2. Almuerzo

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Cuando se despertó esa aburrida mañana de sábado, no esperaba encontrarse con un par de mensajes de su grupo de amigos

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Cuando se despertó esa aburrida mañana de sábado, no esperaba encontrarse con un par de mensajes de su grupo de amigos. El chat "Personas cuestionables" parecía llevar toda la mañana en actividad. En medio de su sueño, desbloqueó su teléfono y leyó algunos mensajes, entre los que destacaban las palabras "sangre", "futbol" y "capitán", sin embargo, su cerebro no parecía dejarlo procesar muy bien lo que decía.

—Joven Jean —oyó que llamaban del otro lado de la puerta. Identificó la voz como la de su mayordomo, Marlon.

—¿Sí? —contestó levantándose de un salto y corriendo hacia el closet, de donde tomó un saco gris y unos pantalones del mismo color, además de sacar sus zapatos de vestir más bonitos. Su blanca camisa ya estaba perfectamente planchada en la puerta del closet.

—Su padre me mandó a despertarlo en caso de que siguiera dormido, pero veo que no es necesario —el menor hizo un ruido de entendimiento—. Me retiro entonces.

—Gracias, Marlon.

Ni siquiera necesito un mayordomo.

Tenía ese pensamiento como diez veces a la seaman. Él ya era básicamente autosuficiente y aunque su papá lo había contratado como una forma de compañía para el muchacho, no dejaba de verlo como un gasto de más para el hombre.

Después de cepillar sus dientes, bajó las escaleras, encontrándose automáticamente con su hermano mayor, que comía con parsimonia en la barra algo que parecía cereal, o sopa.

Aunque no vivian juntos, pasaba de vez en cuando que iba a visitarlos —que era cuando no había casi nadie en la casa—.

—Buenos días —lo saludó el castaño.

—Buenos días, Jules —saludó de regreso, buscando en la alacena un poco de pan francés para desayunar.

Mientras picaba la fruta y en general preparaba su desayuno, tenía un poco de charla irrelevante con su hermano, cuya vista no se levantaba del teléfono, pero que sí parecía estar prestando atención. Resulta que ese día su padre había elegido a Jean como su acompañante para su día en la constructora, dado que su secretaria estaba de vacaciones y necesitaba a alguien que lo apoyara en ese día atareado.

Ese día en específico, tenía una junta con algunos de sus socios, por lo que Corsair no esperaba más que estar sentado en una silla durante varias horas, y de vez en cuando haciendo recados que le daban las otras personas de la junta.

Su hermano se levantó en silencio y se retiró sin decir más palabra, dejándolo solo. Escuchó el suave ruido de la puerta principal cerrarse.

Gruñó aún más cuando vio que había dejado su plato  sin lavar.

Cuando terminó, ya lo esperaba un Lamborghini negro fuera de la casa. No alcanzaba a ver quién estaba dentro, pero suponía que era el chofer de su padre, imaginándoselo adentro con sus gafas negras y su rostro inmutable.

De amor, negocios y otros malesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora