse presente, siendo lo que la terminaría despertando.

Recordaba que antes de perder la consciencia estaba en la sala del desayuno, recordaba rostros, voces, gritos...

Una punzada le llegó a la cabeza logrando que abriera los ojos de golpe y aferrara sus dos manos a los lados de la misma, un pitido agudo  atravesó sus oídos perforándolos sin piedad alguna.

-¡Tania!-

Ese grito no hizo más que aumentar su jaqueca, haciendo mil y un muecas continúo cubriéndose los oídos, el dolor y el ruido no cesaban, parecía como si quisieran que se arrancara la cabeza de un tirón.

-¡Tania!-

Tania estaba segura de que si no se callaban iba a arrancar cabezas, y no la suya precisamente.

-¡Tania!-

-¡Carajo! ¡Cállense que duele!-

Las dos personas la miraron entre confundidas y sorprendidas. Tania volvió a maldecir, quizá aquel pensamiento lo había dicho en voz alta, muy alta para su gusto, aunque no se arrepentía, ya que luego de gritarles ambas guardaron silencio y su dolor comenzó a menguar.

Cuando aquella jaqueca no fue más que un pequeño dolor lejano por fin bajó las manos y miró a R y Minerva, los ojos de ambas cambiaban de emociones cada tres segundos, como si tuvieran tanto por expresar y no supieran como o por donde hacerlo.

La mayor abrió la boca para hablar pero de sus palabras e interrumpieron por las de Tania, quien notaba que algo estaba mal allí, alguien que debería estar faltaba.

-¿Dahana?- Cuestionó.

-Salió un momento.- R no tardó en contestar, por experiencia personal sabía que si Tania cuestionaba algo era porque quería saberlo y más que nada, quería saberlo lo más rápido que fuera, así que si no le respondía no le dejaría hablar de nada más.

Tania asintió con lentitud y no hizo más preguntas, quería ir tras su compañera pero por el momento no lo haría, el dolor de su cabeza había vuelto de forma inmediata y le impediría moverse por un largo tiempo.

-¿Qué ha pasado?- Tania se dejó caer de vuelta a la cama, la sábana con la que estaba cubierta y las almohadas que estaban a su lado aún permanecían con el aroma a Dahana y eso le agradó, incluso llegó a tranquilizarla hasta cierto punto. -Digo, después de que yo...-

-Nada de lo que debas preocuparte.- R tomó asiento junto a la cabecera de la cama y se pasó las manos por el cabello, sus ojos demostraban lo cansada que estaba, además de que su uniforme ya no se notaba nada planchado como siempre solía portarlo. -El campo de seguridad no se ha podido desactivar, los técnicos y el resto del personal fueron asesinados por la misma droga que estuvo a punto de matarnos a nosotros, los grupos exteriores de armamento no han hecho nada por querer ingresar, quizá piensen que es normal que el campo sea colocado excluyéndolos, eso en el mejor de los casos, de lo contrario igual deben de estar muertos. La comunicación está bloqueada, el sistema fue hackeado, todos los líderes estamos bien pero aunque revisamos cada centímetro del lugar no hemos encontrado nada sospechoso, y para terminar los dones de la mayoría siguen sin volver, tal vez la droga fue más fuerte de lo que pensamos.-

ND Secretos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora