33. La distancia entre nosotros

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Su padre no lo cuestionó demasiado y se puso en contacto con su agente al instante, cosa que hizo recordar a Ryo por qué siempre había sido su preferido

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Su padre no lo cuestionó demasiado y se puso en contacto con su agente al instante, cosa que hizo recordar a Ryo por qué siempre había sido su preferido.

Regresó a su habitación en silencio, sintiendo sus ojos hinchados y el rostro ligeramente mojado aún, y fue recibido por las mismas personas que dejó con anterioridad. Entre otras ordenes que le dio su padre, como la de cuidar siempre a sus hermanas, le dijo que tenía que proponer al siguiente director ejecutivo para la organización.

La persona quien tenía en mente era solo una, no había otra persona que resonara tanto en su cabeza al oír el nombre de director ejecutivo como él.

—Necesito cortarme el cabello, vamos mañana —entró a su habitación, escaneando a los presentes. Roy y Minori se encontraban aplastados en el sillón, observando algo en el teléfono del mayor y soltando risitas, mientras que, a unos metros de distancia, Misumi y Allan enfrentaban al Bayern y al Borussia Dortmund en la pantalla. Todos los ojos estuvieron en él en cosa de segundos, y se sintió cohibido—. Ustedes dos —señaló a sus hermanas, pero especialmente a la menor—, fuera.

Las chicas obedecieron en cosa de segundos, saliendo del lugar entre groserías, a las que su hermano mayor hizo caso omiso.

Se acercó con calma al rubio, tomándolo del cuello de la camiseta y jalándolo hacia él.

—Hijo de puta, ¿te gusta mi hermana? —lo miró fijamente, buscando que le dijese la verdad.

—¿Qué? ¡No me gusta, lo juro! —Allan soltó algunas risitas. Ryo estaba aliviado de que el castaño no fuese un riesgo para su árbol genealógico—. Pero, estoy comenzando a sentir que quizá le gusto...

—Ah, ¿sí? —alzó una ceja, soltándolo y sentándose a su lado con derrota—. Pues tiene un gusto cuestionable. No te quiero cerca de ella, no quiero que le sigas la corriente, ¡tiene catorce! —lo señaló de forma acusatoria—. No quiero que la corrompas ni que le rompas el corazón.

—¡Hablas de mi como si yo fuese satán! —protestó—. Bueno, o sea, no soy tan terrible.

—Debatible —contestaron Ryo y Allan a la vez, volteándose a ver de manera automática.

—¿Tú también, Foster?

—¿Quieres que ahonde en el tema? —dijo el chico, con el asomo de una sonrisa en los labios. Compartieron miradas por unos segundos, y Roy tragó duro. Era más que obvio que las heridas ya estaban cerradas, pero no olvidadas.

—Me rindo, quizá si soy un poco bandido —aceptó, recostándose—. Además, sigo con Miranda.

—Eso sí que me sorprende.

—¡Y estoy siendo fiel, muy fiel! —exclamó, alzando sus brazos. Ryo se incorporó, agachándose y tomando una un paquete de Lay's de la bolsa de cartón—. Como sea, no vengo aquí a hablar de mí, a pesar de sus insistencias. Ryo, ¿Cómo estás?

De amor, negocios y otros malesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora