Hija del poder

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-Agua...- 

Esa voz dulce y apagada logró sacar a Minerva de su sueño, en silencio y a la velocidad de un rayo llegó hasta la cabeza de Dahana y la sostuvo con cuidado, ayudándola a incorporarse y beber del pequeño termo que había sacado de la bolsa de comida destinada originalmente a Tania.

-Bebe, espera, espera... Más despacio.- La albina intentaba mediar entre los labios ansioso de Dahana y la boquilla de la botella, no tuvo éxito, la garganta seca de ella rogaba a gritos humedecerse y aunque terminó ahogándose por fin pudo satisfacerse.

-Gracias.-

Dahana parpadeó con pesar antes de sonreír, una sonrisa que a penas y curvó sus labios. 

Minerva arrugó la nariz, luego dejó la cabeza de la joven descansar sobre su regazo a la par que buscaba algo de comida en su bolsa, era verdad que Tania iba a necesitar comida pero Dahana también, por ello no dudó en alzar un paquete de barritas de amaranto y comenzar a dárselo de poco en poco a Dahana.

Sus mordidas eran lentas y pequeñas, como si quisiera comer todo pero no tuviera la fuerza necesaria para hacerlo, incluso el estar consciente le estaba costando, sus párpados amenazaban con cerrarse cada segundo y los bostezos involuntarios que escapaban de sus labios entre bocado y bocado dejaban en claro que aún seguía cansada.

Al terminar de comer aquella barrita y otros alimentos que Minerva le entregó, Dahana volvió a pedir agua, cuando estuvo estable por fin pareció caer en cuenta de que algo andaba fuera de lugar.

-¿Dónde...?- Se cortó un momento para analizar su entorno, el metal las rodeaba y los engranes igual, algo en ese lugar le resultaba familiar pero no llegaba a ubicar que era exactamente. -¿Dónde estamos?-

-En un reloj, seguimos dentro de la base.- respondió Minerva casi de inmediato.

-¿Dormí mucho?- Dahana se sobó la cabeza en un intento de despejar los suaves dolores de su cien.

-Lo suficiente.- Minerva no apartaba la mirada de ella, como si estuviera esperando que volviera a cerrar los ojos en cualquier momento. -Tus heridas no eran tan graves, los balazos que recibiste los atendí a tiempo y por ahora solo procura no arruinar el vendaje, en general sigues bien, tu cuerpo parece recuperarse rápido luego de descansar y absorber energía de Tania.-

-Tania... ¿Ella..?-

Minerva la calló con brusquedad metiéndole una manzana a la boca para que tuviera algo mejor que hacer que preguntar sobre algo que no tenía respuesta, o al menos una certera.

-No sé que demonios está pasando, atacaron y te saqué, Tania ocupó tu lugar, supongo que debe de estar bien, compartimos energía vital y nuestro lazo sigue activo, sigue viva.-

Esas palabras aliviaron un poco a Dahana, sus hombros tensos se relajaron y cuando se sacó la manzana de la boca un suspiro salió para mezclarse con el aire en el exterior.

Pero ese alivio fue fugaz, tan rápido como llegó volvió a desaparecer.

-Minerva...-

-¿Mm?- La albina había vuelto a concentrarse en su pequeño botín de comida y no había notado el cambio repentino en la expresión de su compañera. -¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? ¿Te duele algo? No tengo medicinas pero puedo...-

-No es eso.- Dahana se hizo un ovillo mientras se abraza a si misma, temerosa a decir sus siguiente palabras. -Yo... Yo...-

-¿Es complicado?- Minerva volvió a prestarle atención.

Dahana respondió con un ligero y sutil asentimiento de cabeza, dando a entender que el tema del que quería hablar era delicado, y quizá algo complicado también.

ND Secretos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora