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C A R O L I N A

Mi cabeza reposaba en el regazo de Agustín, él se encontraba sentado con su espalda recargada en el tronco del árbol bajo el que estábamos. Mis manos jugaban con los anillos plateados de mis dedos, mientras que las de él jugaban con mi cabello.

Llevábamos un rato así, en silencio bastante cómodo. El parque donde nos reencontramos se había convertido en nuestro lugar especial.  Todos los días por la tarde nos veíamos aquí desde hace un par de semanas ya.

Mis ojos estaban fijos en el cielo azul sobre nosotros, en las nubes y en casa pequeño detalle que este conservaba. Él parecía estar haciendo lo mismo, pero conmigo.

Podía sentir su mirada penetrante sobre mí, sobre cada detalle de mi rostro, pero estaba lejos de incomodarme. Me sentía como un cuadro caro en algún museo importante, siendo admirado por un artista experto.

Fue ahí cuando una duda brotó en mi interior y no pude evitar exteriorisarla.

- Nunca me contaste realmente como fueron las cosas desde tu punto de vista - Mi voz sonó suave, casi en un aludido, pero logré que me escuchara. Sabía a lo que me refería.

- Es una larga historia, ¿Tienes tiempo? - Preguntó con una sonrisa de lado. Y solo asentí.

- Bien... aquí vamos - Me incorporé y me senté frente a el, para prestarle mi completa atención.

A G U S T I N

Todo inició en preescolar, aproximadamente hace unos catorce años. Desde el momento uno en que la vi, sentí en ella algo raro, algo que me llamó la atención, supuse que era porque era una niña muy linda, algo reservada, pero bastante interesante.

Fue entonces que mi madre se dio cuenta y comenzó a decir que haríamos una pareja increíble. Yo solo la oía, por Dios, solo era un niño ingenuo sin idea de lo que decía ella.

El tiempo fue pasando: pasamos a primaria. Para nuestra suerte, habíamos coincidido nuevamente en el mismo grupo. Gracias a ello pude conocerla un poco más.

Era una niña bastante reservada, tímida, pero bastante inteligente y responsable. Pero tenía su carácter, si te metías con ella o algo que le importaba, no dudaba en sacar las garras. Una prueba clara de ello era que, cuando algún niño se metía con ella no dudaba en darle su merecido, por esa razón, después de unos cuantos meses de haber entrado a la primaria, ningún chico (ni chica) se atrevía a meterme con ella. Además su madre trabajaba en esa escuela como maestra, claramente no necesitaba de su madre, sabía defenderse por si sola.

Pero había un solo chico que nunca le había buscado pelea, admito que por un tiempo intenté hacerlo, pero no me salió, esa niña tímida y terca comenzaba a intrigante cada vez más y lo que menos quería era que pensaba que me caía mal. Así que deje de intentarlo y simplemente fui sincero con mis actitudes hacia ella.

Nos comenzamos a caer bien, solíamos jugar entre todo el grupo los primeros años, me gustaba hablar con ella, pero no fue hasta tercer año que comencé a sentir que las cosas habían cambiado.

Descifrando miradas [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora