18. Por su apellido

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Yian no parecía molesto, o esa impresión le dio cuando finalmente llegaron al lugar y estacionó su moto justo frente a una especie de cafetería de fachada rustica, ubicada en la parte baja de un edificio de tres pisos

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Yian no parecía molesto, o esa impresión le dio cuando finalmente llegaron al lugar y estacionó su moto justo frente a una especie de cafetería de fachada rustica, ubicada en la parte baja de un edificio de tres pisos. Era un establecimiento sencillo; de colores oscuras y un enorme vidrio que dividía y permitía ver el interior del lugar.

Jean no conocía en absoluto donde estaban, sobre todo porque estaban en Londres y el solo había visitado lo más popular de la ciudad, y nada más. Ni siquiera sabia como sus amigos lo conocían.

Ya había perdido de vista al auto de su amiga, siendo capaz de suponer que estaba estacionado en otro lugar, a juzgar por lo angosta y poco segura que se veía la calle. Solamente había motocicletas y bicicletas, y la tienda estaba únicamente rodeada por locales pequeños de cosas como tatuajes, ajuste de motos, bares y una que otra casa.

—¿Por qué estamos aquí? —se atrevió a preguntar, sonriendo con toda la tranquilidad que se permitía a sí mismo en ese momento.

—Pues, debes tener hambre —el chico se encogió de hombros, guardando su casco y extendiendo su mano hacia el rubio, el cual entregó el suyo después de pelear un poco con la cinta, ante la mirada de diversión de su amigo—. Después de esto vamos a ir a donde voy a tocar, que está muy cerca de aquí.

—¿Eh? ¿Cómo? ¿Ya vas a debutar en la banda? —alzó sus cejas, acercándose para sacudirlo de un lado a otro—. No sabía que era de Londres.

—Si, hoy mismo —obtuvo como respuesta, y hubo un silencio—. No está tan lejos, así que puedo ir y venir sin problemas. Por cierto, no creas que ya me olvidé de lo de Ryo, pero no sé cómo tomarme que lo ocultaste hasta el punto en que ya están en romance.

Yian tenía sus manos colocadas en sus caderas, mientras lo miraba con obvio reproche. No lo iba a negar, Jean creía que se veía gracioso.

—No estamos completamente en un romance; no es nada serio aún. La verdad, todo pasó muy rápido y pues, ya. No hay mucho que comentar, solo sé que ahora estoy metido en un puto problemita —rascó su nuca, pasando su vista por todo el lugar. Podía ver a dos personas caminando hacia ellos—. Me centré demasiado en mí mismo estos días, y lo siento por eso.

—No tienes que pedir perdón, para eso estamos, bro —el chino le dio un par de palmadas, con una sonrisa sincera—. Ahora tienes que encontrar la forma de decirle a esos dos de allá, si es que no lo has hecho y yo no soy el último en enterarse.

—Hay algo que tú tienes que decirme igual.

—Ah, ¿sí? —Yian parecía algo confundido.

—Sobre ti y Leo —alzó las cejas con picardía, sonriéndole y recibiendo un golpe instantáneo en el estómago—. ¿Qué pasa entre ustedes? ¿Así es como termina nuestro grupo de amigos?

—Eso es lo que temo. Sabes que yo nunca... me comprometo. Y tengo miedo de que...

No pudo decir nada más; sus amigos estaban lo suficientemente cerca como para oír lo que estaban hablando, de forma que no hicieron más que fingir que habían estado conversando de otra cosa, ante la mirada dubitativa de su mejor amiga. Kai había optado por un estilo más callejero ese día, con el corto cabello bien amarrado, una chaqueta de cuero sobre una camiseta blanca con estampado de Bon Jovi, un par de jeans negros y Dr. Martens.

De amor, negocios y otros malesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora