LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES.
LA SIRVIENTA.
CAPÍTULO 05
La sirvienta ya se saboreaba a la gemela Rebeca, quería tener esa pequeña papayita entre sus labios, chupándola y mamándola con gula.
Muy contenta se puso a limpiar su
desmadre, aseo la sala para después subir a su recámara, entonces se duchó, al terminar se vistió con una faldita azul, una blusa blanca y unas zapatillas azules.
Para las dos de la tarde, la sirvienta se fue en la camioneta para recoger en la escuela a Rebeca. Se estacionó en la entrada de la escuela esperándola unos minutos a que saliera, no tardo mucho tiempo, cuando vio venir a la joven, quien platicaba con una de sus amigas, para los ojos de la pelirroja con su faldita escolar se veía muy deliciosa Rebeca, su cuerpo solo invitaba a la tentación, en su camisa blanca se le formaban de maravilla su par de senos.
Alicia sentía cosquillas en el estómago solo de imaginar el estar lamiéndole los senos y manosearle las nalgas que la joven tenía, ha de ser sumamente delicioso besar sus labios, lamerle el virginal y pequeño bizcochito que tiene entre sus piernas...
—Hola Alicia. ¿Cómo estás? —
Al abrir la puerta de la camioneta, y estarla saludando Rebeca le rompía sus morbosos pensamientos.
—Hola rebeca, estoy bien. ¿Cómo estás tú? —
Le contestó la sirvienta volviendo a la realidad, mirando como la joven se sentaba aun lado de ella, cerrando la puerta de la camioneta.
Alicia sonriéndole la miraba directo a la cara, pero enseguida bajaba la vista, viéndole sus senos morenos que se asomaban de la camisa escolar, ahora la joven le comentaba: —Tú crees Alicia, un muchacho me dio una carta de amor, me dijo que yo le gustaba mucho, mis amigas se rieron de mí. —
Al escuchar esto, la pelirroja le contestó: — ¡Oh! la señorita ya levanta muchas pasiones. —
—La verdad no me gusta ese muchacho, y el que me gusta no me pela. —
—Que lástima que no se dé cuenta de lo hermosa que eres Rebeca. —
— ¿Tú crees que yo sea hermosa?
— ¡Claro que lo eres! Eres muy bella, pero quisiera enseñarte a no dejarte envolver por tu falta de experiencia en las cosas del amor, ellos… créeme,
ellos se aprovechan de las jóvenes inexpertas, todo porque tus padres te consienten mucho y te protegen en demasía, yo a tu edad ya tenía más
de seis novios. —
Diciéndole estas palabras, arrancó la pelirroja la camioneta con rumbo a la casa, entonces continúo platicando, preguntándole: — ¿Podríamos platicar para que nadie abuse de ti?
Es importante. —
— ¿Qué puedo hacer? Mañana me preguntará si quiero ser su novia. —
— ¡Vaya que ese pendejo va muy rápido! —
—Bueno es lo que dice su carta, que yo le gustó mucho, quiere que sea yo su novia, pero quiere que le resuelva ya para mañana, no sé qué decirle… la verdad no me gusta. —
Alicia la miró sin contestar, solo pensó mientras manejaba: —Esta pequeña ingenua necesitaba unas clases urgentes de mujer a mujer, si prueba a un hombre dirá que le da asco probar una mujer, tengo que hacer que pruebe lo que es el
amor, enseñarle a dar y recibir unas buenas mamadas de bizcochito. —
Después de un silencio, la sirvienta le señaló a Rebeca: —Mañana le dices a ese pendejo que no te gusta, que no quieres ser su novia, pero le agradeces su buen gusto, eso es
importante. —
—Ja jajá… tiene gracia. ¿Solo agradezco el buen gusto por fijarse en mí? —
—Sabes Rebeca. ¿Tienes tiempo para que platiquemos al rato? —
— ¡Claro Alicia! Sabes, te conozco desde hace tiempo, y nunca hemos platicado, las pocas veces que nos encontramos en la calle, solo ha sido.
¿Cómo estás? Salúdame a tu mamá, nos vemos luego, ahora vives en mi casa Alicia, creo que tenemos tiempo para poder platicar. —
Al escuchar sus palabras, la sirvienta giró su cara mirando a la joven contestándole: — ¡Lo sé! Nos conocemos de tiempo, desde que yo trabajaba para la señora Socorro Esquivel, que en paz descanse, nunca tuve suficiente tiempo para tratarte,
pero tienes razón, ahora que estoy en tu casa podremos platicar más tiempo tú y yo, de mujer a mujer, sin que nadie nos interrumpa. ¿Te parece Rebeca? —
—Sabes Alicia, llegando a casa podríamos ir a mi casa de muñecas, nadie jamás se acerca ahí, ni mi hermano, siempre que quiero estar a solas, me quedo en ese lugar hasta que mi madre me llama por teléfono, para merendar o por algo urgente. —
—Es lo bueno de que tus padres tienen mucho dinero, tienes tu propia recámara y mini casita para que nadie te moleste la vida. —
Al llegar a su casa metieron la camioneta, los recibió Gerardo en la entrada, quien ahora miraba con ojos de miedo a la sirvienta.
— ¿Que hay Alicia? —
Saludo Gerardo con miedo, que le comentara algo a su hermana de lo sucedido entre ellos en la mañana, para el joven virgen e inexperto eso fue algo muy fuerte, ahora tenía
que portarse bien para que Alicia no les dijera nada de lo que pasó, ni a sus padres ni a su hermana.
— ¿Cómo estas Gerardo? Ya volvimos. ¿Paso algo? —
—Estoy bien, solo llamó mi mamá, me dijo que no vendrá a comer, que quizás llegue hasta las ocho de la noche, esperará a que cierre la tienda, mi papá también llamó preguntando si todo estaba bien en la casa, dice que para la noche te dará un celular Alicia, para poder hablar contigo en
donde quiera que estés. Que regresa hoy hasta las ocho o diez de la noche. —
—Le dijiste que todo está bien en casa, que yo fui a la escuela a recoger a tu hermana. —
La sirvienta lo miró fijamente a los ojos, esperando una respuesta.
—Claro le dije que fuiste a recoger a Rebeca, que todo estaba bien en la casa. —
Contestó Gerardo, quien de inmediato agachó un poco la cabeza, pero alzo la vista, como pidiendo que ella no dijera nada a su hermana de lo que pasó hace rato.
—Qué bueno, porque… no ha pasado nada desde la mañana. ¿Verdad Gerardo? —
La sirvienta después de la pregunta puso su cara seria y su mirada fija en los ojos de Gerardo, quien le contestó: — ¡No Alicia! Todo está bien, fue lo que les dije, aquí no
ha pasado nada... —
— ¡Oye Alicia! ¿Porque no te muestro mi casa de muñecas? —
Le preguntó Rebeca interrumpiendo a su hermano, no tomándole importancia a su cara de asustado.
Alicia miró a Rebeca contestándole:
—Vamos de una vez si quieres, es mi
segundo día aquí y quiero conocer toda tu casa, además el jardín me encanta mucho es muy hermoso. —
—Bueno Alicia, yo estaré en mi recámara si me necesitas jugaré video juegos. —
Sacó una sonrisa forzada Gerardo, tenía miedo que ella hablara, así que él prefería esconderse por un rato y no hacer nada para que Alicia no lo acusara.
—Está bien Gerardo, diviértete y pórtate bien. —
—Yo siempre me porto bien, mis padres dijeron que te obedeciéramos en todo. —
—Yo sé que tú eres muy obediente Gerardo. —
Le indicó la sirvienta, ahora dibujando una sonrisa en su rostro, y enseguida comentó:
—Vamos Rebeca, enséñame tu casa de muñecas. —
Gerardo de inmediato entró en la casa cerrando la puerta. Rebeca agarró de la mano a la sirvienta, caminando rumbo a la parte de atrás de la casa, pasando por el jardín hasta llegar
a la llamada casa de muñecas, que realmente era una casa con una mini cocina, un recibidor, una recámara y un baño, se sorprendió Alicia al mirarla por dentro, porque no conocía la casita de muñecas, pero para los millones de pesos y dólares que la familia tenía, esto no era la gran cosa, solo era una pequeña estancia de diversión para su hija.
Al entrar las dos chicas a la casa, Rebeca cerro con la llave la puerta de la entrada, por dentro estaba hermosa la casa toda con alfombra de color café, y llena de muñecas de todos los tamaños, tenía su televisión, video juegos, una reproductora de películas V.H.S. video juegos, un estéreo, totalmente amueblada.
Le encantó a Alicia, quien enseguida le expresó: — ¡Guau! No lo puedo creer, eres una “niña” muy
consentida, yo que no tengo ni a donde ir, y tú tienes tu recámara y tu propia casita. ¡Me encanta! —
— ¿Deberás te gusta Alicia? —
— ¡Claro que me gusta! ¡Es hermosa la casa! —
—Siéntate en el sillón Alicia, ahora por favor dime, que hago o que le digo a Javier. —
— ¿Cual Javier? —
—El de la carta de amor que te conté hace rato… el pendejo que quiere ser mi novio. —
Al escuchar como lo llamó, Alicia no se aguantó la risa contestándole: — Ja jajá el pendejo. ¡Ah! Se llama Javier el pequeño atrevido. —
—Sí, pero no me gusta, me gusta Lorenzo, él me encanta mucho. —
— ¡Puta madre! Por el nombrecito, yo preferiría mejor al tal Javier. Que estar con un pinche Lorenzo, como dicen yo loco, loco y ella lo quita loquita. Ja jajá. —
Comentó riendo Alicia, tapándose la boca con su mano derecha. Rebeca puso cara de seria, la miró a los ojos, ya que no le hizo gracia el chiste.
La sirvienta le sostuvo la mirada,
pensando: —Creo que es hora y tiempo de envolver a esta jovencita, es el momento y el lugar adecuado, además, Rebeca mencionó que nadie viene aquí. —
Con lo puta y experimentada que estaba la sirvienta, decidió que atacaría ahora a la joven, no podría desperdiciar ni un minuto de tiempo. Así que después de pensar un poco le preguntó: —Dime Rebeca. ¿Ya has besado a algún muchacho? —
— ¿Yo? No, hasta ahora he tenido solo amigos, nadie se ha atrevido a besarme. —
—Bueno, escúchame bien, lo primero que tienes que hacer es relajarte, tienes que besar a alguien para que sepas si en realidad te gusta o no te gusta. —
Al escuchar esto, Rebeca enseguida le preguntó: — ¿Quieres que mañana llegue y lo bese? Para comprobar que él no me gusta. —
— ¡Claro que no! No te besuquearas con todo el que te propone algo, pero si no sabes besar, dirán los hombres que eres una idiota que ni eso sabe. —
—Tengo buenas calificaciones, la gente no piensa que soy una idiota, yo soy la jefa de mi grupo y la líder de las porristas, hablo muy buen inglés y además ya estoy aprendiendo
hablar francés. —
Al escuchar esta explicación de la joven, la pelirroja le comentó:
—Bueno… bueno, si eres muy inteligente Rebeca, pero si tú quieres conquistar a quien realmente te gusta, bésalo y comprobarás si él después de eso se fija en ti. —
—Pero, no se besar. ¿Cómo voy a practicar? —
Al escuchar esta pregunta, la sirvienta sonrió al ver que esta era su oportunidad para poder envolver a Rebeca, entonces le exigió: — ¡Ponte de pie Rebeca! ¡Vamos ponte de
pie! —
Rebeca obedeció poniéndose de pie, se colocó delante de la sirvienta. Quien estaba casi de la misma estatura que ella, enseguida la miró a los ojos. La sirvienta le explicó:
—Ahora, con tus dos manos agárrame de la cintura Rebeca. —
—Estamos casi de la misma estatura, él no es tan alto eso es bueno. —
Alicia se agachó quitándose las zapatillas, quedando casi parejas, la miró de nuevo directo a los ojos preguntándole: — ¿Qué te parece así? Y no me voy a arrodillar para parecer a tu pretendiente. —
Rebeca sonrió, ya que para ella era un juego nada más.
—Está bien Alicia, enséñame. ¿Que más sigue? —
Al tenerla de frente, Rebeca vio por un momento el rostro de la sirvienta, trato de ignorar los moretones de la cara, que eran azul, verde, morado, los labios los tenía rotos, un ojo medio cerrado e irritado del lado en donde tenía los puntos en su cabeza, dándole tristeza a Rebeca la cara de Alicia.
—Bueno, como ya te dije Rebeca, con tus manos agárrame de mi cintura, cualquier cosa que sientas no grites, ni te espantes, no corras señorita. Que solo trato de ayudarte, para que te quites todos tus temores de acercarte o de besar a un hombre. —
Rebeca asintió con la cabeza, el haber oído las palabras.
— ¿Te duele tu cara Alicia? —
Le preguntó mirándola fijamente a los ojos.
— ¡Eh! Tú… tú ignora mis golpes pequeña, solo fue un accidente... un accidente que ya pasó, vamos concéntrate en lo que te estoy diciendo, como dicen “al negocio”, ahora agárrame de mi cintura Rebeca. —
Alicia ignoró el comentario de su rostro, le urgía envolver a la joven para tirársela, solo que a su edad todo la distraía.
—Está bien, dime. ¿Que hago Alicia? Te agarró de la cintura y luego. ¿Qué? —
La sirvienta sonrió, había que ver como reaccionaria Rebeca con lo que venía, pero Alicia era arriesgada, ya se moría de ganas de lamerle la panochita a la joven.
—Bueno, sientas lo que sientas no protestes, me lo prometes. —
Rebeca la miró a los ojos, le hizo una mueca de esta bien, y enseguida le contestó: No te preocupes Alicia, enséñame que hacer. —
—Quiero ayudarte Rebeca, me prometes ayudarme para enseñarte. —
—Está bien te lo prometo Alicia, que no protestaré de nada de lo que me hagas. —
Al escuchar la confianza que le daba la colegiala, Alicia ahora le ordenó:
—Cierra los ojos y no te muevas para nada muñequita. —
Rebeca no soltaba la cintura de la sirvienta. Alicia la miró cerrar los ojos, enseguida la agarró de los hombros admiró su cara llena de inocencia, su tez morena, su cabello largo y sus deliciosos labios que invitaban a morderlos, eran suaves,
mojados, vírgenes.
Al acercarse a la cara de la joven sintió la respiración, arriesgándose Alicia, en ese momento junto sus
labios a los de Rebeca besándola suavemente.
Aprisionó los hombros sintiendo las manos de la joven apretarla de la cintura, tuvieron un beso lesbiano de treinta segundos, que para la sirvienta fue un completo disfrute saborear esos delicados labios vírgenes, para Rebeca fue probar unos labios de mujer, si, era su primer beso lesbiano antes que cualquier hombre lo hiciera con ella.
Ahora separó la sirvienta sus labios, y al no tener protestas de Rebeca solo volvió a juntar sus labios a los de ella, sintiendo ese delicioso sabor y su aliento, pero esta vez la pelirroja le metía su lengua entre los labios de la joven, sintiendo sus dientes y su lengua, después le sacó su lengua de la boca mordiéndola suavemente,
al separarse Alicia miró los ojos cerrados de Rebeca. Entonces le preguntó: — ¿Te gusto Rebeca? —
La joven suspiraba muy profundo, después de unos segundos Rebeca abrió los ojos, la miró por un momento sin poder hablar. Arriesgándose otro poco Alicia le indicó: —Ahora tu regrésame el beso que te di, cierra los ojos si quieres. —
La joven colegiala vio a la sirvienta sin hablar, sin más en ese momento junto sus labios a los de Alicia, ahora sin cerrar sus ojos, separo su boca por unos segundos volviendo a besarla,
esta vez le metió la punta de su lengua en los labios de la pelirroja sintiendo sus dientes, tocando la lengua de la sirvienta, queriendo imitar lo que ella le había hecho en el beso anterior.
Se separaron los labios de las mujeres por un instante, enseguida se miraron en silencio a los ojos. La pelirroja giró su cara para el otro lado, adueñándose de nuevamente de
esos dulces labios que tenía la joven, se fundieron nuevamente en un delicioso y largo beso, tal parece que a la pequeña Rebeca le gustó el sabor de sus labios.
Después de un momento, la sirvienta separó sus bocas, ahora muy suave-
mente le besó el cuello, lamiéndolo un poco con su lengua y besándolo elevándole el calor de su cuerpo.
Rebeca comenzó a retorcerse muy despacio ante esta delicada y deliciosa caricia, antes que ella protestara le volvió a pegar su boca a los labios. Rebeca le daba de pequeñas mordidas.
Alicia sentía la respiración agitada de la joven, hasta que le soltó sus labios, ahora la sirvienta le beso en las mejillas, le lamió una de sus orejas mordiéndola muy suavemente, de nuevo se apoderó de los labios de Rebeca.
Sin las protestas de la joven, Alicia fue bajando las manos parando por tres segundos en la cintura, después colocó sus dos manos en las pequeñas nalgas de Rebeca. Quien ya caliente no protesto ni un instante al sentirse manoseada, en ese momento la sirvienta descubría que era macilla fresca en las manos del artista.
— ¿Te gusta Rebeca? —
Le preguntó mirándola directo a la cara con una sonrisa, ella le contestó: —Si, se siente calientito, muy… muy delicioso… —
Alicia enseguida callando las palabras, le besó nuevamente
en la boca, dándole de pequeñas mordidas, después de nuevo le besaba en el cuello haciéndola estremecer, agachándose un poco sobre el cuerpo de Rebeca, besándole en lo que se
asomaba de sus senos, mientras sus manos le tocaban las corvas arremangándole la faldita escolar.
Ahora la sirvienta le metía sus dos manos debajo de la faldita, hasta agarrar las pequeñas nalgas, sintiendo el panti de Rebeca. Quien hasta ahora daba paso libre a lo que la sirvienta le hiciera, gozando las deliciosas caricias de esas
manos expertas.
La pelirroja acariciándole las nalgas se enderezaba, una vez más comenzó besándole los labios, las mejillas, el cuello, las orejas provocándole algunos escalofríos recorrer el cuer-
po de la colegiala. Sabía que la joven estaba lista para lo que seguía, así que la sirvienta le pidió: —Desabróchate la blusita, sentirás más rico sin ese estorbo. —
Mientras le decía estas palabras, sus nalgas eran manoseadas con una experiencia encabronada, la lengua bailaba en su cuello calentando a Rebeca por segundo, ella ya era como un carro de bajada y sin frenos, con el control perdido totalmente.
Rebeca temblaba ante las caricias de la sirvienta, sin protestar, con sus manos muy despacio se fue desabrochando la blusa escolar dejándola caer en la alfombra del lugar.
Alicia sin perder un segundo, ya le lamia parte de los senos morenos, pasándole toda su lengua en estos, se le veían deliciosos a un sin liberarlos del brasier, le lamía y le besaba los dos deliciosos senos, sacándole un gemido a Rebeca ante las delicadas caricias.
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! —
La sirvienta vio y escuchó como Rebeca caía ante ella, y ante el placer que le estaban brindando su lengua, sus labios, sus mágicas manos, ahora le soltó las nalgas colocando las
manos en la espalda de Rebeca, dándole de tiernas caricias con las manos buscándole el broche, soltando enseguida el brasier, dejando libres ante sus ojos los dos senos, que esta-
ban adornados por unos pezones obscuros y sumamente deliciosos.
Rebeca abrió sus ojos enormes, enseguida con su brazo derecho se cubrió sus senos al sentirlos desnudos.
—Está bien, no hay ningún problema Rebeca, están hermosos. ¡Míralos! —
Expresó Alicia admirado los dos senos de piel morena, que se escondían ante el brazo de la colegiala. Quien con la
cara roja y apenada le contestó: —Me da pena que me los mires. —
La sirvienta la miró por un momento, zorra y hábil como era le comentó:
—Déjame intentar esto muñequita, si no te gusta, ya no seguimos. ¡Vale! —
Con mucha calma, le colocó la sirvienta su mano derecha sobre el brazo que le cubría los senos, bajándolo muy despacio, no tardando ni tres segundos en admirar los obscuros pezones, antes de que Rebeca protestara, le colocaba sus
labios, ya la lengua de Alicia giraba alrededor de un pezón, mientras sus labios lo succionaban de una manera muy suave y delicada, calentando a la joven más.
Rebeca ante las caricias mostrando su derrota, le colocó sus dos brazos sobre los hombros de la sirvienta, al saber
que ya era de ella, ahora las manos de Alicia muy despacio bajaban otra vez, hasta tocar el broche y bajar el cierre de la falda escolar, enseguida soltaba la falda de Rebeca, esta se fue deslizando muy despacio por sus nalgas, pasando sus piernas cayendo inevitablemente en la alfombra, dejándole ver su pequeña panti de color blanca, las manos de Alicia ahora con más libertad se apoderaban de las duras y firmes nalgas de Rebeca.
La colegiala solo se dejaba llevar por las suaves manos de la pelirroja, que le brindaban esas deliciosas caricias, y por las lamidas y chupadas en sus senos, por esos labios tan expertos, por momentos con sus dientes le apretaban con mucho cuidado los obscuros pezones, haciéndola estremecer a la chicuela, más y más a cada segundo, ya la joven volaba disfrutando de las caricias lesbianas que le brindaba la sirvienta.
Alicia le chupaba los pezones pasándose de uno al otro, sin despegarse de estos, eran ricos, deliciosos y virginales, hasta que después de unos minutos, los libero de sus labios entonces volvió a besarla en la boca, mientras probaba de nuevo los labios de Rebeca, le soltaba las pequeñas nalgas, ahora con ambas manos la sirvienta se desabotonaba su propia blusa, enseguida también se desabrochaba su brasier de adelante, dejándole ver por completo sus dos blancos y
enormes senos, mostrándole a Rebeca sus pezones, que eran grandes y de color rosa, enseguida se los repegó a los senos de la colegiala, sintiendo sus cuerpos calientes, la sirvienta acercó su boca al oído de la joven, susurrándole:
— ¿Quieres chupar mis senos? —
Le preguntó Alicia, mirando a la cara a Rebeca. Quien, con un poco de temor, temblándole las manos, colocó muy despacio sus dedos en los grandes senos de la sirvienta, sintiendo la suavidad y el calor de su tersa piel blanca.
—Pon tus labios en mi pezón y chúpalo como yo lo hice con los tuyos. —
Al escuchar estas palabras. Rebeca se acercó un poco más al cuerpo de la sirvienta, con su corazón palpitándole a mil por hora, la joven le colocó sus labios a uno de los pezones rosas, le lamió con la punta de su lengua una y otra vez, disfrutando el caliente pezón.
Alicia levantaba su cara, con una sonrisa disfrutaba de esos labios chupar y lamer su pezón, bajó sus manos soltándose su propia faldita, cayendo esta al suelo quedando solo con su pequeña tanguita negra, que le tapaba todo su bizcochito.
La sirvienta bajaba su cara, viendo como su nueva amante le lamía sus senos de manera tan delicada, bajó más su cara Alicia, con sus manos le acaricio el cabello, entonces muy
despacio la separo un poco la cara de Rebeca, dándole otro beso en los labios, ahora sintiendo la cara caliente de Rebeca, quien estaba ya muy excitada, al saber la pelirroja que ganaba ese cuerpo sin ninguna protesta.
Ahora la sirvienta le colocó sus dedos a la pequeña tanguita blanca de Rebeca, fue besando su barbilla, su cuello, sus senos, lamió sus pezones con su lengua, se fue hincando
Alicia bajándole muy despacio la tanguita, dejándole ver sus vellitos negros, que le adornaban el pequeño bizcochito moreno, besando su ombligo con mucha ternura y delicadeza, hasta llegar a su pequeña papayita, que ya estaba caliente y muy mojada, dándole de besos en el peludo bizcochito, dejando caer al piso su tanguita, lamiéndole con su lengua el bizcochito una y otra vez.
La joven Rebeca ya había perdido la postura ante la sirvienta, la chicuela miraba hacia abajo, mientras con mucha ternura, con sus manos le acariciaba el cabello pelirrojo a la
sirvienta, al sentir la lengua lamerle su mojada papayita.
Alicia levantó su rostro buscando la cara de su pequeña amante
diciéndole: —Acuéstate en el sofá, quiero enseñarte algo que te gustará mi muñequita. —
Rebeca solo la miraba con cariño, continuaba con sus manos acariciándole el cabello pelirrojo, sin decir nada le obedeció la joven, se sentó en el sofá, enseguida se acostó en este.
Alicia con sus labios muy delicadamente le besó los muslos, lamiéndoselos, tratando de no hacerle cosquillas para no romper esta magia, fue subiendo su lengua hasta llegar a la panochita virgen.
—Abre bien tus piernas… esto te encantará. —
Rebeca acostada le obedeció, abriendo sus piernas mostrándole todo su bizcochito peludo, se veía deliciosa la papayita estaba medio abierta, el pequeño fundillito que era obscuro, estaba escondido entre sus nalgas morenas, le invitaba a lamérselo, a chupárselo, a mamárselo
y sin más, la sirvienta le hundió toda la lengua, dándole de lamidas desde el fundillito hasta llegar a su sensible clítoris, lo aprisionó con sus labios chupándolo suavemente, sacándole un quejido de placer a Rebeca. —
— ¡Ah! —
Esa deliciosa panochita, la sirvienta se la mamaba y se la lamía con gula, con mucha experiencia que tenía esta puta lesbiana, sin detenerse ni un momento, tronaba algunas veces la boca al soltar el clítoris de sus labios, provocándole muchos escalofríos de placer a Rebeca, quien como putita en celo continuaba quejándose: —¡Ah! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! —
La joven le abría más las piernas a su mamadora de bizcochito, quien continuaba bien pegada en esa papayita chupando, lamiendo y mamando, ahora la sirvienta le colocó el dedo índice en su papayita, lamiendo con la lengua moviéndole el dedo, penetrándoselo un poco en su virgen bizcochito, que ya estaba hirviendo por el placer de estas caricias.
— ¡Oh! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Que rico se siente! ¡Ah! —
Se quejaba Rebeca, esa lengua era divina en su bizcochito, sentía algo nunca vivido, dejando que Alicia le chupara y lamiera toda su papayita más al fondo.
— ¡Ah! ¡Me gusta! ¡Ah! —
La chicuela sentía más escalofríos a cada nueva mamada, no podía creer Rebeca las delicias que sacaba de su bizcochito, nunca en sus masturbaciones fueron más allá de frotarse con sus mojados dedos su bizcochito, esto era totalmente
diferente y más excitante, sentía que pronto caminaría entre las nubes.
La pelirroja con mucha gula le chupaba todo el clítoris, con los labios le daba de pequeños jaloncitos, mientras que por dentro de su boca, con su lengua le daba de vueltas en el clítoris provocando que Rebeca se derramara en su misma boca.
— ¡Ah! ¡Ah! —
Sintió un delicioso calor invadir todo su cuerpo, recorrió toda su vértebra anunciándole el clímax, sin poder contenerse más, la joven estalló en un caliente orgasmo, la colegiala con las piernas bien abiertas llegaba a su culminación, agitando su carita de derecha a izquierda gritando:
— ¡Ah! ¡No pares! ¡No! Te detengas ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
Se derramo de una forma deliciosa, temblaba la chicuela ante las mamadas que no se detenían ni un momento. Rebeca abría con mucha flexibilidad sus dos piernas, dejando que la lengua de la sirvienta entrara lo más que pudiera en su bizcochito, se lo masturbaba con la lengua sin detenerse, mientras sus dos dedos entraban y salían de su panochita de una forma deliciosa.
Hasta que Alicia la miró quedarse quieta, llegaba al séptimo cielo caminando entre las nubes, dando de brincos involuntarios su cuerpo por el potente orgasmo que alcanzo, después de un rato la sirvienta le separó su boca del venido bizcochito, le miró a la cara que estaba roja ante su venida, entonces le preguntó:
— ¿Te gustó venirte en mi boca? —
Rebeca perdida no escuchaba, todavía estaba en las nubes quejándose de placer, era tan delicioso que alguien le mamara la papayita, si como ya dije, en alguna calentura Rebeca ya
se había masturbado su panochita.
Sí, pero nunca se imaginó que el que alguien le lamiera todo el bizcochito y más de esta forma tan deliciosa, eso era lo máximo hasta ahora en su vida, descubrió que chupar y mamar su bizcochito, hacia más intenso el orgasmo de la joven, quien todavía no “aterrizaba” en tierra.
Alicia sacó su lengua de su boca, y le volvió a lamer el sensible clítoris una y otra vez, chupándoselo con sus labios dándole de pequeños jaloncitos, haciendo a Rebeca gritar de puro placer:
— ¡Ah! ¡Que! ¡Ah! ¡Ah! ¡Rico! ¡Ah! —
La sirvienta le hizo más intenso e interminable el orgasmo a Rebeca, la lengua no soltaba su papayita, hasta que trono la boca Alicia al liberar el mojado y duro clítoris, ahora la sirvienta la miró a la cara, temblaba Rebeca con los ojos cerrados, las piernas bien separadas, la joven cadereaba compulsivamente temblando de placer sin detenerse.
— ¿Estas bien Rebeca? —
— ¡Ah! ¡Ah! —
Rebeca disfrutaba de su culminación como nunca en su vida, con desesperación apretaba sus manos sobre sus senos, movía su cara de derecha a izquierda, hasta que reaccionó respondiéndole con palabras entre cortadas:
— ¡Sí!... me… me gusto. ¡Ah! Se… se siente ¡Ah! Bien… bien rico ¡Ah! —
La colegiala mantenía sus piernas bien abiertas en el aire, a pesar de ser morena, su cara se veía bien roja, se colocó su mano derecha en su bizcochito comenzándose a acariciar muy despacio, brincando de forma involuntaria al tocar con la yema de sus dedos su sensible clítoris, temblaba todavía de placer, abría su boca agarrando su aire.
Mientras con sus dedos se masturbaba muy suavemente
su papayita. Ahora Rebeca abrió sus ojos mirando a la cara a la sirvienta, quien tenía su boca bien batida de saliva por tanto lamerle, chuparle y mamarle todo ese rico bizcochito.
Alicia le señaló:
—Estoy ya también bien mojada de mi papayita, ya deseo venirme como tú. ¿Quieres lamer mi bizcochito Rebeca? —
Rebeca como si estuviera entre dormida, con los ojos entre cerrados la miró a la cara, bajo la vista mirándole los grandes senos, miraba esos enormes pezones rosas, para ella en este momento esta mujer era toda una diosa, después de lo que descubrió, la rica manera que la hizo explotar en su caliente orgasmo.
—Acuéstate ahora tú Alicia, déjame intentarlo, te lameré tu bizcochito como tú me lo lamiste, a ver si te hago venir en mi boca. —
Expresó Rebeca con la carita roja, mordiéndose los labios como nerviosa de mamar su primer panochita. Se sentó en el sofá Rebeca y después se ponía de pie, miraba a la pelirroja quitarse la pequeña tanguita negra, mirándole esa deliciosa rayita rosa bien rasurada, enseguida la sirvienta se acostó en el sofá cambiando de lugar con ella, ahora Alicia se abrió de piernas de par en par, dejándole ver todo su bizcochito, que era delicioso y antójable, con sus manos se separó los labios vaginales dejándolo bien abierto, se veía sumamente mojados de lo excitada que ya estaba, la sirvienta esperaba esa boquita virgen le mamara todo su bizcochito.
Rebeca una vez más le miró esos enormes senos, los cuales le parecían deliciosos, ahora bajó la vista mirándole la papayita bien abierta, se arrodilló Rebeca junto al sofá sin
decir ni una palabra, solo acercó su cara entre las piernas de la sirvienta,
abrió los labios sacando su lengua de su boca, le comenzó a lamer toda la mojada papayita, desde abajo hasta
el clítoris, se lo lamió una y otra vez, saboreando los jugos vaginales de Alicia.
—Chúpame mi clítoris, chúpamelo. —
Le indicó Alicia, abriendo más el par de piernas, señalándole con su dedo índice de su mano derecha su clítoris, que se veía bien salido de lo excitada que ya estaba.
La colegiala aprendiz lamió otra vez el bizcochito, cuando su lengua llego
hasta el trocito rosita, se lo colocó entre sus labios, chupándolo con mucha suavidad, dándole de pequeños y delicados jaloncitos, como la sirvienta se los dio.
— ¡Oh! ¡Así! ¡Ah! ¡Así! ¡Ah! ¡Chiquilla! ¡Ah! —
Se quejaba Alicia. Quien tenía la papayita bien mojada casi derramada, levantaba su cara del sofá para mirar como Rebeca le chupaba su bizcochito, le veía los senos morenos que se le balanceaban un poco en las lamidas y mamadas que le daba,
esta jovencita era buena alumna, ya le enseñaría a ensartarse en la panochita con los gruesos y enormes consoladores de dos cabezas.
Pero por ahora, esta putita ya estaba aprendiendo a mamarle toda su panochita, lo hacía de una forma fantástica y correcta la cabroncita, heredó los mismos genes de su lesbiana y puta madre.
—Méteme tus dedos en mi panochita, métemelos... —
Suplicaba desesperada la sirvienta. Quien ya sentía un rico calor en su espalda anunciándole su caliente culminación.
Rebeca sin dejar de lamer la panochita ni un momento, obedeciendo le introdujo dos dedos en la mojada papayita, metiéndolos y sacándolos de una forma muy fácil, al ver como se tragaba ese bizcochito sus dedos, ahora le metió cuatro
dedos masturbándola de forma deliciosa, lamiéndole toda la panochita que estaba sumamente mojada, y lista para derramarse, la joven solo escuchaba los gritos de excitación de la sirvienta:
— ¡Ah! ¡Así! ¡No te pares! ¡Ah! ¡No! ¡Ah! —
Rebeca apretaba el clítoris con sus labios, con su lengua le daba pequeños latigazos al sensible clítoris, que por la calentura se ponía rojizo, mientras los cuatro dedos de su mano derecha continuaban entrando en la panochita una y otra vez sin detenerse ni un momento, la chicuela le masturbaba su panochita de una forma divina.
La muy puta de la sirvienta no aguantó mucho, sintiendo llegar al clímax, porque su golosa alumna con la boquita, esa lengua, con sus labios y esos deditos la elevaban al séptimo
cielo, sintiendo Alicia un fuerte temblor en su cuerpo, se empezó a venir sintiendo muy caliente,
estallaba todo su caliente orgasmo entre sus piernas, desesperada abrió su boca gritando: — ¡Quítate! ¡Me! ¡Vengo! ¡Ah! ¡Quítate! ¡Ah! ¡Ah! ¡Me estoy! ¡Viniendo! ¡Ah! —
Rebeca al escuchar los desesperantes gritos de la sirvienta, sacó su mano derecha, mirando enseguida como chorro tras chorro de líquido salían del caliente bizcochito de Alicia,
alcanzando a mojarle la barbilla, sus senos cafés, el sofá, mirando Rebeca como se le mojaban los muslos de Alicia.
Quien “volaba” a las nubes, para caminar en estas en su venida, dando la muy puta de brincos involuntarios su cuerpo. Rebeca abrió enormes sus ojos no creyéndolo, mientras la
pelirroja en su culminación pataleaba, desesperada gritaba
viniéndose como perra en celo.
— ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! ¡vengo! ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! —
La sirvienta tenía sus ojos entre cerrados y su boca abierta, se abría las piernas y los chorros seguían saltando, mojando todo a su alrededor, bajo su mano derecha dándose de golpecitos con sus dedos en su clítoris, sintiendo un shock
eléctrico al tocárselo de lo sensible que lo tenía, pero disfrutaba plenamente de su caliente culminación.
Escuchando una voz lejana gritar:
— ¡Oh! ¡Dios mío Alicia! —
—Estoy... ¡Ah!... bien.... así… ¡Ah! Me vengo… yo ¡Ah! Que rico me vine. —
Rebeca sin decir más, observo el hermoso cuerpo de la sirvienta, con mucha delicadeza le pasó sus dos senos mojados por el estómago de Alicia, con sus manos le acarició los
grandes senos, que estaban hinchados y duros por su venida, ahora la colegiala se recargó en Alicia, dándole un largo beso en los labios, como agradeciendo de este nuevo descubrimiento, era fantástico coger con otra mujer, lamerse y mamarse hasta venirse.
La sirvienta estaba muy sorprendida por Rebeca, quien, a pesar de estar totalmente mojada por su venida, no renegó ni un momento como lo hizo su hermano gemelo Gerardo.
Cuando “aterrizo” totalmente a tierra le expresó: — ¡Oh! Pequeña, me hiciste venir bien rico, mira tú carita como la tienes. —
La colegiala sonrió diciendo: — Te bienes de una forma deliciosa Alicia, te diré un secreto… yo me he masturbado muchas veces, y nunca me he mojado como tú, mira mis
tetas están bien empapadas, me mojaste toda. —
—Te advertí que te quitarás mi amorcito, me lo lamiste bien delicioso. Rebeca… tú... tú eres lesbiana de corazón, para ser tu primera vez, fue estupendo lo que me hiciste en
mi panochita. —
— ¿Lesbiana? ¿Es lo mismo hacerlo con los chicos? —
—Pues a ellos, tienes que chuparles el garrote y agitárselo con tus manos, después te acuestas abriéndote de piernas para que te lo metan en tu bizcochito, o ellos te agachan y te
lo meten en la panochita, o con sus manos te abren de nalgas y te lo meten por el fundillito,
sodomizándote bien rico. Pero ser lesbiana hacerlo con otra mujer, como ahora lo hicimos tú y yo, nos masturbamos mutuamente nuestra panochita, hasta que nos derramamos, mira mi cara y mira la tú ya, por chuparnos la papayita estamos bien embarradas. —
Después de esta corta explicación, se sentó en el sofá y se puso de pie la sirvienta, frotándose con su mano derecha el bizcochito buscando una toalla para secarse los muslos y su
derramada panochita.
— ¿Duele que te lo metan? Tus dedos me gustaron dentro de mi papayita. —
—Si quieres Rebeca, bueno, déjame decirte que tengo un consolador grande, si tú quieres te lo puedo meter en tu bizcochito o en tu culito, y fingiré ser yo el chico que te gusta,
te lo meteré hasta que te vengas estando bien ensartada. —
— ¿Cuándo quieres que lo hagamos? —
Preguntó sonriendo emocionada Rebeca, que al estar platicando se seguía masturbando con su mano derecha su bizcochito, con sus dedos se acariciaba suavemente sus vellitos negros, se metía despacio un dedo en su papayita peluda.
Para la jovencita ahora una grande amistad había surgido entre las dos mujeres, y lo mejor para Rebeca, era que la sirvienta estaría en su casa noche y día, así que podrían volverlo hacer en cualquier momento que ellas quisieran.
—Al rato en la noche te visito en tu recámara o mañana aquí mismo, que es más seguro, porque una vez que estés desnuda y te ensartes el consolador en tu bizcochito, no podrás correr para abrir la puerta si alguien te busca en tu habitación, eso es seguro. —
Rebeca se acercó a su nueva amante, le colocó sus manos en los grandes senos, enseguida junto sus labios a los de la sirvienta, mordiéndolos muy suavemente haciendo un momento de silencio, sintiendo como se le continuaba mojando su bizcochito de lo excitada que todavía estaba,
mientras se besaban ellas, la sirvienta con sus dos manos libremente le
acariciaba las nalgas a Rebeca.
—Mi pequeño amor, hoy duérmete temprano y te visitaré en tu recámara, si me es posible, nos amaremos de nuevo. ¿Te parece? —
—Te esperaré Alicia, te esperaré desnuda y con las piernas bien abiertas, pero no les diremos a nadie de nuestros encuentros. ¿Verdad Alicia? —
Al oír esto la sirvienta sonrió, era igual de ingenua que su hermano. Rebeca le guardaría el secreto de que ya la pervertía, y ahora esperaba ansiosa la joven, que se la cogiera otra vez esa noche en su recámara, esperando impaciente el consolador.
—No… no diremos nada a nadie, esto es entre tú y yo. ¡Vale! —
— ¡Vale! Creo que te amo Alicia. —
—Acércate Rebeca, probemos nuestros labios una vez más. —
—Me gustó mucho besarte, me gusta sentir tus manos en mi cuerpo. —
La sirvienta la miró directo a los ojos, diciéndole: —Cuando te meta el consolador, sabrás lo que en verdad
es ser una lesbiana. —
— ¿Cómo me lo darás? —
Le preguntó Rebeca mientras la sirvienta le acariciaba su cabello, le contestó: —Eres una impaciente. —
—Solo dime. ¿Qué me vas a hacer? —
Después de preguntarle, Rebeca le besó en los labios a la sirvienta, sintiendo ambas repegarse sus senos unos con otros, al despegar los labios Alicia le expresó: —Te sentaré en la orilla de tu cama, te acostaras abriéndome tus piernitas, entonces te meteré el consolador bien despacito, claro después de unas buenas lamidas de bizcochito, sé que eres una
atrevida y aceptarás que te masturbe, mientras te lameré tu clítoris una y otra vez hasta que te derrames estando bien ensartada. —
Al terminar de decirle estas palabras, la sirvienta con sus dos manos le acarició muy suavemente el cabello de la joven, se dieron otro beso en los labios, manoseándose los senos
una a la otra.
Rebeca solo pensaba que jamás se terminaran estas caricias. Después de unos minutos ambas se metieron
al baño para bañarse juntas en la casita, se vistieron después se fueron a la casa antes que llegara su mamá.Está historia continuará....
Gracias por el voto, te invito a leer mis novelas publicadas aquí en wattpad tituladas:
NEGOCIO REDONDO violencia, drogas y sexo el camino a la perdición. (Erótica)
THE SALEM TOUR SIN FRONTERAS drogas, sexo y rock pop. (Erótica)
LAS BRUJAS DE LA MONTAÑA las bestias del infierno. (Terror)
LAS MUÑECAS DE LALITH el jardín de las almas perdidas. (Terror)
LAS PROFECÍAS DEL MUNDO KAWA.
(Fantasía)Gracias por seguirme, soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.
davidarellano400
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LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES. LA SIRVIENTA.
Genel KurguDespués de terminada la novela erótica titulada: NEGOCIO REDONDO violencia, drogas y sexo el ca- mino a la perdición. Ahora solo queda leer, estas historias eróticas tituladas: Las cartas de EL CLUB 69 DE ARIES. En donde las personas dan su punto d...