Lady Dahana

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-Hay algo que he querido hablar con usted desde hace un tiempo my lady.-

Az dejó de juguetear con el pequeño globo terráqueo que adornaba uno de los estantes de aquella oficina que no pertenecía a ninguna de las dos personas en su interior. 

Desde su posición  Dahana podía observar el perfil de aquel joven, un semblante fino y delicado, todo en aquel chico denotaba fragilidad, y hasta cierto punto paz.. Sin embargo la realidad era que en él, solo su capa superficial era así, su yo interno era tan corrupto y oscuro como la brea misma, y tan tóxico como la radiación.

Cuando dejó de prestar atención a la decoración del lugar y volvió a centrarse en la joven atada detrás de él, Dahana casi rogó que algo se quemara, solo para que aquel par de bellos ojos dejara de mirarla a ella, o más bien, a su cuerpo...

Había traumas que quería ocultar pero no podía hacerlo, cuando alguien la miraba de tal modo su mente traía de vuelta miles de fragmentos que se clavaban causando dolor. 

Era solo una mirada pero la joven sentía como unos dedos recorrían su carne, era solo una mirada pero el miedo llenó su ser, con tan solo un vistazo sintió flaquear sus defensas.

-Aunque ahora más que nada me llena de curiosidad el porqué no puedo afectarle con mi don.- Az dejó de observarla para pasar a mirar su mano, allí descansaba un colgante con forma de corazón. -Cupido... Se supone que puedo hacer que todas las personas me amen si así lo deseo y si sus corazones no están llenos por alguien más.-

Dahana tragó saliva y se obligó a mirarlo a los ojos una vez más.

No supo cuando comenzó, pero podía decir que al parecer el "amor" que creyó que Az tenía por ella no era tan simple, una obsesión, sin duda eso describiría mejor lo que esa persona sentía hacía ella.

-Ahora lo entiendo.- Az tronó los dedos. -Tú, amas a alguien más... ¿No es así? Mi don no te afecta porque ahí adentro ya no hay espacio para otro más mi querida Dahana.-

-¿Y apenas lo notas?- Dahana bufó. -Patético.-

-Lo soy, lo soy.- El joven se subió al escritorio y continuó jugando con las cosas a su alrededor. -Pero aunque haya tardado en darme cuenta creo que aún podemos solucionar esto, aún puedo hacer que me ames.-

-¡Jamás!- El grito fue más fuerte de lo que a Dahana le hubiera querido, no planeaba levantar la voz pero antes de que pidiera hacer nada sus labios ya se había separado y su voz había salido en un reproche alto. -¡Jamás me permitiré amarte!-

Az sonrió.

-Entonces no me queda más remedio que obligarte a  hacerlo.

ND Secretos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora