14. Die for you

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El camino fue más ameno de lo que le hubiera gustado; tomó un bus más, que lo dejó cerca de la zona, y caminó un poco

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El camino fue más ameno de lo que le hubiera gustado; tomó un bus más, que lo dejó cerca de la zona, y caminó un poco. Comenzaba a hacerse tarde en la ciudad y el cielo se teñía de colores cálidos y suaves, que contrastaban con el oscuro color de los edificios.

El vecindario en el que Corsair vivía lo recibió en cuanto dio la vuelta, con sus usuales mansiones, que resultaban imponentes para cualquiera, pero a las que Ryo ya estaba acostumbrado en demasía. La seguridad de la entrada lo detuvo, pero aparentemente, y una vez dio su identificación, estaba avisado que iba a entrar.

Bufó. Corsair ya había dado por sentado que iba a ir, cosa que lo molestaba, y no sabía a la perfección la razón. Cada paso que daba se arrepentía y volvía a arrepentirse.

Incluso cuando ya se encontraba en el porche de la casa, a punto de tocar el timbre, se arrepentía. No había tanta seguridad, o quizá era porque no era de noche aún.

La puerta se abrió, dejando ver a cierto rubio alto, que vestía con pants negros, sandalias y una sudadera gris enorme. Su cabello estaba ligeramente desordenado, notándose más largo de lo usual.

Abrió los ojos, quedándose completamente anonadado.

Jean estaba repleto de color morado en su rostro, lleno de vendajes de aquí para allá, y uno de sus ojos se había vuelto ya más pequeño que el otro. El chico pareció percatarse de su reacción, aclarándose la garganta con un ruidito incomodo.

Despegó sus ojos del rostro del contrario y los dirigió a una escultura blanca, al fondo de la entrada, aunque fue más difícil de lo que pensaría.

—Pasa —el chico le indicó—. ¿Quieres subir a mi habitación?

No dijo nada, solamente siguió al más alto a unas escaleras, las cuales saludaban a un pasillo largo y lleno de puertas, con una especie de segunda sala en el final. Una de estas fue elegida por el chico, por lo que no le quedó de otra que entrar detrás de él.

La habitación de Corsair no estaba tan sucia como pensaba que iba a estar, con algo de ropa tirada de lado a lado, sobre el edredón oscuro. Había luces led en todo el lugar, que se encontraban de un verde en ese momento. Tenía un escritorio, en el cual reposaba una computadora con luces multicolor, y una silla bastante gamer. Igualmente, había un mini refrigerador y algunos sillones, en los que el chico le indicó que se sentara. Detrás de él, escuchó un suave click, que lo hizo alzar la ceja.

—¿Quieres algo de tomar? Tengo de todo: cerveza, Arizona, Coca, Red Bull, Monster —el chico le indico que se sentase, haciéndolo igualmente y abriendo el refrigerador, del cual sacó una lata de Coca.

—Dame una cerveza —realmente necesitaba algo para relajarse, por lo que la consideraba su opción más viable. Se acomodó en un sillón tipo puff, lo suficientemente retirado del rubio, subiendo su tobillo a su rodilla y recostándose—. La que sea está bien.

De amor, negocios y otros malesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora