LA AMENAZA DE LA SIRVIENTA.

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LAS CARTAS DE
EL CLUB 69 DE ARIES.

Los caminos de México de norte a sur y la sirvienta.

CAPÍTULO 12 extra.

La mujer usaba lentes obscuros, tenía puesto un pantalón de mezclilla de color negro, una blusa blanca que enseñaba parte de sus grandes atributos, tenía puesta una chamarra de mezclilla de color negra, usaba tenis negros, era la exacta descripción que le dio el manager Javier de la joven.
Quien caminaba aprisa hacia ellos. Ana cleta, mientras cantaba le miró la expresión molesta de la chica, enseguida volteó su cara viendo la cara preocupada de Luis, ignorando
ella, que la pelirroja era una asesina y una ladrona, volteó a ver a dónde él miraba, no le quitaba la vista ni un momento a la pelirroja.
Quien continuaba caminando a pasos apurados acercándose más y más al tractocamión. Ana cleta le preguntó: — ¿Es ella? —
—Si es ella… Alicia Rosas Rico. —
Ana cleta al escuchar los apellidos, se rio preguntándole:
—Ja jajá ¿Deberás rosa rico? Ja jajá pues se ve que está bien buena la cabrona. —
La chica se detuvo junto a la puerta del copilotó, con su mano derecha abrió la puerta, enseguida alzaba su cara mirando a la morena sentada, vio su cara, sus grandes senos Pque amenazaban salirse de la blusita negra, sus dos piernotas, sus deliciosos muslos morenos, desde esa altura no le cubría la minifalda.
Así que le vio esos vellitos negros que le adornaban su panochita.
Enseguida, Alicia se subió al estribo del tractocamión, mirando fijamente con sus lentes obscuros la cara de Luis, quien con sus lentes obscuros no le ocultaban la preocupación.
Ella muy seria le preguntó:
— ¿Te diviertes Luis? —
Enseguida, Alicia muy seria con su mano izquierda empujo suavemente a Ana cleta, diciéndole:
—Vamos hazte un poco, recórrete del asiento mujer. —
Ana cleta miró a la pelirroja, quien lucía un tanto machorra, enseguida, le obedeció recorriéndose del asiento, quedando ella sentada con una sola nalga, sentándose, enseguida Alicia en el lugar del copilotó, con su mano derecha cerró la puerta de su lado, esperando una respuesta de él, mirando fijamente a Luis, quien con muchos nervios le contestó:
—No… no… no me divierto, mira escúchame… escúchame Alicia, dejé la carga en la empresa O. E. C. (Oficina, Escuela, Casa) no se…
yo no sé adónde te fuiste, cuando salí del lugar, tú ya no estabas adentro del tráiler, después, en la noche me quede en un hotel a la salida del pueblo, ahí te espere en Querétaro y tú nunca llegaste…
Ya en la mañana me fui a Toluca, y en la bodega en donde descargué me dijeron que me buscabas, que hablaste por teléfono, preguntando por mí, ahora aquí cuando llegué aquí, me dijeron que me esperabas, que estuviste unos veinte minutos
en la empresa y que después, te fuiste del lugar, descargué mi tráiler y le dije a Javier…
El manager, que si regresabas a la bodega que te diera una dirección, estaré unas horas en la casa de Ana, le dije que ahí de seguro me encontrarías, estaría mi tractocamión estacionado afuera, lo reconocerías y…
mira no me estoy escondiendo de ti Alicia. —
Ella muy seria lo escuchaba, hasta que le expresó:
—Apaga tu radio, quítate tus lentes y dime Luis. ¿Qué te dijo Graciela Montoya? —
Él la miraba enojada, así que enseguida, obedeciendo estiró su mano derecha que le temblaba apagando el radio callando la canción, enseguida, se quitó los lentes obscuros, mirando que ahora, Alicia tenía su mano derecha adentro de
la chamarra de mezclilla negra, imaginándose Luis, que quizá fuera una pistola, y no lo dudaba.
Aquí estamos hablando de más de un millón de pesos, de seis millones de dólares, de unas joyas, de muchas monedas viejas de plata y quizá de oro, entre otras cosas que contenían las tres maletas negras.
Ahora Luis le contestó:
—Dime Alicia. ¿Qué querías que me dijera Graciela? Esa tarde cuando recibió mi carga me mando con su manager…
¿Cómo se llama?... ¿Cómo se llama? Irma… Irma, la señora Graciela, me mando a la zona de descarga con Irma, y cuando dejé la caja, de una vez me dio el viaje, para el estado de
Toluca, me dijo que le urgía, y yo pues me lo lleve a dejar, porque para mí es dinero... es trabajo. —
— ¿Por qué tan nervioso? ¿No te da gusto ver me? —
Alicia veía los ojos cafés claros de Luis, quien la miraba casi sin parpadear, mientras a mil por hora buscaba respuestas en su cabeza.
Ana cleta tranquila, volteaba su cara de un lado para el otro, escuchando las preguntas y las respuestas, se le quedo mirando a la pelirroja, con su inocencia le preguntó:
— ¿Eres su novia? —
Alicia enseguida, miró fijamente a la morena a través de sus lentes obscuros, muy seria le contestó:
—No… y tú… ¿Eres su novia? —
—No, se detuvo por mi casa preguntándome en dónde quedaba la empresa de cartón y cajas S.A de C.V. así que lo traje, para mostrarle en donde era el lugar… —
Alicia escuchó la explicación de la chica, que estaba muy repegada a ella por estar en el mismo asiento.
Alicia ladeó un poco su cabeza a la derecha, buscando la cara de Luis,
mirándolo a los ojos seria le preguntó:
—Dime Luis. ¿Qué hablaron? ¿Qué te dijo Graciela Montoya Dos amantes del Madero? —
Al escuchar estos apellidos, Ana cleta soltó la carcajada diciendo:
—Ja jajá ¡No mames! ¿Cómo dijiste? Monto ya dos amantes del madero… ja jajá ha de ser bien cogelona la
cabrona ja jajá. —
Al escuchar estas risas Luis le gritó:
— ¡Cállate Ana! ¡Cállate! ¡No te burles! —
— ¿Qué? Suena muy gracioso. ¿Es una broma? Y tú te reíste porque soy Ana cleta y mi primo Melquíades, ja jajá
que mamada…
montó dos amantes del madero. —
Alicia miraba reír a la chica de tal manera que le sacó una sonrisa a ella, mientras veía mucha tensión en la cara de Luis, ahora le preguntó:
— ¿Dónde están mis tres maletas
cabrón? —
Él, miraba a Alicia otra vez muy seria, sí, ahora estaba Luis muy seguro que en las maletas contenían el botín de lo robado, y ella era la perfecta asesina, no viajaría la mujer tantos kilómetros en la carretera, y usaría tantas horas de su tiempo buscándolo, solo por su ropa o cosas personales, en ese
momento, sabía Luis que sus minutos estaban contados.
Así que no le diría nada, de lo que Graciela le dijo, mucho menos que ya la buscaba la policía, para apresarla por sospechosa del robo, además, que en cuanto la encontrará se lo
informaría, a la señora Graciela Montoya para saber en dónde estaba ella.
Después del silencio, solo le contestó: —Están tus tres maletas en el camarote, en donde tú las dejaste, no las eh movido para nada, vamos asómate ahí están, chécalas. —
— ¿Las abriste? —
—No… no se te vaya a perder alguna prenda o algo, y después me culpes, pienso que, si son tus cosas personales, no tengo porque meterle la mano a tus maletas. —
Le contestó haciéndose el inocente, mientras Ana cleta, ignorando todo este asunto, con una sonrisa miraba el cabello corto pelirrojo de Alicia y parte de su mejilla, entonces, le
preguntó:
— ¿Las tres maletas negras son tuyas? —
Al escuchar esta pregunta, Alicia giró rápido su cara para mirar a Ana cleta, pensando en la situación por unos segundos, entonces, le contestó:
—Sí, son mías las maletas, y creo
que ustedes dos estuvieron
entretenidos allá atrás. ¿Verdad?
Si no. ¿Cómo sabes que hay tres maletas negras atrás? Dicen que apenas se conocieron, que solo pidió unas direcciones para llegar a la empresa, y…
¿Ya te la tiraste? Eres un hijo de tu puta madre cabrón. ¿Te la cogiste verdad cabrón? ¿Ya le jodiste la panocha? —
Luis callado escuchaba el reclamo de su amiga. Al escuchar la protesta Ana cleta, bajó su sonrisa tratando de entender la situación, ahora preguntándole:
—Si no eres su novia. ¿Eres su esposa? —
—Ana. ¡Cállate! ¡No preguntes pendejadas! —
—No… no soy ni su novia, ni su esposa, solo lo conozco… solo lo conozco, viaje una vez con él… —
—Pues entonces, que te valga madre si estuvimos allá atrás cogiendo, son muy mis nalgas, y yo se las doy a quien quiero y donde quiero. ¿Está claro? —
Contestó Ana cleta, mirándola seria con vista retadora.
— ¡Ana! ¡Cállate por favor! —
Gritó Luis preocupado. Al ver como Ana cleta se le estaba poniendo al brinco. Alicia continuaba con su cara seria, enseguida escuchó a Luis decir:
—Alicia escúchame, tus tres maletas están atrás, están bien cerradas, no las eh abierto para nada, créeme están cerradas… —
Ana cleta molesta interrumpió diciéndole:
—Si no eres nada de él. ¡Agarra tus putas maletas y lárgate a chingar a tu
puta madre! —
Al escuchar la mentada de madre, Alicia sonrió mirando directo a la cara a la chica, enseguida, del bolsillo de la chamarra, sacó su mano derecha, enseñándoles una pistola tipo
revólver, calibre treinta y ocho, enseguida se la colocaba en el estómago de Ana cleta, diciéndole:
— ¡La que se va a ir a chingar a su puta madre eres tú, pendeja! ¿Me escuchaste hija de puta? Te haré u pinche hoyo en la panza culera, pinche vieja ponte al pedo. —
Luis al mirar el arma, abrió los ojos enormes, estaba ya cangándose de miedo, estiró su mano derecha con sus dedos entre abiertos, diciéndole:
—Tranquila Alicia, tranquila no le dispares, dime. ¿A dónde te llevo? ¿A dónde quieres que te lleve? Ahí están tus tres maletas, haré todo lo que quieras.
Pero, no la mates por favor, apenas la conocí hace unas horas, de verdad ella me trajo al almacén…
la acabo de conocer… mira sin querer, nos cogimos allá atrás, porque hubo buena química… —
Ana cleta miró la pistola, sintiendo mariposas cuando la punta del revólver le tocó su estómago, quedándose muy quieta y callada. Alicia miró seria a Luis, después miró a Ana cleta, diciéndole:
—Vuélveme a mandar a chingar a mi madre, y jaló del puto gatillo…
vamos dímelo pendeja de mierda, miéntame la madre pinche morenita. —
—Ya por favor Alicia, dime. ¿A dónde te llevo? Dime…
¿A dónde quieres que te lleve? Tranquila por favor. —
—No me lleves a ningún pinche lado, y antes de matarlos, dime Luis, dime. ¿Qué te dijo Graciela? —
Después de preguntarle otra vez, para presionarlo más con su dedo pulgar jaló el martillo del revólver, escuchándose martillar el arma ¡Trak! Esperando la respuesta de él, pero
el trailero pensaba en no decirle
nada, tenía la oportunidad de que ella le creyera, que no sabía nada del dinero robado de las dos casas, y por esa inocencia tal vez no los matara,
Así que aferrándose a sus palabras solo le contestó:
—Me dijo la señora Graciela, que estaba muy ocupada, y enseguida me mando con su manager Irma, para descargar mi tráiler, dime.
¿Qué quieres escuchar? ¿Qué quieres saber? ¿Qué quieres que te diga? Yo ni siquiera conocía a esa señora… Graciela Montoya dos Amantes Del Madero…
Te juro que me reí también, cuando escuche sus apellidos, ella tampoco me conocía, es la primera vez que le llevo una carga, dime Alicia.
¿Qué querías que me dijera? Pásate, vamos pásate al camarote, y ve que ahí están tus tres maletas, están como las dejaste…
te lo juro ni siquiera las he movido
del lugar. —
Alicia se quedó pensativa, había visto que la chica no tenía su tanguita puesta, así que decidió divertirse un poco con ella y bajar su tensión.
Muy despacio, le retiró el arma del
estómago, y enseguida se la fue metiendo debajo de la minifalda negra.
La colocó entre las piernas tocándole su bizcochito con la fría punta del revólver, viendo como Ana cleta muy espantada, levantaba las manos quedándose más quieta casi estaba sin respirar.
Ahora Alicia volteó su cara, dibujando una sonrisa burlona le preguntó:
— ¿Quieres quitarme el arma Luis? ¿Quieres intentarlo? ¿No? Entonces, pon las manos en el puto volante,
y por nada del pinche mundo las quites de este.
¿Me escuchaste pendejo? —
Alicia volteó su cara, ahora miró fijamente a Ana cleta, diciéndole:
—Y si tú quieres que dispare el arma, mándame otra vez a chingar a mi madre, pinche putita barata, vamos
dímelo… ¡Dímelo! Que me está temblando el dedo. —
Ana cleta bajó la mirada, viendo la mano de la chica con el arma debajo de su minifalda negra, sintiendo como se movía en su bizcochito, girándola de izquierda a la derecha.
Luis observaba a Alicia, enseguida, obedeciéndole colocó ambas manos en el volante sin perderla de vista, mirando como Alicia acercaba sus labios a la boca de Ana cleta.
Dándole un beso en los labios, moviéndole muy despacio el revólver en el bizcochito, escuchando ahora la respiración agitada de la chica.
Quien sentía que en cualquier momento le dispararía el arma, después de besarla por unos segundos, separó sus labios de los de Ana cleta, sonriendo le expresó:
—Me gustas mucho pinche morena, y sería una lástima matarte, pero el pedo es que… soy yo o son ustedes, créeme que no tengo opción, ahora sin que te muevas dime. ¿Cómo
me dijiste que era tu nombre putita? —
Ella mirándola con mucho miedo, sintiendo le punta del revólver tocar su clítoris, sintiendo el frio del arma en sus muslos, con trabajos abrió la boca contestándole:
—Ana… cleta. —
Al escuchar el nombre Alicia sonrió moviendo el cañón del arma de izquierda a derecha, frotándole despacio la punta en el bizcochito, con una sonrisa le comentó:
—Ana cleta… mmm lo dejamos en putita, suena más bonito, que tu pinche nombre. ¿Te parece putita? —
Ella sentía como continuaba la punta del arma moverse en su bizcochito, solo asintió con la cabeza, que estaba de acuerdo en que así la llamara. Alicia sonriendo le ordenó:
—Así que, ahora mi preciosa putita pásate con mucho cuidado al camarote y yo estaré detrás de ti, si me haces una pendejada, de inmediato te vas al otro mundo, mínimo con esta arma te meteré tres balas en tu cuerpecito, y así tú conocerás al llamado MUNDO KAWA, y por lo puta que eres.
Me imagino que no llagarás al paraíso, si no directo al inframundo que hay en este, los Demonios Larcines no se molestarán en perseguirte en el purgatorio, pinche alma pecadora de mierda. —
Al decir estas palabras sonrió Alicia, giraba su cara mirando al trailero directo a su cara, ahora diciéndole:
—Tú Luis te esperas sin quitar tus manos del puto volante o esta pin-
che putita pagará por tu error.
¿Me entiendes? Hagamos una
posibilidad de salir todos bien de esta mamada, porque si me pongo nerviosa, tú también descubrirás si es verdad que existe el MUNDO KAWA. —
Luis con miedo solo asintió con la cabeza, después le contestó:
—No me moveré Alicia, haré todo lo que me pidas, pero no le hagas daño, a ella apenas la conozco te juro
que solo me trajo a enseñarme el lugar, créeme, la chica nada tiene que ver en todo esto… —
—Ahorra tu saliva trailerito de mierda, ya me lo dijiste, ahora piensa y dime. ¿Cómo salimos de esta? —
—No lo sé, está en tus manos Alicia. Tú dime. ¿Cómo salimos de esta situación? —
La sirvienta miraba al trailero, después puso su vista en Ana cleta expresando:
—Tú pinche putita, muévete tus pin-
ches nalgas muy despacio, vamos muévete putita, que me está temblando el dedo y te meteré un supositorio por el pinche culo, para que mueras de pinche dolor. —
Diciéndole esto, le sacó el arma de la minifalda negra, girándose, enseguida, Ana cleta con las manos movió las cortinas negras, dando unos pasos, entrando al camarote.
Alicia caminó detrás de ella encañonándola con el revólver, mirando que Luis no quitara las manos del volante, entrando las
dos mujeres juntas al camarote.
Mirando Alicia, que en una esquina estaban apiladas una sobre otra sus tres maletas negras, mostrando la
pelirroja una sonrisa al encontrarlas, ahora de su chamarra de su bolsa izquierda sacó unas esposas, poniéndole el revólver en el cuello a Ana cleta, acercó sus labios al oído de la joven, enseguida en tono bajito le ordenó:
—Pon tus manos en tu espalda putita, si intentas una mamada te mato. —
Ana cleta obediente bajó sus manos, sintiendo como se las esposaba en su espalda, Alicia agarrándola desde su espalda, le metió la mano izquierda debajo de la blusita negra,
tocándole su estómago, subiendo despacio su mano agarrándole los grandes senos, tocándole su pezón, besándola en el cuello diciéndole:
—Me gustas mucho putita, estas
preciosa pinche morena. Te juro que desearía mamarte el bizcochito princesa azteca. —
Ahora la sirvienta bajó su mano izquierda sacándola de la blusa, enseguida le levantó la minifalda negra, agarrándole de lleno todo su bizcochito, sintiendo los vellitos negros que lo adornaban, una de las cortinas se quedó atorada.
Alicia volteaba a ver a Luis para asegurarse que no se moviera, él
estaba quieto con las dos manos en el volante.
Alicia con toda calma le beso la mejilla de la joven, diciéndole:
—Siéntate en esa esquina putita, y no grites, no hables, pórtate bien pendeja, y no te pasará nada, te lo prometo. ¿Me entiendes putita? O ¿Quieres unos pinches chingadazos? —
Ana cleta asintió con su cabeza, recibiendo un beso en sus labios, enseguida la joven se sentó en la esquina, quedándose muy quieta y callada, mirando a Alicia muy tranquila darse la vuelta, pasó por las cortinas negras, volviéndose a
sentar en el asiento del copilotó, el tractocamión era alto, pero para que la gente que pasara en la calle no viera nada.
Alicia colocó su revólver en sus piernas, apuntándole a Luis.
Quien en silencio la observaba esperando que le dijera algo.
Alicia con su mano izquierda con sus dedos sostuvo el martillo del revólver regresándolo con mucho cuidado, aún
le apuntaba a Luis, ahora ella rompió el silencio diciéndole:
—Tienes buenos gustos Luis, esta putita está bien sabrosa, claro que ya te la cogiste, eso no lo dudo pinche ojete. —
Luis la miraba buscando palabras para no hacerla enojar, o no decir que sabía lo que contenían las maletas, le preguntó:
— ¿A dónde te llevo Alicia? ¿Tienes un carro? —
— ¿Ya te la cogiste? ¿Lo hiciste entre mis maletas? ¿Verdad? —
Luis no respondió la pregunta, solo la miraba a la cara,ella de nuevo le preguntó:
— ¿Ya te la cogiste? —
—Un caballero no tiene memoria, si me hicieran la misma pregunta de ti, sería la misma respuesta. —

Está historia continuará....
Gracias por seguirme.
Los invitó a leer mis novelas publicadas aquí en wattpad
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Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.
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