𝐄𝐍 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐎 | Midoriya Izuku, se calificaba como uno de los seres más desafortunados según los estándares de la sociedad.
Su familia no era demasiado grande ni de un estatus poderoso, siempre vino de un hogar pequeño, una madre soltera beta.
Nun...
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La última semana antes del celo de Izuku, ha sido una verdadera tortura.
Al estar en sus preliminares, el olor de Izuku se ha vuelto aún más dulce y adictivo con el pasar del tiempo.
Con sólo una calada podía caer mareado y excitado, era un ciclo repetitivo, un reloj despertador en su mente: "Follame, Follame, follame, follame".
Se habían descubierto a sí mismos lamiendo la glándula de Izuku cuando su intención inicial era dar un simple abrazo.
Justo ahora estaba empacando la ropa necesaria para pasar los días en la casa de Izuku con su manada.
Izuku había notificado a las autoridades que se ausentarian unos días por su celo.
Habían decidido pasarlo en la casa de Katsuki, y utilizarían el nido que había construido.
Ya que esa habitación ya era completamente suya. Habían varias camistas, zapatos, pijamas, libros y demás cosas en ese lugar, aparte de sus olores.
Terminó de empacar la ultima camiseta en su mochila. Su closet estaba casi vacío
Tomo las cuerdas de su mochila y se la colgó en un hombro, bajo las cortas escaleras y se detuvo en la sala de estar.
— ¡Mamá! Ya me voy— de la cocina salió una mujer rubia, con el pelo atado en una coleta y una delgada cola saliendo por detrás.
— Mi bebé, cuidate mucho, y cuida mucho a tu Omega, ¿sí? A ver cuando invitas a tu manadita a la casa— la mujer besó sus dos mejillas, dejando a propósito labial rojo pegado.
— ¿Y qué papá les apunte con su escopeta? No gracias— rió.
La mujer se le quedo viendo, vio como pequeñas gotas salían de sus ojos.
— Mamá ¿qué pasa?— llevo sus manos hacia las muñecas de su madre, que seguían sujetando sus mejillas.
— Nada solo— se llevó un dedo a la nariz, reprimiendo un sollozo— Pareciera que fue apenas ayer que diste tus primeros pasos, y ahora, irás a calmar el celo de tu Omega. Mashi, estoy tan orgullosa de ti.
— Mami— extendió sus brazos y su madre lo atrajo hacia ella. Algo que simpre supo Mashirao, era que el olor de su madre podia calmarlo en cualquier momento de crisis.
La mujer le dio un último beso en la frente y volvió a la cocina. El camino hasta la puerta principal y bajó las escaleras de metal.
Llegó hasta la puerta que daba a la oficina de su papá, cruzó la habitación hasta la otra puerta. Apoyo su oreja contra la madera.