20. Cansado

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Un Rolls Royce se estacionó justo al frente de Ryo, que llevaba algunos minutos parado frente al enorme establecimiento, alto como una torre y cuya fachada era básicamente cristales azulados

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Un Rolls Royce se estacionó justo al frente de Ryo, que llevaba algunos minutos parado frente al enorme establecimiento, alto como una torre y cuya fachada era básicamente cristales azulados. Se sentía incomodo en su propio traje, pero tenía que acostumbrarse a usarlo. Su ultimo sueño pleno fue el de esa noche, más allá, desde lo de su madre, no había podido pegar el ojo, y trataba de disimularlo con algo de maquillaje bajo sus ojos. Pero estaba agotado, y le dolía el solo estar ahí parado.

Observo a una mujer de saco negro, camisa blanca y falda negra bajar del automóvil; llevaba puestos tacones de aguja y un par de gafas que de nuevo relucían su extremadamente fría mirada.

Se trataba de la matriarca de la familia Uchinaga, dado que su abuelo había muerto hacía ya muchos años; Chiyo, no muy alta pero tan intimidante como un leopardo en medio de matorrales que lo rebasaban en altura. Sus ojos eran igual de pequeños y afilados que los del mismo Ryo, dando la impresión de un constante juicio hacia tu persona.

—Mi nieto mayor —la mujer lo saludó con un corto abrazo, pasando una de sus venosas manos por su cabello. A pesar de ser un contacto muy ligero, le causó una incomodidad particular—. Que milagro verte.

Y ahí iba de nuevo.

—Abuela, bienvenida a Uchinaga International, es para mí un placer contar con tu presencia aquí —sonrió cordialmente—. Permite que te acompañen a la sala de juntas mientras espero a los demás, ¿sí?

—No tienes que preocuparte por eso, podré ser anciana pero todavía recuerdo el camino hacia allá —asintió repetidas veces la mujer—. El Alzheimer podrá ser fuerte, pero yo lo soy más, hijo.

Y la mujer se dio la vuelta, no sin antes aplastar sus mejillas de forma graciosa e incómoda. Solamente escuchó sus tacones alejarse antes de regresar la vista hacia el estacionamiento. Sentía el cabello incómodamente peinado hacia arriba con algo de gel, por orden de sus papás, y era muy raro tener la frente totalmente descubierta.

Un Alfa Romeo negro y blindado, seguido de un Bugatti gris, se hicieron presentes en el lugar algunos minutos después. Ryo frunció los labios hacia abajo de forma sutil, dejando su mirada centrarse únicamente en sus no muy usuales invitados.

Del primer coche, bajó una mujer bajita, de complexión delgada, y los mismos ojos que toda la familia portaba. Hana apenas y lo vio por más de dos segundos, acercándose con rapidez y envolviéndolo en un cariñoso abrazo. Detrás de ella, venían dos hombres en traje y lentes oscuros.

—¡Pequeño Ryo! —le dijo con una sonrisa de oreja a oreja—. Hace tanto tiempo que no te veía, realmente has crecido mucho. Mírate, todo un empresario.

—Tía, igual es un gusto verte —trató de sonreír—. Bienvenida a la empresa.

El Bugatti se detuvo frente a ellos, estacionándose y de él bajando un hombre alto, de traje y ojos oscuros, increíblemente parecido a las demás personas que habían llegado. Este se acercó y le dio otro abrazo, quizá menos cariñoso que el anterior. Su tío venia igualmente protegido por guardaespaldas.

De amor, negocios y otros malesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora