37. Los meses

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I wanna be your endgame (endgame)

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I wanna be your A-Team (A-Team)

I wanna be your endgame, endgame

Ni siquiera fue capaz de estacionar el coche, solamente lo acomodó cerca del estacionamiento y azotó la puerta con todas sus fuerzas

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Ni siquiera fue capaz de estacionar el coche, solamente lo acomodó cerca del estacionamiento y azotó la puerta con todas sus fuerzas. El cuerpo le vibraba, y sus manos, formadas en puños a su lado, no dejaban de temblar. Le castañetearon los dientes cuando abrió la puerta del garaje y finalmente ingresó al lugar.

Su tía Hana, su padre y su abuela ya estaban presentes en el lugar, todos con los ojos anteriormente puestos en Sumi, pero ahora en él. Ryo tenía los cabellos alborotados, el fleco torcido y tanto su vestimenta como sus manos se encontraban manchadas de la sangre del hombre. Llevaba puestos un par de pantalones caqui y una camiseta blanca con un pequeño estampado negro.

Su madre acababa de ingresar al lugar de igual manera, y se encontraba cerca de las escaleras. Detrás de su primogénito, llegaron el resto de sus hijas; Reo, sentado en el sillón, los miraba con los ojos bien abiertos y las manos manchadas de sandía.

—¿Qué está pasando? —preguntó el hombre, paseando su mirada de un lado a otro, por momentos en su esposa y de regreso a su hijo.

—Reo, ¿quieres ver caricaturas con tía Hana? —la mujer se acercó al niño, que asintió suavemente.

—Chi, pero con mi fruta —el menor asintió. Sus ojos brillaban bajo la tenue luz del techo, y Ryo casi se sintió tranquilo al verlo tan ajeno al caos. Hana lo cargó, llevándoselo a la sala de estar contigua mientras este sostenía el pequeño bowl.

—Ahora sí, ¿me pueden explicar? —habló Kuta, de forma severa.

—Déjame te hago un resumen, pa. Las niñas y yo nos dimos cuenta del comportamiento de mamá, y decidimos seguirla hasta...

—¿A qué te refieres con "seguirla"? ¿Cómo?

—En el BMW —Misumi respondió quedito, parecía algo tímida.

—¿Quién los llevó?

—Pues, Ryo.

—Ryo no sabe ni meter segunda velocidad, no entiendo —entrecerró los ojos. Para ser honesto, Ryo tampoco sabía.

—Papá, me regañas después —suplicó el menor—. Estuvimos ahí esperando, y la vimos reunirse con su amante.

Los presentes se quedaron todos en silencio, siendo únicamente la televisión del menor de la familia y su ruido ahogado el que salvaba la tensión.

—Bueno, eso ya lo sé desde hace un tiempo —se encogió de hombros Uchinaga. La noticia no le tomaba en absoluto por sorpresa, y las gemelas parecían impactadas de ser las únicas que no estaban enteradas—. Son cosas que llegan a pasar en los matrimonios.

De amor, negocios y otros malesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora