Final. De amor

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No pudo hacer mucho cuando se dio cuenta de lo que había pasado

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No pudo hacer mucho cuando se dio cuenta de lo que había pasado. Solo regresó a su casa, se acostó en su cama y dejó que las horas pasaran hasta quedarse dormido, ni siquiera probó bocado.

Un sentimiento extraño de emoción lo recorría de pies a cabeza cuando pensaba en que, probablemente, existía ahora la posibilidad de que él y Jean regresaran.

De cualquier manera, al día siguiente no tuvo tiempo de hacer otra cosa más que andar de un lado para otro. Su familia había organizado una fiesta en honor a su cumpleaños diecisiete, y él tenía que estar, aunque sea mínimamente pendiente de todo lo que pasaba, aunque era su abuela la que estaba más involucrada que otra cosa.

Según lo que le habían dicho, no habían invitado a demasiadas personas fuera de su círculo social. Eran sus amigos, su tía Hana, su tío, sus primos pequeños y su familia como tal, por lo que eran poco más de diez personas.

El sol había caído cuando lo obligaron a subir y bañarse, lo cual hizo obligado. Dejó que su cuerpo se relajase bajo el agua caliente de la ducha, y se demoró casi treinta minutos en escoger su ropa. Al final, se decantó por una camisa roja y unos pantalones negros.

Peinó con cuidado su cabello hacia los lados y se colocó todos sus aretes, uno por uno. Finalmente, se colocó un par de zapatos negros, y algo de su colonia típica.

Se quedó otros quince minutos dando vueltas en su habitación, como queriendo extender lo más posible el tiempo en el que tendría que portarse como un ser humano social. Pero, al final, tuvo que bajar.

Sus familiares le silbaron al verlo caminar hacia la barra, donde muchos ya se encontraban. Hana lo abrazó y extendió hacia él una pequeña caja; su abuela igualmente lo estrechó una vez más y dejó un suave beso en su sien. Sus hermanas lo abrazaron y le dijeron lo mucho que lo querían, cosa que solo causó que el rostro de Uchinaga se pintase de un rojo parecido al de su camisa.

—Me encantó la decoración —comentó el chico, alzando ligeramente el rostro para ver una enorme lona con las palabras "It is your birthday". Era lindo que recordaran sus gustos.

La sala estaba repleta de globos blancos y negros, serpentinas y habían acomodado una cortina dorada detrás de la barra, con el dicho cartel arriba. Además, habían colocado cortinas de luces que provocaban un ambiente más acogedor.

—Hijo, ven acá —su padre lo llamó, y Ryo se inclinó para abrazarlo, recibiendo la caja forrada en papel brillante que le ofrecía el hombre—. Te amo, gracias por nacer.

—También te amo, gracias por seguir aquí.

Sus hermanas probablemente habían comprado demasiados postres, pues parecía que se trataba de un evento para treinta personas, pero no le molestaban las pilas de cupcakes y el tiramisú. Una chef y su ayudante preparaban sushi, arroz y yakisoba con una rapidez y agilidad impresionante. Ryo pudo jurar que se quedó tildado por un par de segundos antes de que sonara el timbre.

De amor, negocios y otros malesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora