EL SECRETO OBSCURO ENTRE MADRE E HIJA.

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LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES.

UNA MÁSCARA PARA LA SOCIEDAD.

CAPÍTULO 06

Cuando llegaron a la casa no vieron el automóvil de su mamá estacionado afuera en la calle, Pablo con su llave abrió la puerta se miraron en silencio uno a otro abriendo con cuidado la puerta de la sala, caminando sin hacer ningún ruido hacia la cocina.
— ¿Crees que tu mamá fue a algún lado con Norma? —
Le preguntó sacado de honda Esteban en voz baja.
—No sé, buscaré aquí abajo en la recámara de mamá. —
Respondió en voz baja Pablo desconcertado levantando los hombros. Buscaron en la planta baja sin encontrar a nadie, enseguida subieron los dos despacio la escalera, todas las puertas de las recámaras se encontraban abiertas y la del baño también, solo la recámara de Norma se veía entreabierta.
De repente se quedaron quietos cuando oyeron un sensual quejido salir del cuarto de Norma.
— ¡Ah! —
Se les congeló la sangre bombeándoles más rápido el corazón, se acercó muy despacio Esteban a Pablo y en el oído en voz baja le comentó: —Creo que Norma se ha de estar masturbando sola, tu mamá no está en casa, que bueno que no nos ha escuchado, anda ya encuérate y nos la cogemos entre los dos, ahorita mismo, rápido antes que tu madre regrese a la casa. —
Pablo al escuchar la propuesta muy obediente y sin decir nada, se quitó toda la ropa tirándola en el suelo del pasillo, Esteban ya todo encuerado con su mano derecha empujó muy despacio la puerta de la recámara, los dos jóvenes entraron sin hacer el menor ruido, había seis velas rojas alumbrándose en el obscuro cuarto, olía sumamente delicioso a canela, en ese momento Esteban y Pablo vieron una silueta cerca de la cama, fue una “sorpresa” de lo que vieron.
Estaba Norma en cuclillas en la orilla de la cama, con un consolador grande metido entre las nalgas, la muy puta se bajaba despacio con mucha práctica, empujando el consolador contra el suelo entrándole en su cuerpo hasta donde ella lo aguantaba, la otra gruesa cabeza del consolador chocaba contra el piso.
Ella levantaba muy despacio las piernas y el consolador muy lentamente se le comenzaba a deslizarse hacia afuera de las nalgas, su cabello largo caía sobre su espalda, encima de sus hombros sostenía unas piernas agachaba su cabeza para
chupar entre las piernas al intruso que tenía acostado, al lamer salía una voz de mujer quejándose despacio sintiendo cada mamada que le daba con la lengua.
— ¡Ah! ¡Así! ¡Ah! Sigue ¡Ah! —
Si, era una voz de mujer la que se quejaba. Volteó Esteban su cara para mirar a Pablo, se veía rojo de coraje por ver que su hermanita le mamaba el garrote a otro cabrón, pero a pesar de estar Norma en esa posición sus nalgas no se veían tan grandes, pero que pinche práctica tenía esta puta, para picarse el culo sin meter las manos en sus calientes sentadillas, se bajaba y se subía con mucha habilidad.
Con mucho cuidado dieron tres pasos más los dos jóvenes, para ver quién era el cabrón que recibía las mamadas de Norma, y ¡zas!... con la luz de las velas miraron a Norma acostada en la cama, con una blusita blanca puesta, era ella la que tenía las piernas levantadas sobre los hombros de la otra persona, al sentir la presencia, giró la cara la persona que estaba de cuclillas lamiéndole el bizcochito.
Ellos se quedaron fríos, helados y todos pendejos. “Sorpresa”.
Era María su madre, lamiéndole toda la papayita a su propia hija Norma, con su boca toda llena de saliva y de jugo vaginal, en ese momento pareció que el tiempo se detuvo dentro de ese cuarto para todos.
Sobre la cama había dos gruesos y grandes consoladores de dos cabezas, de unas treinta pulgadas de largo cada uno, un consolador de una
cabeza, pero menos grueso que los otros dos consoladores.
María tenía las piernas de Norma en sus hombros, y el bizcochito en su cara lamiéndolo una y otra vez, con una mano le metía y le sacaba el consolador, que estaba ensartado en el rico y apretado fundillito de Norma, con su lengua María le lamía todo el clítoris, se lo chupaba con sus labios sacándole esos excitantes quejidos de placer.
Mientras lo hacía, ella misma muy despacio se levantaba y se sentaba en la enorme vergota de goma, que se empujaba contra el suelo, le masturbaba de forma deliciosa todo su fundillito.
Al voltear a mirar quien había entrado a la recámara, María tenía toda su carita llena de jugo vaginal que le brillaba con la luz de las velas; a un lado estaban de pie un par de
pendejos totalmente encuerados con el garrote bien erecto, con su cara de sorpresa, sin poder creer lo que observaban entre las dos mujeres.
María veía las doce gruesas pulgadas de vergota, que Esteban cargaba entre sus piernas, apuntando hacia ella, enseguida miró a su hijo todo encuerado con sus siete pulgadas
de tieso garrote.
Norma era la única con los ojos cerrados, con su mano derecha se masturbaba su panochita, disfrutando del placer, mientras su madre se la cogía con el consolador. Alguien tenía que hacer algo y rápido, antes que se desatara la guerra en ese cuarto.
Esteban tomó la iniciativa arriesgándose con María, dio tres pasos más quedando detrás de ella, se agachó a besarla en la boca probando los jugos vaginales de Norma y la saliva de María, bajo sus manos Esteban agarrándole las deliciosas
nalgas, la levantó muy despacio poniéndola de pie sin dejar de besarla.
Norma mantuvo sus piernas en el aire sin dejar de masturbarse el bizcochito, con el consolador bien ensartado en su fundillito, abrió los ojos mirando a su madre besándose
con “el hermanito” Esteban, pero a la hija de su puta madre, no le importó en lo más mínimo ver en su recámara a Esteban y a Pablo.
María era manoseada por Esteban tenía duras las nalgas de piel suave, y como él era más alto que María, su garrote se le hundía en su estómago, pero ella le repegaba sus blancos y
grandes senos.
Esteban soltó los labios y las ricas nalgas de María, retrocedió solo un poco, miró para abajo buscando su
pequeña rayita, era como se la imaginaba, bien rasurada y
pequeñita, realmente se le veía deliciosa para mamársela hasta que se viniera la muy puta.
El consolador que tenía María metido entre las nalgas, se le iba saliendo muy pero muy lentamente de su goloso fundillito. Esteban la abrazó repegándose a María volviéndola a
besar en sus labios, ahora le bajo sus dos manos desde su cinturita acariciándole nuevamente las nalgas, le sujetó con su mano derecha el enorme consolador que tenía bien ensartado en su fundillito, metiéndoselo un poco.
Entonces le comentó al oído:
—Quiero que me chupes todo mi garrote, pero quiero ver como Norma te coge por tu fundillito, ya estás bien ensartada mi reinita, mírate como estás. —
María sin dar ninguna explicación, de porqué se estaba cogiendo a su hija, ella solo le sonrió mirándolo nerviosa a la cara, entonces le preguntó:
— ¿Cómo haré las dos cosas?
¿Mamártela y que Norma me culé al mismo tiempo? —
—Agáchate tantito Mary, y déjame ver hasta donde la tienes metida en tu fundillito. María obedeció a Esteban, se dio la vuelta dándole la espalda se agachó apoyando sus dos manos en las rodillas, sus dos grandes senos se le balancearon desafiando la gravedad,
Esteban con sus manos jaló con cuidado el consolador que tenía María ensartado en su fundillito, liberándoselo por completo.
Esteban se agachó mirándole el fundillito, que estaba bien abierto, vaya que era grueso y demasiado largo el consolador para ella sola, así que se compartiría la otra punta del grueso consolador con su hija. Antes que se le empezará a cerrar su goloso fundillito.
Esteban le introdujo la gruesa cabezota de goma, al sentirlo entrar en su cuerpo de nuevo le sacaba un
quejido de placer a María.
— ¡Ah! ¡Qué rico! Ya me entró en mi fundillito, ¡Ah! ¡Qué rico! —
Ahora Esteban le colocó sus manos en los hombros, y giró a María dándole la espalda a Norma, la acomodó entre
las piernas de su hija que todavía las tenía levantadas y abiertas en el aire, esperando que se la volviera a chupar, pero al ver Norma lo que Esteban se proponía, con sus manos se acercó una almohada colocándola en su cabeza, para ver mejor la metida de garrote que le daría a su madre.
Se veían deliciosas sus dos nalgotas, con el grueso consolador ensartado entre estas, el pequeño fundillito estaba abierto de forma sorprendente, dejando el otro extremo del consolador libre, para que Norma se lo metiera en su goloso bizcochito, era un consolador de treinta pulgadas de largo.
Esteban dirigió a María echándola para atrás muy despacio, agarró la otra punta del consolador Esteban colocándoselo en el estrecho bizcochito de Norma, una vez que la
punta toco los labios vaginales del bizcochito, con cuidado se empezó a echar para atrás María, metiéndose despacio el grueso consolador ahora en ambos lados, sacándoles a las dos mujeres unos deliciosos gemidos de placer, a la madre y a la hija escuchándose en el cuarto:
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! —
— ¡Ah! ¡Mi culito! ¡Ah! ¡Ah! —
Norma a un tenía el consolador sencillo, bien metido en su fundillito, que era con el que su madre la masturbaba cuando ellos entraron en la recámara, era lo que ahora le
daba más placer, el estarle metiendo el otro consolador más grueso en su bizcochito, cada que su madre se echaba para atrás, el grueso dildo se les iba introduciendo en ambos agujeritos, torturándolas con mucho placer una y otra vez, desapareciendo poco a poco el grueso consolador entre el fundillito de María y en el bizcochito de Norma.
Ahora que ya estaba bien metido el consolador. Norma puso sus dos manos en las nalgas de su madre, aventándola muy despacio hacia delante, ahora María retrocedía muy suavemente frotándose ese consolador en ambos lados.
Esteban ya había dejado bien ensartadas a las dos mujeres, caminó unos pasos y se fue a parar enfrente de María, agarrándola con sus manos muy suavemente del cabello. María
giró su cara para ver a su hija, como la empujaba con las manos en sus nalgas, miró a su hijo Pablo, que ya estaba hincado sobre la cama con su garrote bien erecto muy cerca
de la cara de Norma.
Y ella sin ninguna protesta abría su boquita chupándole todo el garrote a su hermano, hasta topar su nariz con sus vellos rebotando los huevos en su barbilla. María vio cómo su hija le devoraba todo el garrote con una práctica encabronada.
—Mira que cabrón. —
Expresó María al ver a Pablo meterle el garrote en la boca a su hija. Esteban enderezó a María agarrándola con sus manos de la cabeza, enseguida le introdujo su gruesa vergota en sus labios, callando las protestas de la mujer no soltándola de sus orejitas, hundiéndole su grueso garrote una y otra vez en su boca.
¡Sí!... Amigos, llegamos al cuadro más sensacional y erótico de esta santa familia de intachable moral, como podrán ahora imaginar. Pablo estaba hincado sobre la cama, por encima de la blusita con sus manos le acariciaba los senos a su hermana, era masturbado por la pequeña boquita de Norma, y por su mágica mano derecha.
La chica tenía bien ensartado en su fundillito un consolador sencillo, que la hacía estremecer, mientras su bizcochito estaba conectado al rico fundillito de su madre, por un grueso y largo consolador de treinta pulgadas de largo.
Norma con su mano izquierda muy suavemente aventaba a su madre, ella retrocedía muy despacio
masturbando el bizcochito a su hija, y a su vez se masturbaba todo su fundillito, mientras María empinada con su boca le chupaba lo más que podía de la gorda y larga vergota de Esteban, logrando introducir a su boca diez pulgadas, haciéndolo retorcer de puro placer a cada nueva mamada que le daba.
Mientras que sus grandes senos se le balanceaban, con el van y ven de los aventones que le daba su hija, todos unidos en la cama tratando de sacar el mayor placer, en este pequeño grupo de calientes lujuriosos e incestadores, adoradores del Dios verdadero.
Ahora la guerra ya la había perdido su madre María, por no protestar desde el principio en que entraron a la recámara, todos encuerados su hijo Pablo y Esteban, interrumpiendo la secreta cogida que le daba a su hija Norma, si, se escondían las dos mujeres en su casa en un acto lesbiano e incestuoso entre madre a hija, del cual pablo ignoraba por
completo.
Después de seis minutos de estar aventándole las nalgas, y chupar el garrote Esteban le acarició la cara a María, con una voz dócil le expresó: —Te voy a coger tu bizcochito Mary,
lo has de tener bien apretadito. —
Con su mano derecha le levantó la cara a María, ella fue chupándole toda su gruesa vergota hasta soltarle la punta, dejándola bien ensalivada y dejando un hilo de baba entre sus labios y el excitado garrote, entonces María se enderezó estando conectada de su fundillito con el bizcochito de
Norma.
Esteban le dio un beso en la boca a María, metiéndole la lengua probando el sabor de su propio garrote, le comentó: —Norma baja tus piernas al piso, tu mamá se acostará encima de ti. —
Norma al escuchar esto, muy obediente bajo las piernas sin cerrarlas, tocando las plantas de sus pies el suelo. Ahora María se fue acostando muy despacio sobre su hija, sus nalgas le quedaron sobre los vellos del bizcochito de Norma,
apoyo María sus pies sobre las piernas de Norma.
Como su madre María era más delgada y bajita, no tuvo problemas
Norma al acomodarse de esta manera, la nuca de María le quedó justa en la cara de Norma.
Así que de lado sus caras quedaron juntas, enseguida Norma abrazó a María agarrándola de sus grandes senos, apretándole con sus dedos sus ricos pezones. Esteban admiró esa panochita que tenía enfrente de su cara, estaba abierta mostrándole su salido clítoris, que se encontraba ya bien mojado y excitado, sus paredes vaginales listas para introducir toda su vergota en esta.
Mientras su fundillito seguía bien abierto por el grueso consolador de goma, también miró el rico bizcochito de Norma, que se encontraba bien ensartado por la otra punta del consolador, alcanzaba a mirar el otro consolador que estaba metido en el fundillito de Norma, esta sí que era una hermosa vista.
Ahora Esteban se acercó colocándole su garrote en la mojada papayita de María, con sus dos manos le agarró de sus piernas y de un empujón, se le abrió el caliente bizcochito, dando paso a su grueso garrote, metiéndole solo ocho de sus doce gruesas pulgadas de un solo putazo.
— ¡Ah! ¡Qué rica la tienes! ¡Ah! ¡Mi panochita! ¡Ah! —
Gritó María al sentirse penetrada por tremenda tranca. Una vez adentro le comenzó a menear sus doce pulgadas de garrote en ese pequeño bizcochito.
Mientras Esteban le bombeaba, María volteaba a ver de reojo como Norma seguía chupando el garrote de su hermano. Pablo miró a su madre fijamente a su cara, le sacó su erecto garrote de la boca de Norma, todo mojado de saliva se atrevió el cabrón a ponerla ahora en los tibios labios de su madre.
María sin decir ni una palabra solo abrió su boca chupándole la cabeza a su hijo dándole unas lengüeteadas, estiró María su mano izquierda agarrándole los peludos huevos a
Pablo, para acercarlo más y de una sola chupada la muy puta se lo hundió todo en su boca, que al no ser tan largo como el de Esteban, su nariz chocó con sus pelos y sus huevos
tocaron su barbilla.
Se lo sacaba de su boca casi hasta afuera y se lo volvía a tragar, levantaba su vista buscando la aprobación de Pablo, tal parecía que María solo le pedía perdón a su hijo, por cacharla estando, cogiendo con Norma y su obscuro secreto se
descubría. Su propia madre y su hermana, envueltas las dos en un acto lesbiano e incestuoso.
Ahora Esteban trataba de meter lo más que podía su gruesa vergota en el caliente bizcochito, así que con sus dos manos le levantó más las piernas a María, le alcanzó a meter de lleno once pulgadas de su vergota.
Esos muslos estaban deliciosos hacia gritar de placer a la muy puta, que entre el grueso consolador que tenía metido en su fundillito y la gruesa vergota que Esteban le metía y
sacaba del bizcochito, la hacían retorcer de puro placer, haciéndola gritar como loca:
— ¡Ah! ¡Así! Húndela toda. ¡Ah! ¡Ah! ¡Qué rico! —
Esteban cadereaba como loco en el cuerpo de María, ese bizcochito estaba delicioso y entre más la movía más le masturbaba también el bizcochito de Norma, que estando conectado al mismo grueso consolador de su madre, Norma ya no aguanto los tallones, que le provocaba las nalgas de su mamá en su panochita.
Sintió muy caliente su cuerpo un delicioso escalofrió recorrió su vértebra, ella puso sus dos piernas rígidas, derramándose la cabrona como vil puta en celo, alcanzando el clímax en su bizcochito, dejando salir sus gritos de su orgasmo en
los oídos de su madre.
— ¡Me vengo! ¡No paren! ¡No! ¡Ah! ¡Ah! Me, ¡Ah! —
Abrazaba con fuerza Norma a María, durante su caliente culminación, le apretaba los dos grandes senos a su madre disfrutando de su venida,
mientras su madre la escuchaba sin
detenerse le seguía chupando, desde la punta hasta la raíz la vergota de Pablo, una y otra vez lo masturbaba con su boca embarrándose toda su carita de saliva, haciendo retorcer a su hijo de puro placer, con esos labios que tenían tanta experiencia en el arte oral, después de cinco minutos de empujones en su bizcochito, Esteban le pidió:
—Déjame montarte María. —
Se echó hacia atrás Esteban, sacando su garrote del mojado y caliente bizcochito de María, ayudándola enseguida a ponerse de pie en el suelo. Esteban puso su mano derecha en el consolador, y enseguida María se agachó, muy despacio se echó para adelante liberando su pequeño fundillito de aquel monstruo de goma, con cuidado le sacó la otra parte
que tenía Norma metida en su mojado y venido bizcochito.
Norma ahora despacio se giró toda boca abajo, y se fue gateando más adentro de la cama, sin sacarse el otro consolador de su fundillito, mostrándoles a todos como estaba
bien ensartada en medio de sus dos nalgotas, por aquel goloso juguete que no se le salió de su culito.
La chica se acostó con cuidado de espaldas abriéndose un poco las piernas, acariciándose con su mano derecha todo su bizcochito, masturbándoselo muy suavemente, la muy puta e insaciable ya buscaba otro caliente orgasmo, porque para ella
esta pequeña orgifiesta apenas comenzaba.
—Acuéstate Esteban, te voy a montar y te vendrás como estudiante de secundaria, solo de tres caderazos te vas a deslechar cabrón, ya lo veras. —
Le expresó María sonriendo, con sus manos se ataba el cabello, admirando el tamaño de la vergota que deslecharía. Esteban enseguida se acostó a un lado de Norma besándose en los labios dejando que María los viera, con que naturalidad lo hacían los jóvenes sin el menor miedo, ahora se agarró su garrote masajeándolo con sus dos manos, esperando a que ella se subiera a la cama y se ensartar su bizcochito en esta vergota.
María con una sonrisa en su cara se subió a la cama, paso una pierna sobre el cuerpo de Esteban y enseguida con su mano derecha se colocó la vergota en su pequeña panochita, mirando Pablo como su madre se ensartaba ese garrote.
María solo se dejó caer de puras nalgas, devorando aquel grueso tronco con mucha facilidad, enseguida comenzó con mucha experiencia a menear toda su cadera, queriendo deslecharlo deprisa, solo los grandes senos se le veían que le
volaban de un lado a otro en su movimiento de cadera, entre
cerraba los ojos disfrutando de montar su macho.
Pablo se pasó del otro lado de la cama, ante la mira de su madre, se arrodilló sobre la cama enseguida le levantó las dos piernas a su hermana, subiéndole las nalgas sobre sus rodillas, poniéndola en este ángulo que le penetraría más a fondo en el bizcochito de su hermana Norma.
— ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Me! ¡Ah! —
Le entro de un golpe el garrote de su hermano, que a pesar de que era su garrote más delgado y corto que la del grueso consolador.
Norma ya tenía muy sensible todo su bizcochito por su caliente orgasmo.
—Mira mami, como me tiene, mira mami, como me está cogiendo este cabrón. —
Le comentó con una voz melosa Norma, volteando a ver a su madre cerrando los ojos, disfrutando la cogida que le daba su hermano. Quien ya buscaba alcanzar la eyaculación
en esta rica y caliente panochita.
María giró su cara para ver a “sus bebés”, que no eran más que unos hijos de la chingada, que ya tenían una práctica muy encabronada en el arte del meter y sacar en ese caliente bizcochito, que se quedó bien pendeja María, al ver a los dos coger, mientras trataba de ordeñar el vergonón de
Esteban, que lo tenía bien metido en su pequeño bizcochito.
Ahora Pablo con sus dos manos, le desabrochó la blusa de Norma, de inmediato se le asomaron los dos grandes senos de piel blanca. Pablo con sus labios se le pegó a mamar
uno de sus ricos pezones rosas. María ahora le vio los chupetones que tenía Norma en las chichotas, eran de colores, morados, azules y verdes. Que por ser blanca su piel exageraban los chupetones.
— ¡Mírate, hija de la chingada! ¡Mira cómo te tienen cabrona! Bien chupeteados tienes los dos pinches senos, ¿Cual frio pinche mentirosa? Si este cabrón, ya te tiene bien cogida
y bien chupeteada cabrona, sí que eres una pinche puta mentirosa Norma. —
Protestó María al descubrir que, por otras recientes cogidas, a Norma la habían dejado bien marcadas de los grandes senos. Porque ella le había dicho a su mamá, que tenía frio
en los pulmones y no se quitaría la blusa, pero era para que su madre no notara las marcas que tenía de los chupetones, por eso cuando las encontraron su madre le mamaba el bizcochito, pero no estaba Norma toda desnuda, tratando de ocultar las marcas que su hermano y Esteban le habían hecho.
Esteban al escuchar las protestas, con su mano derecha jaló suavemente del cabello a María, la agacho hacia él, besándola en la boca para que ya no siguiera protestando por lo descubierto.
Al agacharse María le repegó sus senos al pecho a Esteban, dejo bien paradas sus nalgas, mientras Pablo le bombeaba el bizcochito de Norma, se echó hacia atrás mirándole más de cerca el par de nalgas que se cargaba su madre.
Se atrevió el hijo de puta a poner una de sus manos sobre una de las nalgas de María, ya que estaba a un lado de ella, le manoseo con lujuria las dos grandes nalgas. Esteban al mirar
como la manoseaba Pablo, la abrazó con fuerza no dejando enderezar a María, manteniéndola recostada, besándole los labios para que no bajara las nalgotas y no protestará.
Pablo se atrevió a meterle el dedo medio en el pequeño fundillito, para que no se levantara María, Esteban ahora se pegó a mamarle los dos grandes senos, mordisqueándoselos
con mucha lujuria, dejándole marcados los chupetones en
sus dos blancas chichotas. Escuchando a María decirle:
—No me muerdas tanto, pinche goloso. —
—Ahora a mí me toca arriba Esteban. —
Comentó Pablo. Quien de inmediato sacó su erecto garrote del bizcochito de Norma, y se acomodó detrás de las nalgas de su madre María. Quien al sentir el garrote picarle su fundillito volteó a mirarlo, viéndole su tiesa vergota le preguntó: — ¿Que me vas a hacer cabrón? Contéstame, ¿Me
vas a culear? —
Pablo la miró a la cara y sin responderle, solo sintió María como Pablo la agarraba con sus dos manos de la caderita, antes que ella protestara Esteban la volvió a abrazar besándola en los labios, así que María se agachó, después del beso le colocó sus senos en la boca, para que
Esteban siguiera mamándoselas y que su hijo Pablo, hiciera lo que quisiera
con sus nalgas y con su caliente fundillito.
Al fin y al cabo, finalmente estaba ya vencida María, y ya estaba ella muy, muy caliente, ya no tenía resistencia sobre ellos, perdiendo la guerra con sus dos llamados “bebés”.
Pablo con sus manos le abrió las nalgas a María, pero en vez de buscar el rico fundillito, puso la punta en el bizcochito. Esteban al sentir, que quería meter el garrote junto al suyo
en la panochita, ya sabía lo que este cabrón iba hacerle a María, así que se sacó lo más que pudo su vergota de la panochita, hundiendo las nalgas en el colchón, dejando casi su gruesa cabeza en la mojada entrada del bizcochito.
Ahora Pablo le hundió su garrote en el bizcochito y sin más, los dos cabrones se la hundieron de golpe, al mismo tiempo en su caliente panochita, llenándosela de dura carne por completo, apretando la panochita de una forma deliciosa las dos vergotas, y el grito de gusto de María no se hizo esperar:
— ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Mi! ¡Ah! —
Sintió María las dos vergotas en su panochita, gritaba de puro placer. Pablo ahora con sus dos manos, agarraba de nuevo de la caderita de María, comenzó a moverse cadereando con fuerza, tallando todo su garrote con el grueso vergonón de Esteban, estuvieron por un rato disfrutando el saturado bizcochito de María.
No conforme Pablo para hacerla gozar como lo hacía con Norma, con su mano derecha agarró uno de los consoladores sencillos que estaban sobre la cama, enseguida lo escupió
en la gruesa punta, le abrió con sus manos las nalgas, y muy despacio se lo fue introduciendo en el fundillito a María. Quien pego otro grito, al sentirlo entrar en su fundillito.
— ¡Ay! Despacio mi culito ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Ah! —
No era tan grueso el consolador, como el otro con el que se masturbaba el fundillito cuando las encontraron, pero entre las dos vergotas que estaban ensartadas en su pequeño
bizcochito, y el consolador de goma ensartado en su fundillito, los dos cabrones le estaban dando la verguiza de su vida.
Sin que nadie de su religión o la gente a la que le predicaba supiera de su vida, a escondidas por más de dos años María cometía actos de incesto y lesbianismo, al revolcarse con su propia hija que tanto amaba.
Norma muy celosa le guardaba el obscuro secreto a su madre.
Pero ahora también cometía incesto con su propio hijo, y cometía fornicación con un “hermano espiritual de su religión”, que le saturaban el bizcochito de placer a la pinche vieja santurrona.
Que, según ella, se espantaba mucho de las jóvenes testigos de su congregación que eran lesbianas, y según ella, que su familia tenía una vida muy digna como testigos de Jehová que eran, por eso todos los que los conocían, los respetaban
mucho por su buena conducta.
— ¡Mami, mami! Así me cogieron al mismo tiempo estos dos cabrones, y se siente bien rico, como te entra en la panochita las dos vergotas a la vez. —
Le expresó Norma mirándolos, tratando de excitarse más al ver como se cogían los dos jóvenes a María.
Norma todavía estaba bien ensartada de su fundillito por un consolador,
que lo movía con su mano izquierda, mientras con su mano derecha se masturbaba su derramado bizcochito, ya buscaba otro caliente orgasmo.
— ¡Ay! Cabrones ¡Ah! ¡Muévete! ¡Ah! —
Se quejó María entre cerrando los ojos, de las metidas de verga que le estaban dando en su panochita, mientras Esteban acostado le seguía chupando los grandes senos.
—Norma pon tu bizcochito en mi boca, te lo voy a mamar hasta que te vengas. —
Le comentó Esteban dejando de mamar las chichotas de María, y mirando a la cara de Norma, quería ahora mamarle el bizcochito a la joven, ella al escuchar esto, ni tarda ni perezosa se dejó de masturbar el bizcochito, se levantó del colchón.
María se enderezó dándole espacio a Norma, quien le colocó su peludo y baboso bizcochito en la cara de Esteban, dándole la espalda a su madre, sintiendo sus calientes y
grandes senos en su espalda.
Si amigos, este era otro hermoso cuadro de erotismo, cuatro religiosos entregados a Dios, y ahora se perdían en los brazos del deseo, la lujuria y la total depravación.
Pablo metía su garrote junto con la vergota de Esteban en el rico,
apretado y caliente bizcochito de María, mientras Pablo como loco cadereaba en las nalgas de su madre, y con su mano derecha le metía y le sacaba el consolador del fundillito de María.
Ella se inclinaba en la espalda de su hija Norma, le manoseaba los dos grandes senos, apretándole con sus dedos los pezones de su hija, mientras sentía su panochita bien abierta
con las dos vergotas torturándola de una forma divina.
Esteban disfrutaba mucho de la saturada panochita de María, pero también le lengüeteaba todo el bizcochito, chupando el mojado clítoris a Norma, mientras con su mano derecha Esteban ya le movía el consolador, que tenía ensartado en el fundillito de Norma, calentándola más y tratando de sacarle otro caliente orgasmo de su cuerpo.
Después de cinco minutos de lamerle todo el peludo bizcochito de Norma, sintió otro delicioso calor apoderarse de su cuerpo, sintiendo alcanzar la culminación y derramándose
de nuevo la cabrona, llegando al clímax, se le metía y se le salía el consolador de su fundillito,
mientras la lengua de Esteban no paraba de mamarle el sensible clítoris. Su madre le manoseaba los dos senos, que se sentían hinchados, apretándole los dos pezones con sus dedos, sintiéndolos duros y firmes, Norma sintió un delicioso escalofrió
recorrer toda su columna vertebral, anunciándole otro caliente orgasmo, y ya no aguanto más, gritaba en la recámara de puro placer.
— ¡Ah! ¡Esteban! ¡Ah! Jode mi culito. ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! —
La muy puta de Norma explotó en un nuevo orgasmo, viniéndose ahora en la boca de Esteban. Quien le seguía
mamando y lamiendo su bizcochito, y no aguanto más la saturada papayita de María, sintió también recorrer un delicioso calor en su cuerpo,
anunciándole su caliente venida en
el rico bizcochito, tratando de gritar teniendo la derramada panochita de Norma en su boca, sintió Esteban sus piernas rígidas ya con la eyaculación en la punta.
— ¡Quítate! María. ¡Me! ¡Me vengo! ¡Quítate, María! —
Esteban a como pudo gritó desesperado, ya sentía llegar a su culminación. María le gritó:
— ¡Échamelos adentro! Derrámate. ¡Dámelos en mi panochita! ¡Dámelos! —
María gritando desesperada, empezó a caderear como loca para deslecharlo por completo, mientras su hijo manoseándola, entre sus nalgas con más rapidez, le metía y sacaba la vergota de su caliente papayita, moviéndole el consolador del fundillito a un ritmo enloquecedor.
— ¡Ah! Me. ¡Vengo! ¡Ah! ¡Qué apretadita! ¡Ah! —
Gritaba Esteban sintiendo como se le hinchaba su garrote, y salían los chorros calientes de espermas, chorro tras chorro mojándole todo el rico bizcochito de María, provocándole que su caliente panochita se contrajera, y fuera también presa de un caliente orgasmo, ya que en ese momento las metidas y sacadas de las dos vergotas, era interminables
adentro de su bizcochito.
— ¡Ah! ¡Están calientes! ¡Ah! ¡Mi bizcochito! —
Gritaba María alcanzando el éxtasis, agitaba desesperada su cara de izquierda a derecha, cerraba los ojos levantaba su cara, explotando todo su caliente orgasmo, pero seguía cadereando sin detenerse ni un momento, queriéndole exprimir
por completo su vergota a Esteban.
Pablo sentía mover las nalgas de su madre, de lo caliente que estaba, sin pensarlo le metió una nalgada a María, que le hizo más intenso su culminación, esta se venía sobre Esteban cerrando sus ojos y abriendo su boca, de lo excitada, con sus manos le apretaba María las chichotas a Norma, entre temblores gritó:
— ¡Dame en la otra nalga! ¡Dame!
¡Ah! ¡Me estoy! ¡Ah! —
Pablo con su mano derecha le dio otra nalgada, dejándole marcada su mano en la blanca nalga, María sintió otro rico escalofrió recorrer su cuerpo, anunciándole su orgasmo. Pablo solo de pensar que montaba a la máxima autoridad de la casa, dándole de fuertes nalgadas, le hizo que empezará a escupir su leche caliente en esa saturada papayita.
Que era dueña de dos vergotas a la vez, llenando su panochita de más leche caliente, ahora brincando más chorros y chorros adentro del saturado bizcochito.
— ¡Ah! Mami. ¡Ah! ¡Me Vengo! ¡Ah! ¡Ah! —
Los chorros de esperma caliente se introdujeron en su bizcochito uno atrás de otro, haciendo todos juntos un concierto de alaridos, convirtiéndose en un cuadro escandaloso de orgía, fornicación, incesto, entre madre, hija e hijo,
disfrutando al máximo de sexo, junto con un desconocido llamado
“hermano”, de apenas cinco días de a ver llegado a esta casa, este cabrón lujurioso, ya era también partícipe de estas perversiones de la familia religiosa.
Pero afuera de esta casa, y sin que nadie supiera de estos malos actos, toda la familia era muy respetada y querida por todos sus “hermanos” espirituales y sus vecinos.
Quienes eran para estas gentes una familia ejemplar y muy educada.
Porque como María siempre les decía: ser testigo de Jehová bautizado, tiene que ser una persona muy ejemplar, justa, recta de buena moral, e intachable conducta y sin pecado,
para poder ir con la cara muy en alto a tocar a las puertas de otras personas, invitándolos a que se conviertan en testigos como ellos.
Salvándolos de la destrucción del mundo, y que puedan ser partícipes con ellos en un paraíso, que solo Dios les dará a los justos, para poder vivir para siempre sobre la Tierra,
alcanzando el paraíso prometido por Dios, mientras que todos los mundanos serán destruidos, junto con Satanás por sus malos actos y por los pecados en contra de Dios.
Después de un minuto de gemidos, todos se callaron y quedaron muy quietos en la cama. Pablo sacó su garrote escurriendo de espermas embarrándole las dos nalgas a su madre, con su mano derecha se agitaba su garrote, y con su mano izquierda le sacó muy despacio el consolador del fundillito de María.
Quien se levantó muy despacio sacándose el vergonón de Esteban, que tenía metido en su bizcochito.
Ahora se dejó caer a un lado de Esteban, sobre la cama respirando muy agitadamente, enseguida Pablo también se desplomó a un lado de su hermana Norma.
Pasados los orgasmos, ya más tranquila María les preguntó:
— ¿Que hacen aquí par de cabrones? —
Después de un silencio en la habitación, Pablo buscaba las
palabras, mirando a la cara a su madre, acariciándole con su mano derecha todo su mojado bizcochito, explicándole:
—A la camioneta se le reventó una llanta, no hay herramienta en esta para cambiarla, ni tampoco hay una llanta de refacción para ponerla, así que venimos a buscar si acaso tú tenías herramienta en tu carro mamá. —
Ahora Esteban lamiéndole uno de los senos a María, y alzando la vista buscando su cara le comentó:
—Miramos que tu carro no estaba en el garaje, ni en la calle, pensamos que no estaban en casa, así que entramos a buscar a ver si Norma estaba en casa. —
—Que buena historia, y díganme. ¿Porque entraron encuerados a este cuarto par de cabrones? —
Les preguntó María, mirando ahora, como su hijo Pablo con su mano derecha, muy suavemente le acariciaba el bizcochito a Norma.
—Oímos quejidos en el cuarto de Norma y... —
—Mira que cabrones Esteban, entraron a consolarla. ¿No? Pobrecita se vendrá solita sin que nadie le pique su bizcochito. —
Expuso María, mientras con su mano suavemente le acariciaba con mucho cariño una de los senos de Norma. En ese momento giró su cara para ver Pablo a María, ahora ya entendiendo, porque su madre no quería que su hija fuera a la casa de “la hermana” Alejandra.
Porque Norma ya era una lesbiana, su madre ya le había enseñado el arte de mamar bizcochito como un vicio, ella ya se tiraba con su madre. Por eso no le dio vergüenza a Norma, cuando su hermano Pablo, esa noche la encontró masturbándose con el grueso consolador en su cuarto, mostrándole su hermoso cuerpo, y tirándoselo también a él.
Pero en sí, el problema era que Alejandra era una joven de
dieciocho años, y era mucha competencia para su madre. Quien ya tenía cuarenta años, era ella muy vieja para competir con carne fresca, como lo eran las jóvenes Esperanza o Alejandra.
Su obscuro secreto, del incesto y de que eran lesbianas madre e hija quedo al descubierto, pero también hoy su madre María descubrió que su hija Norma, que jugaba con la otra carta, la muy cabrona se cogía también a su hermano Pablo, y se lo tenía bien callado, imposible de creerlo para los dos, Pablo y María fueron totalmente engañados todo el tiempo por Norma, sí que era una hija de la chingada esta pinche religiosa de calenturienta de mierda.
—Ahora sé, porque no quieres que se quede Norma sola con Alejandra mamá. —
Comentó Pablo mirándola a la cara, de forma retadora viéndole fijamente a los ojos. María al oírlo, trató de mostrar una sonrisa, enseguida se arrastró sobre la cama dándole un
beso en la boca a su hijo, como pidiéndole perdón, aparte que Pablo ya le había comido el bizcochito a María, derramándose adentro de ella, como firmando el son de paz entre
los tres familiares.
Si... después de caer todos los obscuros secretos, de esa familia esa noche, todos se volvieron más unidos en la bendita familia de devotos religiosos.
Ahora que no tenían secretos, ni nada que esconder, pudieron respirar libertad, ahora con una gran libertad todos juntos salían de compras, planeaban sus fines de semana todos juntos, haciendo calientes orgías entre los cuatro, madre, hija, hijo y el pinche perro espía de mierda, digo el inquilino.
Pero claro está que, entre semana, amanecía Pablo en la recámara de Norma, estando en la cama los dos juntos y totalmente desnudos. María amanecía en su recámara en la
cama con Esteban, los dos encuerados y sin ninguna preocupación.
Un día Esteban les habló para el desayuno, entro en el cuarto de Norma, encontrándola que estaba con su madre María, totalmente desnudas y bien dormidas, con algunos gruesos y largos consoladores alrededor de la cama, delatando su noche de lujuria de las dos mujeres.
A veces Pablo despertaba en la alcoba de María, totalmente desnudos con algunos de sus juguetes sexuales sobre su cama. Norman ingresaba y los llamaba para desayunar, dándoles a los dos un cálido beso en la boca para despertarlos.
En las noches en las que María trabajaba, cuando ella regresaba en la mañana a su casa, encontraba a los tres jóvenes totalmente desnudos en la recámara de Norma, ya sin ninguna preocupación de que su madre los encontrara a los tres encuerados,
Pablo abrazando a Norma con su cara entre los dos senos y Esteban abrazándola en la espalda con su vergota a un entre las nalgas de Norma, tenían varias botellas vacías de viña y de tequila tirados en el piso.
María sonriendo se desnudaba y los despertaba con esas caricias que ellos ya conocían, para después todos contentos bajaban a desayunar.
Un día llegó Esteban a la casa con sus viñas a las seis de la tarde, escuchando unos quejidos de placer, abrió el cuarto de María, ella estaba acostada totalmente desnuda bien ensartada de su bizcochito con una gruesa vergota de goma, y del otro lado estaba Norma, acostada totalmente encuerada con su bizcochito bien abierto, con la otra gruesa punta ensartada, con los pies entrelazados con los de su madre, las dos mujeres casi desapareciendo el grueso consolador.
Pablo estaba también desnudo con su vergota bien parada ya de rodillas sobre la cama, les lamía a las dos mujeres sus papayitas, y les masturbaba con sus dos manos los bizcochitos, deseando que se vinieran en su boca las dos cabronas.
Esteban dejando las viñas en el piso, solo miraba en cuál de las dos cabronas se la chuparía primero, mientras se desvestía, veía a las dos mujeres que con su mano le llamaban para que se acercara a ellas...
Claro, eran muy religiosos todos ellos, pero no olvidemos que son humanos, como Carlos el del libro titulado:
“negocio redondo” violencia, drogas y sexo el camino a la perdición, Carlos siempre les decía a sus amigos:
“todos tenemos un lado obscuro”.
Sabes Aries, como podrás leer, podría escribir una enciclopedia de tres equis de nuestras aventuras entre los cuatro, pero me conformo con decir que encontré a mi familia perfecta, he pensado que quizá me case con Norma, para que siempre estemos juntos los cuatro.
Pablo dice que buscará a una “hermanita” en la religión, y que los cuatro nos la tiraremos, María, Norma, yo y obviamente Pablo por ser su esposa, pero es cuestión de encontrar a una “hermanita” en la organización, que sea como la
hermana Esperanza o a una Alejandra, que sea lesbiana o
bisexual, y que tenga su mente amplia.
Aquí con los testigos de Jehová, siempre encuentras una gran variedad de personas, porque en una borrachera que nos pusimos, según nos confesó Norma, que “la hermana” Berenice, que vivió con ellos rentando la recámara, tuvieron relaciones lesbianas varias veces con ella,
convenciendo Berenice a Norma de dejar entrar al novio de ella, de nombre Francisco, el cual era también “hermano” de la religión, y
tenían sexo en esa casa, cuando Norma y su hermano Pablo salían de la casa para dejarlos solos.
Hasta que “la hermanita” quedó embarazada, y entonces se casaría, y por eso se fue a vivir al estado de Hermosillo, para que nadie supiera cuantos meses tenía de embarazada, y así seguir con su vida limpia como religiosa que era.
— ¡Ah! Se me olvidaba decirte que, el número de nuestra casa está marcado con el treinta y seis, que como lo describí en un principio de esta historia, es tres veces seis, si, 666 es
de los adoradores de Satanás, pero eso nada tiene que ver con nuestra vida cristiana, ni con Satanás el Diablo.
Nosotros amamos a nuestro Jehová Dios y a Cristo Jesús, les servimos de todo corazón en la congregación, en las reuniones y cuando predicamos en las calles su nombre, la gente nos conoce y nos respeta, porque saben que tenemos nuestra limpia forma de vivir y una gran moral.
Solo que nadie nos entenderá que simplemente tenemos un lado obscuro, que nadie puede ver ni descubrir, porque recuerda que estos no son nuestros nombres reales, para que nadie sepa quienes realmente somos, ni donde realmente vivimos,
podríamos ser tus vecinos o los que tocaron a la puerta de tu casa el fin de semana, invitándote a leer tu biblia
y cambiar tu vida con nosotros, porque en realidad todo esto solo es…. “una máscara para la sociedad”.
Me despido Aries, porque tengo que ir a predicar hoy el reino de Dios y tocar más puertas, a dar la esperanza a la
gente de un paraíso en la Tierra para la gente justa y buena como nosotros, que tenemos la salvación, pero muy pronto Aries te escribiré algo más de nuestras sagradas vidas...

Fin de la historia.

Gracias por el voto, muy pronto publicaré en LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES dos historias eróticas tituladas:

"Yolanda me contó" Y "mis raíces"

Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries gracias por seguirme.
© NOMBRE DEL AUTOR:
Humberto David Arellano Vázquez.

TÍTULO DEL LIBRO:
Las cartas de EL CLUB 69 DE ARIES.
Una máscara para la sociedad.

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