Te obligaré a amarme

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Estaba jodida.

No, jodida era quedarse corta, estaba jodidísima y lo que seguía.

Quería reír, de verdad que tenía ganas de hacerlo, después de tanto por fin hubo alguien que medio logró afectarla. Sangraba por más lugares de los que le gustaría admitir, sus intestinos a penas y hacían sus funciones, de hecho estaba segura de que alguno ya había parado, el sabor a hierro y té de manzanilla le llenaba la boca, pero todo esto no lograba quitarle lo gracioso, divertido, y casi cómico a la escena.

Ella atada de pies y manos por un cordón de seda azul a un cómodo sillón de forro rosa, que ahora se había vuelto carmesí. Az se había encargado personalmente de atarla allí y torturarla, como si el hecho de causarle dolor fuera lo mismo que regalarle flores en un día importante, aquel joven estaba enfermo, sobraba decirlo, en su mente retorcida solo había corrupción y cinismo, su forma de amar era grotesca y nada sana, a la chica le hizo gracia como intentaba enamorarla haciéndole cortes por todo el cuerpo con los mejores cuchillos y dagas.

Las hojas que usaba eran finas, delgadas y filosas, estaban hechas con plata o acero de la mejor calidad, los mangos eran tallados en diamantes, adornados con rubíes, esmeraldas, o alguna gema extraña que no le dio importancia en reconocer.

Para ese punto ya no sabía si se encontraban en la misma oficina a la cual la llevó luego de sacarla de la celda, tampoco era que le importara demasiado saber en que lugar la estaban torturando.

Odiaba el dolor, desde que lo experimentó por primeras vez cuando era pequeña supo que no le agradaba nada aquella sensación, sin embargo sus deseos casi nunca eran cumplidos y desde siempre los dolores de distintos tipos estuvieron presentes, acompañándola y convirtiéndola en lo que era, un monstruo en piel humana.

Y cuando lo único que tienes de consuelo es dolor comienzas a acostumbrarte, no a quererlo, pero sí a adaptarte a los augurios que trae consigo, por tal motivo ahora que le torturaban causando en su cuerpo oleadas de gran dolor también comenzaba a sentir placer.

Ese era otro punto por el cual todo le estaba pareciendo algo cómico.

Sin suprimir más su risa dejó que fluyera.

No fue un sonido agradable, tenía la garganta muy lastimada, tanto por dentro como por fuera, sus cuerdas bucales estaban rasgadas y por ende, el sonido que escapó de su boca fue más parecido a un chillido lastimero que a una risa divertida.

Az giró para verla en cuanto escuchó aquel ruido, él creyó que estaba agonizando pero al ver que en realidad estaba riendo sus ojos se abrieron incrédulos a lo que veían.

-Perdón, perdón...- Las palabras dichas por la joven salieron roncas e igual de lastimeras que su risa. -Pero todo esto me hizo algo de gracia.-

-¿A sí?- Az dejó de afilar las dos dagas que estaba sosteniendo y pasó a poner toda su atención a aquella señorita que parecía haberse vuelto loca, si es que no lo había estado desde antes. -¿Sería lady Suredal tan amable para decirme que le da risa?... Si es así, si le gusta y le dan ganas de reír quizá podamos repetirlo.-

-Me encantaría.- La chica meneó la cabeza perezosamente. -Sin embargo tengo una corazonada de que dejarás de prestarme atención cuando veas que soy en verdad, falta poco para que este juego termine por fin, quizá deberías de estar disfrutando, dentro de poco lo único que querrás es matarme.-

El príncipe pareció trastornarse por sus palabras así que lo meditó un momento antes de responder algo inseguro, como si por fin cayera en cuanta de que algo andaba mal.

Las trampas se ponen para que alguien caiga en ellas, a veces son fáciles de descubrir y por lo tanto, de evitar, pero hay ocasiones en las que estas son tan bien elaboradas que ni siquiera te das cuenta de que estas en una hasta que ya es muy tarde.

-Ya quiero matarte.- dijo en hombre en un susurro, como si temiera decir las palabras equivocadas. -Es una forma en la que podría tenerte sin que nadie más lo haga.-

-Mmnn.- Una vez más el tono de voz fue nada dulce y muy osco, la joven sabía que tardaría bastante tiempo en recuperar su voz normal, ah, si tan solo pudiera comer algo... 

En ese momento otra ola de dolor le recorrió el interior del cuerpo, incluso por un instante creyó que finalmente su corazón se detendría para no latir más, pero no fue así, se sintió tonta de dudar de su máquina bombeadora de sangre, al final de cuentas ya no latía por ella sino por su compañera, así que era de esperarse que no cediera tan fácil.

Quería hablar, necesitaba buscar una forma de distraerse para no perder el control, pero cuando abrió la boca lo único que salió de ella fue un gemido lastimero, después de notar que no saldría lo que ella quería se mordió los labios, la fuerza aplicada en esta acción fue tanta que terminó desgarrando la sensible piel rosada.

Más sangre brotó de su boca y cayó al suelo manchando aún más sus pantalones y zapatos.

Ahora tenía ganas de maldecir. Sabía que era poderosa, conocía su poder y sabía utilizarlo, pero si tan solo hubiera practicado más para alcanzar la perfección en todos...

Una cachetada se estrelló contra una de sus mejillas.

-¡Ríe!- Az volvió a golpearla, esta vez con mayor ferocidad mientras exigía algo que ya no ke sería brindado. -¡Vamos ríe! ¡Ríe!-

Cuando se detuvo por un momento la joven hizo una mueca de dolor y escupió saliva mezclada con sangre, aquella secuencia de cachetadas no dolía tantas como otras que había recibido pero igual eran humillantes.

Ya había pasado por mucho en menos de 24 horas, ya estaba llegando a su límite, ya estaba harta.

Podía aguantar humillaciones hasta cierto punto pero igual tenía ego y orgullo, dejarse dominar así de fácil estaba sobrepasándola, su humos se volvió aún más oscuro y cuando las pocas energías que estaba almacenando se extinguieron solo sintió una cosa... Alivio.

El perfecto disfraz que tanto se había empeñado en mantener se deshizo frente a los ojos del príncipe, quien pasó de mirarla con amor a mirarla con odio.

Su expresión la hizo sonreír de nuevo.

No eran muchos los cambios a su figura pero aún así hubo una gran diferencia entre la persona que era y la que había fingido ser.

Su altura aumentó algunos centímetros, el cabello marcado por un camino blanco pasó a ser oscuro por completo, su mentón dejó de ser un poco más relleno y volvió a ser afilado, el café de los ojos fue suplantado por un morado ardiente, incluso la ropa cambió.

El uniforme de líder de la UESI que había fingido portar volvió a mostrarse como en realidad era, un conjunto de prendas veraniegas y casuales, un short de mezclilla que dejaba expuestas sus piernas envueltas en vendas y cortes, nuevos y antiguos. Los zapatos de charol lustrado cambiaron a unas botas altas de suela firme, en sus manos llenas de sangre aparecieron vendas que más bien eran girones.

Az retrocedió varios pasos al reconocerla y luego volvió a golpearla cuando por fin pudo procesar el engaño al cual había sido sometido.

Si antes era la joven la indignada ahora los roles se invirtieron y el indignado pasó a ser él.

-Tú...- rugió furioso.

-Yo...- Tania bufó y ya sin ganas se desparramó en el sofá.

Los dos se miraron antes de que Az volviera a estallar.

-¡TANIA NEVOR!-

La sonrisa de Tania se ensanchó.

-Gata rompe hogares.- 

Luego los dos demostraron su odio mutuo.

ND Secretos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora