LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES.UNA MÁSCARA PARA LA SOCIEDAD.
CAPÍTULO 02
Era temprano el lunes como a las diez y veinte de la mañana, Esteban llegaba en un taxi a la casa marcada con el número treinta y siete de la calle Robledo, le gustaba mucho
ese número a Esteban, porque es tres veces siete, según la numerología bíblica, el siete es la perfección, el tres es enfático, quiere decir que esta era la casa perfecta para vivir de un cristiano, aunque la mayoría de esta religión lo ignora, o no le presta mucha atención a la numerología en su vida personal o vida diaria.
Esteban se paró enfrente de la casa, con su mano cerrada tocó la puerta toc… toc… toc, esperó a que le abrieran para preguntar por la señora Alma María Rico. Quien se supone
le podría rentar un cuarto para vivir con ella y su familia.
—Si, buenos días joven. ¿Qué desea? —
Le preguntó la señora que abrió la puerta. Esteban la miró por un momento, era una señora gorda, con los grandes senos casi hasta la panza, era chaparra, de piel morena, con
unas trenzas muy mal hechas, de cara sonriente maltratada por el sol, tenía un delantal largo totalmente mojado, al igual que sus dos manos que aún tenían jabón.
Mientras Esteban la miraba bajando la vista y volviéndola a subir, mirando ahora su rostro, la señora le volvió a preguntar: —Si joven, dígame. ¿A quién busca? —
Ahora reaccionó de estarla escaneando, contestándole:
— ¡Ah! Perdón, busco a la señora Alma María Rico. —
— ¿Alma? Ella vive allí en frente, en la casa con el número treinta y seis. —
Levantó su mano derecha y con su dedo índice, le señaló la puerta de la casa de enfrente.
—Perdón, pero tenía la dirección con este número, treinta y siete. —
Se disculpó Esteban con la señora, justificando el error al tocar a su puerta, mirando la puerta que estaba atravesando la calle, pero la señora muy amable le contestó:
—Hace como tres años nos acomodaron los números y los lotes, toque allá enfrente, ahí vive Doña Alma María. —
—Disculpe, iré a tocar a ver si se encuentra. —
—Ella está en casa, hoy descansa de su trabajo María, y sus dos hijos hoy no salen a las calles a predicar el reino de Dios, de seguro todos están adentro de la casa, joven. —
Esteban giró despacio su cara, poniendo su vista en la señora, dibujo una sonrisa en su rostro contestándole: —Gracias por la información señora. —
—De nada joven, tenga un buen día. —
Cerró la puerta la señora y Esteban se dio la vuelta para cruzarse la calle pensando: —Que informativos son aquí, esto cambia mucho las cosas, mmmm, treinta y seis. —
Ahora Esteban pensaba sobre los números: —Según la biblia el seis es muy inmundo, es lo malo, la aberración, el tres es enfático, esto quiere decir que es el seiscientos sesenta y seis (666), es el número de la bestia salvaje, que habla la biblia en el libro de revelación, es el número de Satanás el diablo, la persona cristiana que busco y donde se supone viviré, está ya marcada por el mal, si en número 666.
¿Cómo puede ser posible que ahí vivan? Son personas buenas, rectas, justas de una alta moral y más que nada, que viven su vida dentro de la religión verdadera, ellos que son los que heredarán el paraíso en la tierra, su vida es intachable como la mía.
Bueno, por eso la mayoría de los cristianos no prestamos atención a la numerología, porque la gente es muy buena, y los números no dicen nada sobre ellas o sobre la vida que
llevan. —
Después de pensar ignoraba esto, Esteban miró unos perros pasar ladrándole a una bicicleta, ahora se acercó tocando a la puerta en la nueva dirección, toc… toc… toc. Después de tocar espero a que le abrieran, treinta segundos
transcurrieron cuando le abrió la puerta un joven de piel blanca, como de dieciocho años, era flaco, más bajito que Esteban.
—Sí. ¿Que desea? —
Le preguntó el joven de forma muy amable.
—Busco a la señora de nombre, Alma María Rico, me dijeron que vivía en esta casa. —
— ¿Quién la busca? —
—Mi nombre es Esteban Casas del Campo, soy testigo de Jehová, y vengo desde otra congregación en otro estado. —
—Espere un momento, lo checaré. —
Le contestó el joven, entre cerró la puerta alejándose, después de dos minutos de espera, una señora abrió la puerta otra vez.
Esteban la miró detenidamente, ella era de piel blanca, de cabello largo castaño bien peinado, como de uno sesenta de estatura, era delgadita, con un busto deliciosamente grande, tenía puesta una camisa sin mangas.
Se miraba que hacía ejercicio porque tenía unos brazos delgados, pero firmes, una cinturita delgadita, tenía puesto un pants que dibujaba sus dos piernotas y una deliciosa “Y”, que se le dibujaba entre estas, pero de frente no podía ver las nalgas ni el suculento culito que se cargaba la señora,
pero por esa boquita juraría que haría honor a su nombre, mamaria rico….
—Sí, ¡He y! ¿Que deseas muchacho? —
Le preguntó la señora agitando la mano derecha frente a su cara, para que el joven reaccionara. La voz lo despertó de su morboso encuerar, volviéndolo a la realidad de golpe,
entonces le contestó: —Perdón, usted. ¿Es la señora Al… ma María Rico? Digo. ¿Alma María Rico?
—Sí, yo soy María, dime. ¿Que necesitas muchacho? —
Le preguntó la señora con una sonrisa. Esteban mirándola
de nuevo directo a la cara le contestó: —Vera señora Mary, mi padre es Armando, Armando casas, él vendía productos de limpieza en este pueblo, asistía a sus reuniones en las tardes con ustedes…—
— ¿Armando?... ¿Armando?... ¿El hermano Armando Casas Blancas? —
—Sí, él es mi padre, es anciano de la congregación de dónde yo vengo, del estado de México. —
—Mucho gusto. ¿Cuál es tu nombre “hermanito”? —
Él extendió su brazo, dándole su mano derecha diciendo:
—Esteban Casas Del campo, para servirle señora. —
—Pues yo soy, Alma María Rico de Vergara, pero pásate, pásate, Esteban, hace muchos años que no veo a tu padre, ya dejo de visitarnos desde hace mucho tiempo. —
El joven ingresaba a la casa ante la invitación comentándole: —Dejo las ventas, ahora se dedica a otro trabajo más cerca de la casa. ¿Y su esposo señora María? —
Claro, Esteban sabía que había muerto, pero se hacia el inocente para saber si ya había quien se comiera ese delicioso bizcochito, que ella se cargaba entre las piernas.
—Murió hace casi cuatro años. —
Señaló tristemente María al recordarlo.
—Lo siento mucho, mi papá me mandó a buscarlos para saludarlos... —
Entraron los dos a la sala, quedándose por un momento parados en la entrada, mientras ellos platicaban, en ese momento bajaba de las escaleras su hija Norma, venia de su dormitorio a la sala, se escucharon sus pisadas en los diez escalones, llegando al descanso de la escalera daba la vuelta para bajar.
Esteban la miró no apartando su vista de ella ni un solo segundo, a como venía bajando los últimos seis escalones, como si fuera en cámara lenta, la miraba fijamente.
Era una chica de piel clara, de cabello largo castaño como el de María, como de uno sesenta y cinco de estatura, una boquita muy pequeñita, pero adiestrándola bien podría caberle la vergota entera con los dos huevos,
chupándolos a un ritmo suave y enloquecedor, sacar de esa boquita todo el garrote bien lleno de saliva, para cachetearla cada una de sus
mejillas, después hundírsela en la boca otra vez.
Bajó el joven su vista un poco más, mirando que la cabrona tenía un par de enormes senos, que se le zangoloteaban en cada paso que bajaba del escalón, se le cimbraban los dos grandes senos, no era tan delgada como María su madre, pero podía agarrarse uno de esa caderita hasta venirse en su bizcochito, que de seguro ya estaba bien peludito.
La señora tenía puesto un short negro, que se le miraba un rico triangulito abultado entre sus dos piernotas, que eran blancas, macizas y juveniles para ponerlas sobre los hombros y empujarle el garrote, hasta que chille de puro placer la muy
perra, desechándose en su pequeño bizcochito llorando la puta de placer y...
— ¡He y! ¿Que si ahora ya vives por aquí? —
Le preguntó María espantándolo, volviéndolo a la realidad la voz.
— ¡Ah! Perdón, no… no. ¡Ah! Yo vine a buscar en donde vivir, porque me quiero mudar a este estado, para poder predicar y dedicarme más a Dios, como le dije soy del estado
de México. —
—Escuché voces y por eso bajé, hola. ¿Cómo estás? ¿Cómo te llamas?
Le preguntó Norma con una sonrisa, dándole la mano derecha al desconocido.
—Bien, estoy muy bien, mi nombre es Esteban Casas Del Campo, tengo veinte años, vengo de otro estado de una congregación de seis horas de distancia, eres una muy bonita
mujercita, digo “hermanita”. —
—Gracias, mi nombre es Norma… Norma Vergara Rico, acabo de cumplir diecinueve años, y estoy a media hora de mi congregación, “hermanito”. —
Después de la presentación la madre le expresó: —Escúchame Esteban, yo rento un cuarto aquí en mi casa, creo que ya se escucharon mis plegarias a mi Dios, hace dos meses se fue la muchacha Berenice que rentaba, se
casó y ya se la llevaron, era una buena “hermana”, pero se fue a vivir a Hermosillo. —
—Entonces estoy de suerte, señora Alma María. ¿Cuánto
cobra el alquiler? —
—Novecientos pesos al mes, te diré que cualquier departamento de una recámara no te baja de tres mil pesos, una casa de tres recámaras te la rentan hasta en siete mil pesos,
es muy cara la renta en estos lados. —
Al escuchar los precios esteban le contestó: —Es caro, pero para empezar solo necesito en donde dormir y en donde comer. —
—Ven sígueme, vamos al piso de arriba ahí están las recámaras, vamos te las muestro, sígueme, Esteban. —
Le invitó María caminando adelante de él, María le dio la espalda “mostrándoselas”, estaba subiendo despacio las escaleras, Esteban le miró el par de nalgas que ella tenía, ese culito tan apretado como se movía a cada paso, que rico se le meneaba.
—Totalmente agachada se le ha de abrir de forma deliciosa todas sus nalgas, su pequeño fundillito, lo ha de tener rosita para meterle el dedito, para que sienta sus dos agujeritos
llenos, el garrote ensartado en medio de su bizcochito, los tres dedos bien metidos en el fundillito,
masturbándola suavemente, bombeándolos a la vez con la vergota adentro de la panochita para hacer gemir de placer a la muy puta, mientras ella con sus manos se abre de nalgas... —
Hasta que llegaron al pasillo, caminando sobre este, ahora
María habló, rompiéndole sus morbosos pensamientos a Esteban.
—Aquí se duerme mi hija Norma, en este otro cuarto duerme pablo mi hijo, este otro seria tu recámara Esteban,
bueno si deseas quedarte, están igual de grandes todos los cuartos, este es el baño que lo usarían los tres, mira este otro cuarto es el estudio, tiene mucha lectura de la congregación, aquí preparamos nuestros discursos. —
—Sí que están grandes las recámaras son muy espaciosas, usted podría rentar ese otro cuarto también, los discursos se podrían hacer en la cocina. —
Ante la sugerencia, María de inmediato le contestó: —No, no me gusta mucha gente aquí, solo un ingreso más me ayuda mucho. —
— ¿Usted donde duerme doña Alma María? —
—Abajo tengo una recámara grande con baño integrado solo para mí, tengo la sala, el comedor, el recibidor, el baño de las visitas, el garaje para mi carro y mi camioneta. —
—Es muy grande su casa señora Alma María. —
Comentó Esteban con una sonrisa, mirándole disimuladamente los grandes senos, tratando de encontrarle los pezones en estos, que los cubría esa fina tela que tenía puesta.
—Mi esposo la diseño toda, cuando terminó de pagar la construcción después de los seis meses se murió, prácticamente tiene casi cinco años esta casa, no creas, antes nosotros también rentábamos en este pueblo. —
Después de recorrer la casa, por ser Esteban “hermano” de su religión, comieron los cuatro juntos, le hablaron de los tiempos de cuando su padre los visitaba vendiendo sus pro-
ductos de limpieza, asistiendo juntos a las reuniones de su congregación.
—Bueno, tengo que ir a mi casa, solo por unas cuantas cosas que necesito, en cuanto empiece el siguiente mes me mudare con ustedes, si le parece señora Alma María. —
Comentó Esteban gustoso, de solo conocer a la señora y a su hija que sus nalgas estaban para fornicarlas noche y día.
—No, no es necesario esperar tantos días, faltan diez días para terminar el mes, como eres hermano de congregación, tú ya te puedes quedar desde ahora mismo, si tú quieres Esteban. —
Señaló María sonriéndole, porque ese ingreso era muy bueno para ella.
—Bueno, por ahora mi padre estará ocupado trabajando en la semana, necesito que maneje hasta acá para que me traiga unas maletas y se regrese en el carro, son tres horas en carro desde mi casa hasta aquí, en camión me hago hasta seis horas doña Alma María. —
Al escuchar esta explicación María le indicó: —Mira Esteban, yo solo necesito un depósito y la renta,
con eso cerramos el trato, son mil ochocientos pesos el total, quiero decirte que solamente les rento a los de nuestra religión, no me gusta meter a mi casa gente mundana que son mal pensados, que no comparta nuestras creencias, solo testigos de Jehová bautizados y así respetan a Norma y me respetan a mí también, porque Pablo es el único hombre de esta casa. —
Mientras ella hablaba. Esteban de su bolsillo sacó dos mil pesos, los puso en la mesa, entonces le preguntó:
— ¿Usted me podría llevar a mi casa, agarrar mis cosas y traerme de
regreso? —
—No, no, hoy descanso y mañana entro muy temprano a trabajar, el miércoles ingreso a trabajar en la noche, creo que no podría llevarte “hermanito”, perdóname, pero, no tengo tiempo suficiente. —
—Si necesita el dinero agárrelo, quizá si puede ayudarme, yo puedo manejar su carro hasta mi casa, regresando mañana con mis cosas, como a las doce del día estaré de regreso, bueno si me lo puede prestar, así de una vez me quedo a vivir con ustedes, creo es una buena solución. —
—Es buena idea, creo que es una buena solución para que te mudes de inmediato. —
—Pero mamá, dos mil pesos no cubren el carro, tú lo sabes. —
Comentó Norma mirando a su madre, enseguida puso su vista en Esteban, esperando su respuesta.
—No lo estoy comprando, solo lo quiero prestado para traer algunas de mis cosas, te lo traeré de regreso mañana mismo, sin falta, máximo a las doce del día estaré aquí. —
Le contestó Esteban mirando a la cara a Norma, bajando disimuladamente la vista contemplando sus dos blancos senos, que se le asomaban de la blusita de color azul.
—Tengo una camioneta, llévatela ahorita mismo solo ponle gasolina, mañana llegas a las doce del día. ¡Ah! Otra cosa que es muy importante para mi Esteban, en esta casa solo yo doy las órdenes, tú serás parte de nuestra familia, si no me obedeces habrá problemas, es en serio, solo te acatarás a mis órdenes en esta casa, o no funciona la cosa... ¿Me entiendes? Absoluta obediencia a todas mis reglas. —
—Lo que usted diga doña Alma María. —
Contestó Esteban muy serio, asintiendo con la cabeza aceptando todos sus términos, mirándole ahora los dos blancos senos que se cargaba María.
—Llámame Mari, no me llames doña, ni Alma María, ni Alma María Rico… solo Mari. —
Respondió ella con una sonrisa, después de acordar el trato entre ellos.
—Está bien Mari, tú eres la que mandas y me apegaré a todas tus reglas en esta casa. —
—Quiero que respetes a Norma, y a mi hijo Pablo. —
—Lo que mandes, compartimos las mismas creencias, creo que todo será fácil en esta casa. —
—Bueno, como te mencioné, en mi trabajo me rolan los turnos en la mañana o en la noche, cuando tengamos reunión necesito que te regreses con mis hijos, yo regreso
hasta el otro día en la mañana. —
Al escuchar la ayuda para manejar le contestó: —Lo que mandes por mí no hay problema, solo dame las indicaciones precisas y traeré de regreso a tus hijos. —
—A veces algún hermano les da raí de regreso, porque la congregación me queda a mitad de camino, mitad de mi casa y a la mitad del trabajo, no puedo venir a dejarlos y regresarme, me consume mucho tiempo y llegaría retrasada al trabajo, ese es un problema para mí. —
—No te preocupes, después de la reunión, yo me regreso con ellos y los llevo a donde necesiten ir. —
—Gracias, entonces serás un gran apoyo para mí, “la hermana” que se fue, no sabía manejar y los regresaban los hermanos que podían. —
María estaba muy contenta por el nuevo ingreso de dinero, pero ahora el pelo en la sopa fue para Pablo, quien no estaba muy contento de tener a un nuevo inquilino en casa,
menos un hombre, eso estaba fuera de sus planes, pero también acataba las ordenes de su madre, así que le gustara o no, no había voto de él en la casa.
Así que Esteban viajo en la tarde a su casa en la camioneta, empacó todas sus cosas se despidió de su familia para regresar a su nuevo hogar, y así comenzar su nueva vida religiosa con esta nueva familia que le brindó su apoyo.Está historia continuará....
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(Fantasía)Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries gracias por seguirme.
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LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES. LA SIRVIENTA.
General FictionDespués de terminada la novela erótica titulada: NEGOCIO REDONDO violencia, drogas y sexo el ca- mino a la perdición. Ahora solo queda leer, estas historias eróticas tituladas: Las cartas de EL CLUB 69 DE ARIES. En donde las personas dan su punto d...