『7: Habitación Dorada』

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"El sexo es parte de la naturaleza, y yo me llevo de maravilla con la naturaleza"

-Marylin Monroe.

-Marylin Monroe

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Evolet

Si hay algo que no me gusta hacer antes de atender a un cliente es sonreír. Siento que aún no he conocido a alguien que merezca tener mi cuerpo y mi simpatía en la misma noche.

Sin embargo, mamá siempre nos ha dicho que una buena sonrisa puede conquistar aún más que un prominente escote; Pero en los pocos años que llevo trabajando aquí me he dado cuenta que en su mayoría los hombres que visitan Pink Paradise lo menos que hacen es mirarnos el rostro.

Mientras tengo ese pensamiento, modulo una media sonrisa, abro la puerta de la habitación e ingreso a "La habitación Dorada".

Esta habitación se diferencia con las demás por el único hecho de contar con jacuzzi y armario con artefactos para amantes del BDSM.
Solo Sabrine y yo traemos clientes aquí, porque somos las únicas que disfrutamos del sexo no ortodoxo. Las demás muchachas se conforman con lo clásico. 

El tal Dupont me sigue de cerca.
Luego de cambiarme fui a buscarlo para traerlo hasta aquí.

Su contextura física lo hace ver como alguien que impone respeto, sin embargo sus ojos claros no transmiten terror.
Cierra la puerta detrás de sí, al mismo tiempo dirige su cigarrillo sin encender a la boca.

–Gracias por el espectáculo de allí.

Escucho que dice con un notable acento francés.

–Gracias por el cheque– respondo de vuelta deshaciéndome de los zapatos. Yendo al punto continúo diciendo: –¿Y bien? ¿Qué tipo de fantasías quieres cumplir?

Relamiendo sus labios se toma el tiempo para responder.
Casi puedo asegurar que intenta ponerme nerviosa, sin embargo el ambiente tiene algo de excitante.

–Primero quiero descubrir lo que puedes hacer. Luego te ordeno lo que en verdad quiero– se retira el saco.

–Entiendo.

Lo imito y también comienzo a desvestirme, comenzando por la larga falda abierta que utilicé para bailar.

Hago el amague de agacharme para comenzar con una mamada. Siempre es una buena manera de romper el hielo, pero el extraño francés me levanta por el brazo.

–¿No me besarás primero?– sin dejarme responder, me empuja hacia él envolviendo con sus enormes brazos mi cintura. Pega nuestros labios con desespero.

Su beso es feroz, casi puedo afirmar que me quitó el aliento la manera en la que su lengua se encontraba con la mía. Gemí en su boca cuando sus manos acariciaron la curva de mi trasero.

Capricho (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora