『4: Fascinación Sangrienta』

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"Me convertí en la chica con dos nombres: uno para estar en la mesa y otro para estar en la cama"

"Me convertí en la chica con dos nombres: uno para estar en la mesa y otro para estar en la cama"

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Hace 5 años.

Una niña de cabellos color chocolate se encontraba gateando por los rincones de su habitación. Su tierno rostro reflejaba tristeza, sus pequeños labios rosas formaban un  puchero y los ojos le brillaban por las lágrimas.

–Poly Poly Poly– repetía buscando a su mascota.

Al ver que no estaba debajo de su cama, ni en la alfombra o en el baño, salió. Su madre normalmente no dejaba que vagara por "El Castillo" —como había bautizado el lugar donde su madre trabajabapero ahora solo quería recuperar a su amiga.

–Poly ¿Dónde estás?

Sus bailarinas blancas se movían lentamente por el piso de madera. Al mismo tiempo, su vestido amarillo se ondeaba, haciéndola sentir como una princesa. 

Bajó los escalones con cuidado. Al llegar a la planta baja sonrió con orgullo y continuó con su búsqueda. De repente, oyó gritos provenientes de los camerinos. Curiosa corrió hacia el lugar.

–¡Que horrible! ¡Atrápala! ¡Atrápala!

Abriendo la puerta con sus bracitos presenció el momento exacto en que un zapato de plataforma aplastó a su araña. 

En estado de shock, la pequeña Zafiro se paralizó en el lugar. Las lágrimas mojaban su rostro pero no emitió sonido alguno.

–Cariño ¿Qué pasó?

La estática quinceañera vuelve a la realidad. Zafiro soltó el cuchillo en sus manos y  susurró: –Lo siento...

Preocupada Victoria revisó el pulso del joven inconsciente. Respiraba.

 –No está muerto mamá– dice con obviedad la chica –Se desmayó al ver la sangre en su cara.

Su compañero de clase le recordaba a la araña de su infancia: igual de indefenso e irrelevante para las personas alrededor. Para ella era entretenido.

Zafiro había invitado a su casa a un compañero para estudiar. De hecho lo hizo porque él era el único amable con ella en la escuela.

–¡No puedes golpear a la gente cada vez que te ofendan!– regaña Steven.

–No me ofendió.

–¿Entonces por qué lo hiciste?– Su madre enarca una ceja y cruza los brazos, como siempre hace antes de darle un sermón.

–Él quería practicar algo de defensa personal, se resbaló y cayó. 

Encogiendo los hombros Zafiro apartó los ojos de Sebastián, su compañero, dirigiéndolos a los de Victoria. 

Capricho (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora