GERARDO MUESTRA LA CAJA FUERTE.

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LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES.

LA SIRVIENTA.

CAPÍTULO 04

Amaneció siendo este el comienzo para un nuevo día. La sirvienta ya tenía listo el desayuno en la cocina, había ido a despertar a la joven Rebeca, para que se alistara para ir a la escuela, después de desayunar la llevaría a la preparatoria para señoritas, ahora la sirvienta se encontraba en la cocina, y sin esperarlo Graciela apareció agarrando dos frutas, mirando a su secreta amante, viéndole las grandes nalgas y ese cuerpo que sin duda volverían hacer de ella.
—Buenos días Alicia. —
Saludo Graciela con mucho gusto y con una gran sonrisa, recordando las mamadas de bizcochito que se dieron el día anterior, pero ahora era Graciela, quien no sabía de la cogida
que en la noche le dio su esposo a la sirvienta, quien era su nueva amante secreta para él. Jugando Alicia con dos cartas de amor al mismo tiempo.
—Buenos días Graciela. ¿Cómo estás? —
Contestó la sirvienta también con una sonrisa, haciéndose la inocente ante ella. Tenía la pelirroja puesto un pantalón azul de mezclilla que le resaltaban sus grandes nalgas, eran
una tentación para todos en la familia, tenía puesta una blusa
de color blanca que mostraba parte de sus blancos y grandes senos.
Al mirarle su bello cuerpo, Graciela miró para todos lados, al no ver a nadie presente en la cocina ni en la sala, se acercó por la espalda agarrándole de lleno con la mano
izquierda una nalga a la sirvienta.
Quien abrió los ojos sorprendida al sentir la mano acariciar todo su culito.
— ¿Estas contenta? —
Le preguntó la sirvienta con una sonrisa, ahora bajando la vista, mirándole los senos que enseñaba Graciela atreves de una blusita, que traía puesta de color negra que se miraba muy escotada.
—Si Alicia, estoy contenta y mucho, que bueno que estas aquí en casa. —
Se acercó al oído de ella, miró para la entrada de la cocina diciéndole en voz baja: —Espero que al rato me puedas lamer mi bizcochito como ayer, mi muchachita. —
La sirvienta sonrió al oírla decirle esa petición, enseguida le beso los labios de Graciela, metiendo la lengua entre los dientes, con una mano le acarició con delicadeza los dos senos que se asomaban atreves de la blusita negra.
—Te veo después Alicia. ¡Cuídate! —
Se despidió Graciela dándole la espalda, mostrándole con su pantalón las ricas nalgas que se cargaba. Si apartaban tiempo las dos mujeres, en la tarde se la chuparía mutuamente disfrutando de sus deliciosos cuerpos.
—Tú también cuídate mucho, maneja con cuidado por favor. —
En ese momento entro Rebeca a la cocina, miró a las dos mujeres en una escena muy inocente, saludo con una sonrisa: — ¡Buenos días, mamá! ¡Buenos días, Alicia! —
— ¡Buenos días, hija! Ya me voy a trabajar, obedece a Alicia en todo lo que te ordene. —
— ¡Buenos días, Rebeca! ¿Cómo estás? —
Contestó la sirvienta el saludo a la joven, ahora bajando disimuladamente la vista mirándole de lleno los dos senos morenos, que se le asomaban atreves del uniforme escolar que la joven traía puesto.
—Adiós ma. ¡Cuídate! —
Se despidió Rebeca de su madre, mientras Graciela salía de la casa cerrando la puerta, yéndose directo a subirse a su carro infierno interceptor.
—Estoy muy bien Alicia gracias. —
Le contestó el saludo Rebeca a la sirvienta, ahora Alicia dio de desayunar a Rebeca, después que término de desayunar, salieron de la casa manejando la camioneta con rumbo a la escuela preparatoria para señoritas, dejándola sin tener ningún contra tiempo en el camino.
Media hora después ya de regreso a la casa, la sirvienta se bajaba de la camioneta entrando en la casa, para este tiempo ya estaba listo Hugo en la sala, usaba traje y corbata se colo-
caba el reloj, ya se iba para su oficina, vio entrar a la casa a la sirvienta, le atrajo la vista el pantalón azul de mezclilla, mirándose enfrente una deliciosa “Y”, entre las piernas.
Al darse la vuelta la joven para colocar las llaves de la camioneta en la entrada, la miró Hugo de espaldas le resaltaban sus grandes nalgas, las cuales deseaba abrirlas y “comerle” ese pequeño y delicioso fundillito, le sonrió el hombre mirándole su hermoso cuerpo.
— ¡Buenos días, Alicia! ¿Cómo estás? —
Saludo mirándola de arriba abajo, fijo su vista en los dos enormes senos, después bajo la vista mirándole el bizcochito, si esa hermosa “Y” que formaba el pantalón, mirándole
ese par de senos que todavía no había podido mamárselos.
—Buenos días, Hugo, yo no estoy tan feliz como tú. —
Le contestó la sirvienta sin hacerle dengues, ni mirarlo directo a la cara, haciéndose todavía la ofendida por lo de la noche anterior. Quería parecer muy fría ante Hugo y que él, le rogara por comerse otra vez su culito.
Hugo se acercó muy despacio a ella, mirándola con mucha lujuria, en voz baja le señaló: —Qué bueno que estas en casa, sabes… me la pasé bien a noche... muy bien. —
—No digas nada, no quiero oír nada, eres un pinche abusivo, no te me acerques. ¿Me oíste? No te me acerques, estoy encabronada contigo. —
Le contestó Alicia apretando los dientes, abriendo unos ojotes grandes, para enseguida darle la espalda como despreciándolo, dio unos pasos, caminaba despacio, pero muy sensual alejándose de él, mostrándole sus nalgotas que se le veían muy bien con ese pantalón de mezclilla.
—Te cumpliré. ¿Que necesitas? Dime. —
Ella lo escuchó y se detuvo, enseguida volteaba su cara, lo miró a los ojos por unos segundos, después bajaba su cara, subió su mano derecha acariciándose su pelo, como si estuviera triste, bajo su mano tratando de hacerse la ofendida, solo le contestó:
—Necesito que me dejes en paz, o me iré de tu casa. ¡Te lo advierto! —
—Al rato hablamos, es ganancia que no te vayas corazoncito. —
Ella lo miró muy seria, contestándole: —Que no se entere Graciela de esta chingadera que le hiciste, o más bien que me hiciste, porque nunca te di el permiso para que entraras a mi
recámara, y mucho menos de que me violaras, veremos realmente cuanto valgo para ti cabrón. —
—Cuando regrese lo verás amorcito… ya lo verás. —
Después de decirle estas palabras, volteó Hugo su cara para ver la escalera de arriba, si su hijo se encontraba levantado, al no ver lo en el pasillo, sin hacer ruido se acercó a
pasos agigantados hacia la sirvienta, enseguida por la espalda con sus dos manos Hugo la agarraba de la pequeña cinturita, repegándosela a su cuerpo, puso su cara junto a la cara de la sirvienta besándola en la boca, disfrutando de sus labios.
— ¡Hey! ¿Estás loco Hugo? ¿Qué te pasa? Nos va a ver tu hijo y tendré problemas con Graciela. ¿No entiendes? —
Reclamó Alicia haciéndose la enojada limpiándose el beso con su antebrazo.
—Si no me das un rato en privado, entonces lo tomaré en público. —
Le señaló Hugo cínicamente sonriendo, enseguida le soltó
la cinturita saliendo de la casa caminando hacia atrás, mirando el hermoso culito que se cargaba la sirvienta, la próxima vez que la tuviera en sus manos, no perdía la esperanza de joderla por su fundillito.
Fue llegando Hugo hasta la puerta
la abrió saliendo, cerrándola enseguida.
—Sí, ¡Que te vaya bien! —
Gritó la sirvienta despidiéndose de Hugo, agitando la mano como si en verdad le importara su salida.
—Pinche hijo de puta, te dejaré en la calle puto cabrón… ya verás cuanto valdrán mis nalgas para que se te quite lo galán, pinche panzón violador de dormidas. —
Murmuró entre dientes la sirvienta, mientras veía cerrarse la puerta de la entrada, espero hasta oír encender el carro deportivo “dragón” amarillo, y salió de la casa, enseguida se
escuchó que el garaje se cerró de forma automática.
Ahora sabiendo que ya estaba a solas la sirvienta con el gemelo. Alicia sin hacer ruido se subió a toda prisa las escaleras con rumbo a su recámara para cambiarse de ropa, tenía
trazado un buen plan para el inocente, mimado, morboso y
lujurioso de Gerardo.
—Ahora le toca a este pendejo escuincle, sé que me dirá en dónde está la caja fuerte y hasta cual es la combinación, dos ricas chichotas son “ábrete” y un buen culito es “sésamo”,
sé que abren lo que sea en esta vida, eso es seguro... aunque tenga que donar las nalgas con este pinche pendejo. —
Decía la sirvienta en voz baja, mientras a toda prisa en su
recámara se desnudaba completamente, ahora la pelirroja se
puso una mini tanguita blanca, que era transparente, le ahorcaba el delicioso culito que se cargaba, enseguida se puso una minifalda de color negra, para que se resaltara la tanguita blanca, sin ponerse su brasier solo se puso una camisetita que no le cubrían bien, esta le dejaba de fuera sus dos blancos senos, viéndosele casi los ricos pezones que eran rosas.
Ahora se miraba Alicia de cuerpo entero en el espejo que tenía la pared de su recámara, modelando por todos los ángulos habidos y por haber, con una sonrisa en su cara decía:
—Con esto que tengo puesto, el pinche cabroncito tendrá una erección al instante. Ja jajá, y si quiere mirar todo mi bizcochito, tendrá que hablar y decirme en dónde putas está
la pinche caja fuerte. Ja jajá, y si quiere meter su porquería en mi cosita, tendrá que decirme el pendejo la combinación para abrir la caja fuerte…. “ábrete sésamo”, ja jajá. —
La sirvienta se imaginaba la cara del pobre pendejo, sabía que esa mañana estarían un buen rato los dos solos, al terminar de sacarle los datos de la caja fuerte al joven, se cambiaría por algo más decente, para no tener problemas con los padres, por vestir de esta forma tan descarada ante su
inocente hijo, ya que según ellos, eran muy recatados en su casa y no aprobarían de ninguna manera, esa vestimenta que la sirvienta en ese momento tenía puesta para sacar la verdad.
Alicia todavía tuvo el tiempo suficiente, para que en la planta baja preparara todo el escenario, espero muy pacientemente a que bajara su próxima presa. La sirvienta estaba
sentada viendo un programa en la televisión, había pasado como una media hora de espera, cuando escuchó abrirse la puerta de la recámara de arriba. Gerardo ya se había levantado, la sirvienta rápido agarró el trapeador, y desde el barandal en donde él pudiera verla desde arriba, comenzó a trapear el piso de la sala, según ella muy metida en su trabajo.
Gerardo medio dormido y con mucha hueva puso las manos en el barandal, mirando desde arriba hacia abajo, y…
¡Madres! Se le abrieron los ojos de golpe, le vio los dos grandes senos de piel blanca destapados; se quedó el joven muy quieto y en silencio sin hacer más ruido, la boca se le abrió sola nada más de mirar ese delicioso panorama que tenía a sus pies, sintiendo un calambre en los huevos.
Mientras la sirvienta se hacía pendeja, según ella qué trapeaba el piso, movía de formas exagerada sus dos grades
senos y todas sus grandes nalgas, por el vidrio de la mesita de centro podía mirar el reflejo, sabía que ya era observada por su siguiente víctima, poco le faltaba para que babeara el
muy pendejo, que hipnotizado por sus encantos empezó a bajar muy… muy despacio la escalera, con pasos de gato sin hacer el menor ruido, para que ella no se enderezara.
La sirvienta de forma inteligente le empezó a dar la espalda para que le mirara más su cuerpo desde otro ángulo, como si ella no se diera cuenta de la presencia del joven, que la observaba de una forma muy detenida, haciéndose la que no
lo había visto.
Mientras Gerardo muy atento y despacio bajaba un escalón más, ya bien hipnotizado por ese hermoso cuerpo, le veía los chamorros que se cargaba la sirvienta, está ahora se
agachó dejando el trapeador en el piso, enseguida se puso de puras rodillas buscando algo abajo del mueble de la televisión,
enseñándole con la minifalda negra las ricas y blancas carnes de cada nalga, por la posición en que estaba, Gerardo podía mirar que la sirvienta tenía el culito bien separado por
un diminuto hilito dental que era transparente, con las piernas medio separadas brindándole un gran espectáculo.
Gerardo con solo ver esto, ya tenía una erección entre las piernas, estaba mudo de solo ver las dos grandes nalgas y el hermoso fundillito que estaba en medio de estas, era un señor culo del que le inspiraban sus masturbaciones algunos días y noches.
— ¡Oh! ¡Dios mío!... mira eso, que nalgotas se carga. —
Murmuró el pendejo con la boca abierta, abriendo unos ojotes queriéndosela coger con la pura vista, mientras despacio recargaba su cuerpo en el barandal, para poder mirarla más de cerca.
La sirvienta hincada volteó la cara al escuchar el murmullo, fingiendo un grito al verlo sin perder su excitante posición en la que se encontraba:
— ¡Ah! ¡Me asustaste menso! —
La pelirroja puso cara de espantada, pero continuaba enseñándole todo el fundillito, haciéndose la inocente no se movió para nada, dejándole ver su hilo dental que se hundía entre las nalgotas, resaltando la minifalda negra el hilo blanco transparente.
—Creo que una muñeca se atoro aquí atrás, mira ven ayúdame. —
Le pidió la sirvienta, ahora asomándose debajo del mueble
estirando el brazo agachando su cara, como queriendo ver lo que había abajo del mueble.
Alicia buscaba la muñeca dejando que el chamaco libremente le comiera su par de nalgas. Gerardo se bajó de la escalera temblándole ya las piernas,
con los ojos bien abiertos tragaba saliva, fue acercarse a ella disque para ayudarla, le vio más de cerca las dos nalgotas.
Mientras que ella ya con los codos en el piso, trataba de desatorar la dichosa muñeca. La sirvienta se encontraba totalmente empinada, ahora le movía todas las nalgas de izquierda a derecha, como haciendo fuerza para destrabarla, con su cara casi pegada al piso tratando de mirar, entonces le gritó:
— ¡Ayúdame, Gerardo! Que está bien trabada esta porquería. —
Pero el pinche Gerardo, no escuchaba nada, solo veía dos ricas y enormes nalgotas bien paradas, el pequeño fundillito en medio de estas, que estaba ahorcándose por un hilo dental transparente, dos muslos de piel blanca y el bizcochito rosita que estaba bien rasurado, se le colgaba en la pequeña pantaletita transparente que no cubría... nada.
Volteó a verlo la sirvienta sin quitarse de su posición diciéndole:
— ¡Ayúdame! Esta atorada la pinche muñeca debajo de este mueble. —
La sirvienta apropósito la había colocado ahí debajo, para poder ponerse en esa posición tan deliciosa, y así enseñarle sus dos nalgas en todo su esplendor, y su rico fundillito a su
siguiente víctima.
— ¡Síguela jalando Licha! ¡Sigue! —
Gritó Gerardo sin quitarle los ojos del bizcochito, mirándole las dos grandes nalgas, era un gran espectáculo, no, más bien describiré que era todo un enorme es-pecta-culo o más culo que es-pecta… si, de pago por evento para no perdérmelo.
—Mucha tu pinche ayuda, gracias. —
Reprochó la sirvienta haciéndose la molesta, jalaba el brazo y movía más todo el hermoso culito, Gerardo dio dos pasos extendió al frente sus brazos y con sus dos manos la agarró de la cinturita, le repegó en las nalgas su duro garrote sintiendo las deliciosas nalgas.
Ahora le dijo: —Te ayudo a jalar Licha, empujemos juntos. —
Alicia sintió el frio cierre del pantalón pegarse a sus tibias y desnudas nalgas, sin voltear solo sonrió para sus adentros, al saber que el idiota ya había caído en su trampa, ahora comenzó a menearle más las nalgas de izquierda a derecha rozando el garrote, haciendo ella que según jalaba la muñeca.
Gerardo estaba encantado de arrimarle su chilote entre las nalgas, haciéndose pendejo bajo las dos manos de la cinturita a los lados de las nalgas, agarrándose ahora de las firmes carnes, repegandole mas su tieso garrote entre las dos nalgas,
tallándole en su fundillito el frio cierre del pantalón.
La sirvienta sintió las dos manos manosearle sus blancas nalgas, pero solo le gritó: — ¡Ya casi se desatora! —

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