LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES.
UNA MÁSCARA PARA LA SOCIEDAD.
CAPÍTULO 03
Al otro día muy temprano más de lo planeado, como a las diez de la mañana, llegó Esteban a la casa de María, estacionó la camioneta enfrente de la casa y se bajó,
enseguida con su puño tocó la puerta varias veces, tóc… tóc… tóc… hasta
que Pablo salió abrirle la puerta.
— ¡Hola Pablo ya llegué! ¿No me escuchaban tocar la
puerta? —
Le preguntó sonriendo Esteban cargando dos maletas que sacaba de la camioneta.
— ¿Cómo?... ¿Cómo estas Esteban? Perdona no escuche que tocaras la puerta. —
Se disculpó nervioso Pablo. Esteban lo miró muy agitado, de inmediato se dio cuenta que tenía puesto el short al revés, la camisa mal puesta, solo le sonrió comenzando a bajar las demás maletas de la camioneta, al entrar a la casa Esteban vio a Norma, con una minifalda de color blanca con el cierre mal subido, su camisa estaba muy mal abrochada de los botones de hasta arriba, su carita blanca se le veía completamente enrojecida, tal parecía como la de la mujer de la canción que a la letra decía:
— ¿Qué estás haciendo, que no estás en tu color? —
Pero Esteban con mucho ojo solo saludo a Norma, sin decir nada de lo que veía, o de lo que se imaginaba, tendría mucho tiempo para averiguarlo, así que solo saludo haciéndose también el inocente de esta situación tan extraña.
—Norma que gusto de verte otra vez. ¿Cómo amaneciste hoy? —
Ella estaba sorprendida de verlo llegar tan temprano, tartamudeando le respondió:
—Esteban… eh qué bueno que llegaste... Esteban, sí que… que fue más rápido en la… en la
camioneta. ¿Verdad? No te esperábamos que llegaras, tan… tan rápido. —
—Sí, tu mamá me dijo que como a las doce del día llegaría, pero mira, me adelante mucho ahorre tiempo en la camioneta, te aseguro que en camión todavía vendría a menos de la mitad de camino. —
Pablo y Norma se echaban ojos, lampareándose uno al otro, pues no se esperaban tan temprano al nuevo inquilino, este siendo ya un perro viejo y muy colmilludo se dio cuenta de las miradas entre ellos, y de las prendas que estaban mal puestas, algo estaba mal.
—Aquí está tu otra maleta Esteban. —
Le comentó Pablo poniéndola en el piso.
—Tráemela a mi recámara por favor, Pablo, yo subiré estas otras dos maletas. —
Después de bajar todas sus maletas de la camioneta, y subirlas a su nuevo cuarto, Esteban bajo a la sala, entonces con una sonrisa le dijo a Norma y a su hermano.
—Creo que me disculpan par de jóvenes, pero yo me encerraré en mi recámara, para poder acomodar todas mis cosas, estoy emocionado una nueva vida. —
—Está bien no te preocupes Esteban, cuando tengas hambre me dices, entonces haré algo rápido de comer, pero avísame con un poco de tiempo, okey. —
Le comentó Norma con una mueca.
—No te apures ni te preocupes, yo te aviso, por ahora estaré muy ocupado en mi cuarto acomodando mis cosas en el armario, como para poder bajar y estar con ustedes, mejor al rato platicamos para conocernos mejor. Vale. —
Después de decir estas palabras, Esteban subió las escaleras camino el pasillo y cerró la puerta de su nueva recámara, pero él nunca entro en el cuarto, se quedó en el pasillo muy
quieto, tratando de escuchar lo que los hermanos decían,
Esteban era un pinche costal de mañas, él sabía y se imaginaba que algo estaba mal con estos dos cabroncitos, en ese momento lo averiguaría sin más demora.
—Ya se metió a la recámara Esteban. —
Enseguida le dijo en voz baja Pablo a Norma, al escuchar cerrarse la puerta en el segundo piso, creyendo los dos que entró a la recámara para acomodar su equipaje.
—Baja más la voz, menso, no nos vaya a oír, ahora mejor espérate tantito. —
Le contestó Norma con voz más baja a su hermano.
—Todavía tengo muchas ganas Norma, ándale ya se encerró en su recámara, vamos dame las nalgas. —
—No, mejor después seguimos en mi recámara, aquí nos puede cachar Esteban. —
—Si nos encerramos en tu cuarto, de seguro nos escuchará, está más cerca de él, mira como lo tengo Norma, solo dame otra chupada ándale. —
— ¡No! No cabrón, mejor al rato seguimos cogiendo, porque aquí nos vaya a ver este pinche intruso de mierda. —
Ante la negativa de su hermana Pablo le expresó: —Ándale, ya casi me vengo Norma, anda chúpamela tan-
tito no seas cabrona, Esteban ya se encerró en su recámara no hay nadie aquí que nos vea... ya te dije, que si ahora subimos a tu recámara nos vaya a escuchar, está muy cerca de él, anda chúpamela otra vez, anda nada más tantito ya casi me venía cuando llegó. —
Le suplicaba Pablo a Norma poniendo su mano derecha en su garrote, sobándoselo, tratando de calmar su calentura.
—A como chingas... bueno... pero, vente ya en mi boca rápido no te tardes mucho hermanito. —
Esteban en donde estaba, alcanzaba a escuchar la voz muy baja, pero era clara la conversación entre los dos hermanos entendiéndolo todo. Ahora el inquilino bajo muy despacio los diez escalones de la escalera, hasta antes del descanso que tenía la escalera, se escondía cubriéndolo la
pared.
Ellos no lo veían porque después de ahí a la derecha seguían seis escalones más donde si lo podían ver, así que Esteban se asomó con mucho cuidado mirando de costado a Pablo,
quien estaba de pie, ya tenía el short entre sus zapatos tocando el suelo, su garrote estaba bien erecto, la chica hincada enfrente de él, acercando despacio la boca de Norma.
Quien abriendo sus labios se metía toda la mojada cabeza, solo como seis pulgadas del erecto garrote estaban ya adentro de su boquita, tenía Pablo unas siete pulgadas de garrote,
no se veía tan gruesa ni tan grandota, quizá todavía no estaba del todo desarrollado, ya que varea en cada individuo, pero de solo ver lo que hacían este par de cabrones, Esteban enseguida sintió como brincaba su pantalón, pidiéndole unas buenas chupadas de camote.
Mientras que Norma con sus labios le mamaba la punta del garrote, con su mano derecha muy despacio se lo masturbaba desde arriba hasta abajo, después quitaba su mano hundiéndose el garrote en su boca, hasta topar su nariz con los vellos que tenía Pablo, una y otra vez se la sacaba de su boca haciendo un hilo de saliva, lo lengüeteaba y enseguida
se lo volvía a tragar, desapareciéndolo por completo en su boca, apretándolo con sus labios.
Esteban muy atento siguió mirando, como ahora Pablo se agachó sobre la espalda de su hermana, con sus manos le levantó la blusa mirándosele parte de su espalda y enseguida
le levantó la pequeña faldita de Norma, y... “sorpresa”, la muy puta ya no tenía su tanga puesta. El fisgón tragó saliva al mirar como Pablo con sus dos manos despacio le acariciaba las ricas, grandes y blancas nalgotas que ella tenía, con las palmas de sus manos se las sobaba con mucho cariño, las manoseaba con lujuria,
mientras disfrutaba de cada nueva mamada que Norma le daba con su
pequeña boquita, su lengua por dentro no paraba de acariciar ese duro garrote, dándole vueltas haciendo retorcer a su hermano de puro placer.
Esteban alcanzó a mirar cómo se le veía parte de sus vellitos del bizcochito en medio de sus blancas piernotas. Pablo se agachaba paseándole su lengua entre la espalda baja, y parte de las grandes nalgas de Norma.
Esteban se encontraba a solo seis escalones y dos pasos mirando todo perfectamente, entre las piernas ya sentía su garrote bien erecto, pidiendo ese fundillito para comer, esas nalgas sí que eran mejores que las de la pinche Rita, su última aventura.
Ahora Pablo le soltó las dos nalgas a su hermana, enseguida con ambas manos le bajaba la pequeña faldita, entonces le comentó en voz baja:
—Déjame darte en tu bizcochito Norma, ya casi me vengo, lo haz de tener bien calientito y mojado. —
Al escuchar lo que su hermano pedía, ella enseguida levantó su rostro mostrándole sus labios, su barbilla parte de esta toda llena de saliva, le contestó en voz baja: —Ve a ver
en dónde está Esteban, para ver si me pongo en cuatro y me metas tu verga entre mis nalgas. —
Al escucharla decir estas palabras, Esteban abrió los ojos, de inmediato se dio la vuelta subiéndose las escaleras con mucho cuidado, pero muy rápido, solo se acostó de panza
en el pasillo, sabía que Pablo no subiría hasta arriba a checar la recámara, solo se escucharon los pasos de Pablo que subió los últimos seis escalones, parándose en el descanso, se agarró de la pared.
Solo miró Pablo hacia arriba no viendo nada, nuevamente se bajó con cuidado los escalones, otra vez le dijo a su hermana en voz baja: —Está en el cuarto Esteban, ha de estar ocupado acomodando sus cosas. —
—Date prisa Pablo, no vaya a bajar Esteban y nos cache cogiendo aquí en plena sala. —
Esteban caliente como ya estaba, despacio se levantó del piso y se bajó nuevamente las escaleras con mucho cuidado, hasta que se detuvo antes de llegar al descanso, escondiéndose otra vez tras la pared.
Esteban casi reteniendo su respiración, con mucha precaución y muy lentamente se asomó de nueva cuenta, que hermoso panorama tenía enfrente de él, simplemente no podía creerlo.
Ahora miraba de lleno las nalgas de Norma, ya que ella se dio la vuelta, antes solo le veía la cara de la chica chupándole el garrote a su hermano, pero ahora estaba bien agachadita
agarrándose del respaldo del sillón que había en la sala, su blusita estaba ya desabrochada, porque los dos grandes senos los tenía ya de fuera, se le veía en un lado la gran bolota
de carne blanca, la faldita toda levantada dejándole ver las ricas nalgotas en su máximo esplendor, en la posición en que ella estaba.
Pablo no le dejaba ver el fundillito de Norma. Tenía Pablo su short y su calzón en el suelo tirado en sus zapatos, sus flacas y pequeñas nalguitas se le miraban, pero a los costados del joven salían una gran parte de las blancas nalgotas de
Norma, realmente se veía excitante esta escena entre los dos hermanos, creyentes del Dios verdadero.
Pablo con su mano izquierda la agarraba de la cadera, y con la mano derecha ya le acomodaba el garrote en la mojada panochita. Pablo se empujó hacia adelante, solo se escuchó un pequeño quejido de su hermana, al sentir entrar esa carne dura abriéndose paso en su caliente y mojado bizcochito.
— ¡Ah! Ya me entró tu vergota. ¡Ah! —
—No te quejes tan alto Normita. —
Susurró Pablo. Quien ahora le puso su mano derecha en la caderita, entonces le comenzó a meter y sacar su garrote entre las nalgas, agarrando un delicioso ritmo, que se veía ya
tenían práctica cogiendo los dos cabrones, cuando Pablo se detenía tantito Norma le movía todas las nalgas de derecha a izquierda, que parecía quería relinchar la cabrona, ahora Pablo se recargó en la espalda de Norma.
Con las dos manos le agarró sus grandes senos apretándoselos, mientras desesperado le empujaba lo más que podía su garrote, ya que las grandes nalgas de su hermana, no le permitían metérselo por completo, quizá le entraban cuatro pulgadas de las siete pulgadas de garrote que su Pablo tenía.
Norma necesitaba de un cabrón más dotado, para que la hiciera llorar de puro placer, porque se veía a leguas que era una pinche putita, muy pero muy caliente y exigente a la hora de coger.
Pablo le soltó los senos se enderezó, ahora con sus dos manos le acarició las nalgas, agarrando a Norma otra
vez de su caderita, continuó bombeándole el caliente bizcochito sin detenerse ni un momento, le metía y le sacaba la reata de entre las blancas nalgotas.
—Méteme dos dedos en mi culito, métemelos que casi me vengo… ya casi… —
Le suplicó Norma con su vocecita, estando ya muy caliente y a punto de estallar en su rico orgasmo, él se detuvo dejándole su garrote dentro de la panochita, agachada como estaba la joven se colocó atrás sus dos manos, y enseguida se agarró cada nalga abriéndoselas de par en par, ofreciéndole todo su fundillito a su hermano, quien con la boca abierta se lo miró, estaba hundido y de color rosa entre las dos nalgotas, esperando la penetraran los deliciosos dedos de él, como en otras ocasiones que cogían.
Al escuchar la petición de Norma. Esteban pensó que no era bueno ahora que ella terminara, podría tener la oportunidad de cogérsela él también, mientras la putita siguiera así de caliente, pidiendo a gritos le picarán su fundillito, podría darle las nalgas a cualquiera, este era el momento preciso.
Así que ahora el inquilino decidió subir con cuidado los escalones, al llegar hasta el pasillo del segundo piso, enseguida abrió la puerta de su cuarto, y desde ahí les gritó preguntándole:
— ¿En dónde están las toallas Norma? —
— ¡Chinga tu madre! —
Expresó Norma entre dientes, y a punto de estallar su bizcochito en un caliente orgasmo, de las metidas de garrote que le daba su hermano,
enseguida se soltó las nalgas, se dio
el levantón a toda prisa, dejando el garrote de su hermano en el aire, tratándose de acomodar los dos senos en la blusita, porque la pequeña faldita solita se le había acomodado al enderezarse.
Pablo volteaba hacia las escaleras, con ambas manos de aprisa se subía su short, muy desesperado y espantado, casi tropezándose con este para no ser descubiertos por el intruso.
Pero... ¿En dónde escondía el pinche chipotón que se le miraba entre las piernas? Muy aprisa se agachó Pablo hasta el otro extremo del sillón, fingiendo que lo acomodaba.
Mientras Norma muy nerviosa y agitada por la cogida, caminaba rápido tratando de subir por las escaleras, encontrándose de frente a Esteban en el mero descanso de la escalera, asustándose ella al casi chocar con él.
— ¡Ay! —
— ¿Dónde tienes las toallas? Olvidé traer la mía y al rato me voy a bañar. —
Le preguntó Esteban con una sonrisa, esperando una respuesta de la joven.
— ¡Ah! En la... le cajón… del… del baño tiene… unos “tóallos” limpies…—
Le contestó Norma toda nerviosa, agachaba la cara para que no se la viera, que estaba más roja que colorada, colocando su mano derecha en su frente, queriendo cubrirse.
— ¿Que dijiste Norma? —
Le preguntó con cara de sorprendido, no entendió que quiso decir, queriendo mirar su carita de piel blanca, que continuaba muy roja, Norma suspiró fuerte, acomodó sus
ideas por un momento lo miró a la cara contestándole:
—En la cajonera del baño hay toallas limpias... puedes tú... usar alguna de esas. —
—Normita estas bien chapeada y agitada. ¿Que estabas haciendo aquí abajo? —
Le preguntó haciéndose el inocente, mirándole el sudor y la carita bien roja.
—Practicaba mis aerobics y.… y… ya me voy a bañar, ya terminé, con permiso Esteban. —
Después de decir estas palabras. Norma se subió la escalera a toda prisa, mientras ella subía las escaleras, Esteban alzó la vista mirándole las nalgas, imaginándose ese culito tentador que estaba meneándose de un lado para otro con la minifalda.
Casi le vio las blancas nalgas que carecían de su panti, hasta que se desapareció por completo al llegar arriba en el pasillo, metiéndose en su recámara.
Esteban sonriendo de lo que se “comería”, ahora bajo los seis escalones para platicar con el hermano de ella, encontrándose a Pablo disque moviendo el sillón de la sala.
— ¿Qué haces Pablo?
Le preguntó Esteban tratando de mirarlo a la cara. Pablo muy serio y evitando verlo le contestó:
—Acomodo esta sala que está mal puesta, reviso que no haya basura debajo de esta, sino después mi mamá nos regaña. —
Esteban lo miraba, cuando descubrió algo en la esquina del sillón, donde habían estado cogiendo estos dos cabrones, se agachó levantando una pequeña tanguita de color blanca,
que Norma olvidó ponerse por las carreras, creo que era ya tiempo de atacar, arriesgarlo todo antes que a la joven se le enfriara el culo, así que
Esteban hablo directo y sin titubear,
esas ricas nalgas tenían que ser cogidas por él ahí mismo, así que a quema ropa le preguntó: — ¿Desde cuándo lo hacen Pablo? —
Ante la pregunta el joven lo evadió contestándole: —Solo cuando está muy empolvada la sala, levanto los
sillones, movemos la mesa, se aspira todo para que quede bien limpio y te digo para que mi mamá no nos regañe. —
Respondió rápido sin mirarlo a la cara, haciéndose pendejo, según él sacudiendo los cojines con su mano, sacándoles todo el polvo, esperaba que se le bajara el garrote de la excitación para darse la vuelta.
—No, no me refiero a eso de limpiar y levantar los muebles, yo me refiero. ¿Desde cuándo te coges a tu propia
hermana? —
Chingue a su madre, se puso más blanco de lo que estaba, semi transparente, como si recibiera un golpe en la nuca. ¿Cómo se enteró este pendejo? Pablo pensaba a mil por hora, que chingados responder a este pinche entrometido de mierda.
—No digas estupideces Esteban. ¿A qué te refieres? —
Contestó el hermano haciéndose pendejo, ahora mirando para otro lado de la sala, evitando verlo a los ojos.
—Los vi, y sé que es verdad, tú te coges a tu hermana Pablo, le das por su bizcochito. —
Contestó firme Esteban, cuando él joven giró su cara se encontrón las miradas, lo miró directo a los ojos viéndolo el inquilino con una mirada enjuiciadora. Tragándose el miedo
le respondió:
—Tú… tú no sabes… ni has visto nada, no hemos hecho nada. ¿A qué te refieres? —
Ahora Esteban abrió la mano derecha, mostrándole la diminuta y blanca tanguita que había levantado del suelo.
— ¿Qué?... ¿Qué? Lavo hoy su ropa, se le ande haber caído cuando... —
No dejando terminar su explicación, Esteban muy serio le expresó: —No te hagas pendejo, Norma aquí de rodillas te chupó el garrote, después ella se agachó aquí en el sillón, con
sus manos se abrió las nalgas y tú se la metiste entre sus nalgas jodiéndole toda su papayita, yo los vi ahí, en el descanso también la oí como se quejaba de las metidas de garrote que tú le dabas en su bizcochito. —
A Pablo le cayeron todas esas palabras, como una cubeta da de agua fría, se sintió atrapado y sin salida, sin más palabras que decir y sin excusas para defenderse, se quedó el joven muy callado, por segundos estaba pensativo, sí… atrapado hasta que pudo hablar preguntándole:
—¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a hacer con lo que dices? Pinche espía sábelo todo. —
Al ver su cara y saber que lo agarró de los huevos, comenzó a amenazarlo señalándole: —Mira, escúchame bien, yo hablaré primero con tu mamá, ella debe de saber todo esto, esta no es la conducta de un buen cristiano,
después hablaré con el anciano de tu congregación, para que los lleven a un comité… y si los expulsan de la religión, escúchame.
Por ahora será lo mejor para que se enderecen los dos, recuerda que Dios no quiere que seamos pecadores, esta conducta que tienes con tu hermana es reprobable, muy reprobable, es indecente, es fornicación e incesto, es algo muy pecaminoso para un cristiano. —
Terminó su frase con una sonrisa sínica, mirándolo fijamente a los ojos, sintiéndose dueño de la situación.
— ¡Puto perro! ¿Qué quieres a cambio de tu pinche silencio ojete? —
Cayó en la trampa el inocente conejito, ahora Esteban tenía que pedir esas nalgas, antes de que la puta dueña se le enfriara el culito, porque de seguro ya se masturbaba en la
bañera, así que tiro a matar sin sentimiento le expresó:
—La verdad… me gusta tu hermana, vi de lejos su hermoso cuerpo semi desnudo, sus dos nalgas que tiene, ese bizcochito que se carga, y ese par de chichotas, solo te pido que me dejes intentar cogérmela y me callaré todo lo que vi entre ustedes dos, entonces, yo no sé nada yo no vi nada. —
— ¡Pinche perro! ¡Miserable! —
Gritó Pablo enfurecido al escuchar la petición, eran las nalgas de su hermanita lo que le pedía, así que con ambas manos con fuerza agarró a Esteban de su camisa, fue estrellándolo de espaldas en la pared.
Esteban solo alzó las manos como estando derrotado, mirando directo a la cara de enojo de Pablo. Sin más muy serio solo le expresó:
—Quédate con tu hermanita, quédate con sus pinches nalgas, ya hablaré con tu mami pequeño cabroncito, un testigo de Jehová, un cristiano haciendo esto, de seguro los expulsarán a los dos y con lo chismosos que son toda la congregación, en menos de dos
días, todos se enterarán de que tu hermana se te abría de nalgas para que te la cogieras… qué vergüenza me dan. —
Esteban lo tenía “agarrado”, bien agarrado de los huevos para que cooperara, pero en realidad Pablo lo tenía con fuerza bien sujeto del cuello de su camisa, lo miraba con mucho coraje solo deseaba golpearlo en la cara una y otra vez, pero tenía que proteger la reputación de su hermanita, o toda la llamada congregación se enteraría de que Norma ya no era virgen y que cometía incesto con su hermano.
¿Qué diría su madre? Si se enterara de que su inocente pequeñito le picaba el bizcochito a su pequeñita. Siguió pensando en los innumerables contras, y el puto chisme que se
armaría en contra de él y su Normita, la que siempre lo protegía contra todo, su único pro era dejar que Esteban le pidiera las nalgas a su hermana, para que se callara el hocico, a ver si Norma se dejaba coger por él.
Así que después de pensarlo rápido le contestó:
—Escúchame bien pinche culero... ella está bañándose, ahorita entra muy despacio al baño, recorre la cortina por la parte de la izquierda, si tienes suerte la agarraras de espaldas, porque la regadera está del lado derecho, yo me eh metido a
cogérmela, casi nunca voltea cuando está bien caliente, solo se agacha para que le dé entre las nalgas.
Pero... pero si ella grita al verte entrar y te hace pedo Norma, diciendo que la quisiste violar en el baño, tú estás
solo. ¿Me oíste maldito perro espía? Estas solo. ¿Me oíste hijo de puta? Yo no te apoyaré y lo que viste no existe. —
Esteban sonrió al ver a Pablo doblar las manos, le contestó: —Muy claro te oí cabrón, ahora salva tu pinche pellejo y salva las nalgas de ella, has un buen amigo. Si me hace pedo,
yo no vi nada entre ustedes, sus nalgas y su virginidad están a salvo, yo soy un cabrón de huevos. ¿No crees que esto es lo mejor para todos? —
—No sé a qué chingados viniste a mi casa, pinche perro inmundo, Norma y yo somos felices en lo que hacemos,
pinche pendejo de mierda. —
—Cuida que nadie venga a la casa socio, voy arriba al baño antes que a tu hermanita se le enfrié el bizcochito, le voy a lavar bien su culito por dentro ja jajá… —
Se lo expresó riendo Esteban, mientras caminaba apresurado con rumbo a la escalera.
—Eres un pinche ojete oportunista de mierda Esteban, si Norma acepta coger contigo, no te vengas dentro de su bizcochito. ¿Me oíste pinche cerdo? —
—A ver qué dice ella Pablito, a lo mejor necesita que le lubriquen bien su vagina. —
Esteban riéndose le dio la espalda a Pablo, quien casi lloraba de puro coraje, subía la escalera a toda prisa, pues venció la primera traba que era el hermano, y ahora podía ver a
Norma toda desnuda, llegó hasta el baño abriendo la puerta muy despacio para no hacer ruido, miró la silueta en la cortina de color azul clarito, escuchando el agua que caía en el azulejo, enseguida miró al piso… Sí, ahí estaba tirada la pequeña faldita, la blusita, el sujetador, pero no estaba su pequeña mini panti, la que levantó Esteban del piso en la sala, sí, la tanguita era de ese momento, entre el ruido del agua que caía de la regadera, escuchó la voz como un gemido de Norma.
— ¡Ah! ¡Oh! ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Ah! —
Lo que le puso el garrote bien erecto a Esteban, de solo volverla a escuchar quejarse de esta manera, la cabrona se masturbaba el bizcochito con su mano derecha.
Este cabrón no lo pensó dos veces más, de inmediato se encueró tirando toda la ropa en el piso, quedando completamente desnudo con su garrote bien parado, así que caminó unos pasos hacia la bañera.
El inquilino con sus manos con mucho cuidado abría la cortina, de inmediato le miró las piernas de blanca piel, las grandes nalgas, la cinturita, la espalda, su cabello largo castaño todo lleno de champó, el agua le caía sobre sus grandes senos, con su mano izquierda lentamente se los masajeaba suavemente, mientras con la mano derecha con el zacate se masturbaba muy suavemente su bizcochito.
Petrificado Esteban ante lo que veía, bajó de nuevo la vista, se le veía unas pinches nalgas que eran deliciosas, aunque se le miraba en su cintura una pequeña lonjita, no muy gruesa, pero era dueña de su flojera de no hacer ejercicio como lo hacía su madre.
Pero para que fijar la vista en esas pequeñeces, teniendo tantas cosas buenas de dónde agarrarse, unas grandes nalgas, una pequeña rayita peluda, unos grandes senos, unas piernotas, un delicioso culito que deseaba ya ser sodomizado...
Esteban con cuidado ponía el pie izquierdo en la bañera, sintiendo el agua caliente salpicarle, enseguida metió el otro pie quedando detrás de ella, ya había entrado a la bañera sin que ella protestara, enseguida arriesgándose un poco más, se atrevió a poner su mano derecha en una de las enormes y blancas nalgas de Norma, que le escurrían de agua y de jabón.
— ¿Ya se fue Esteban? —
Le preguntó Norma en voz baja al sentir la mano acariciarle, creyendo ella que era su hermano el que le manoseaba su cuerpo, sabía que era seguro que Esteban salió de la casa,
por eso Pablo había entrado al baño para cogérsela, como otras veces lo hacían ahí mismo en la tina.
—Ajá. —
Respondió él afirmando en corto, sin hablar para que Norma no le reconociera la voz, arriesgándose a que la chica volteara descubriendo al intruso desnudo detrás de ella.
—Méteme tu garrote ya casi me estoy viniendo manito, apúrate dámela… dámela. —
Pidiendo ser cogida, y sin voltear su cara para mirarlo, Norma de inmediato se agachó cerrando sus ojos, el champó de su cabello caía resbalando sobre su cara con el agua, puso las manos apoyándose de ambos lados de la bañera…
Y.… a la chingada, al agacharse la joven en ese momento las nalgas se le hicieron más grandes, era increíble tenerla tan cerca, Esteban abrió los ojos nada más de ver el tamaño del
pinche fundillote que se “comería”.
Sin más espera, con su mano derecha se agarró su grueso y largo garrote, muy despacio se lo fue metiendo entre las dos grandes nalgas, puso la punta en el mojado bizcochito, sintió los vellitos empapados del agua, su caliente papayita la sintió bien babosa, de la cogida que se estaba dando con su hermano, y por tanta masturbada que se daba cuando él entro al baño.
Solo empujó el garrote entre las grandes nalgas, y su gruesa cabeza fue abriéndose camino en esa rica funda de carne, que se sentía hirviendo.
— ¡Ah! ¡Oh! ¡Mi Dios! Estas bien excitado Pablito. ¡Ah! Está bien gruesa. —
De sus doce pulgadas de garrote que Esteban tenía, solo le hundió la mitad en su primer empujón, Norma sintió entrar en medio de su bizcochito la gruesa vergota agarrándose duro de la tina,
Esteban con sus dos manos la agarró de la caderita, empezando a bombearle el caliente bizcochito, cada nueva metida le hundía más y más su grueso garrote, hasta donde las dos pinches nalgotas de Norma se lo permitieron.
Diez pulgadas de su erecto y grueso garrote, se tragaba la panochita de esta cabrona. Norma ahora lloraba de pura alegría y de mucho placer, esa cogida le estaba encantando, porque sentía que se le abría todo el bizcochito más de lo acostumbrado, se cimbraba de placer de pies a cabeza,
gritando al tener bien ensartado ese grueso garrote en su excitada papayita.
— ¡Ah! Me llega hasta el ombligo. ¡Ah! Pablo, más dame más. ¡Ah! ¡Húndemela toda! ¡Ah! —
La muy puta entreabría los ojos y más paraba las nalgas, Esteban escuchaba las desesperadas suplicas de más garrote, y él por más que con sus manos le abría las nalgas, no podía hundirle su garrote más adentro, sus huevos chocaban en las nalgotas dándole de tallones, mientras el agua caliente seguía cayendo entre las nalgas de Norma, y el estómago de Esteban, excitándolos más.
Esteban miraba de lado uno de los grandes senos, que se movía en cada empujón que le daba, ahora se inclinó sobre la espalda de Norma, agarrándole el rico par de senos, uno de cada mano no se los abarcaban sus dedos, pero manoseaba sus ricos pezones apretándoselos muy suavemente, sin dejar de caderear ni un momento, tratando de meterle más el garrote entre sus grandes nalgas. Escuchando las suplicas:
— ¡Ay! ¡Dios mío! Sigue casi me vengo. ¡Ay! ¡Sigue! ¡Ah! ¡Cógeme duro! ¡Ah! ¡Más! ¡Ah! —
Esteban se acordó que Norma le dijo a su hermano, que quería le metiera los dedos en el fundillito. Así que el joven se enderezó un poco, enseguida se chupó dos de sus dedos, y se detuvo de estar meneando su garrote, con sus dos manos le abrió las nalgas, miró el pequeño fundillito que era de
color rosita, invitaba para ser sodomizado por su garrote.
Enseguida le puso la yema de su dedo índice en la entrada, comenzando fácilmente a resbalar hacia dentro del apretado fundillito, logrando meterle al mismo tiempo los dos deditos juntos, el índice y el medio, sintiendo como estaba bien caliente y delicioso ese apretado fundillito.
Norma sintió más gruesos los dedos que le entraban, pero en su pinche calentura no giró su cara para mirarlo, solo quería ya derramarse estando bien ensartada en ese grueso garrote, y por los dedos en su fundillito, que ya le hacía temblar las dos piernas, ahora esperaba las interminables metidas y sacadas de fierro, que le seguiría dando, gritándole.
— ¡Muévete, Pablo! ¡Muévete! Casi me vengo, casi… casi. ¡Me! ¡Ah! ¡Estoy! —
Esteban al oír que Norma pensaba que él era su hermano, decidió venirse también, antes de que ella lo descubriera comenzando a bombear de nuevo su tiesa vergota, metiendo
y sacándole con furia los dos dedos adentro del apretado fundillito, no más de treinta segundos de salvaje cogida.
Norma la muy puta comenzó a venirse, estando bien ensartada en sus dos calientes agujeritos, no aguantando más la deliciosa verguiza que Esteban le acomodaba en la caliente papayita.
— ¡Ah! ¡Me! ¡Vengo! ¡Ah! No… no pares. ¡Ah! —
Norma no aguanto más, explotando su orgasmo recorriendo un intenso calor toda su espalda, durante su caliente culminación, ella apretaba su rico fundillito y su bizcochito se le contraía con unos espasmos,
mientras el agua caliente le caía entre las grandes nalgas, dándole unas deliciosas sensaciones en su venida, llegaba al clímax estando todavía bien ensartada la cabrona, con ese grueso y largo garrote de ensueño.
Esteban ahora le sacó de prisa sus dedos del fundillito, agarrándola de las caderas con las dos manos, arremetió con más fuerza tratando de venirse en esa papayita, que en su
culminación le masturbaba de una forma divina, contrayéndose una y otra vez, y antes de que Norma se diera cuenta de su gran error. Darle las nalgas a un extraño.
— ¡Ay! Más despacio mi papayita. ¡Ah! Mi papayita. ¡Ay! ¡Me la deshaces Pablito! ¡Ah! —
Entre la violenta zarandeada, sintió Norma en su venida el rigor de la hinchada vergota, que se le metía y se le salía del bizcochito a toda prisa, sin detenerse ni un momento,
masturbándola de una forma tan deliciosa, como nunca se la cogiera su hermano.
— ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Me estoy! ¡Ah! ¡Ah! —
Gritó Esteban al sentir caliente su cuerpo, un delicioso escalofrió recorrió toda su espalda, sintiendo ya la eyaculación en la punta de su garrote, miraba ese delicioso par de
enormes nalgas que de una forma fantástica lo ordeñaba, puso sus dos piernas rígidas, un calor inundaba su cuerpo anunciándole su venida, pero al estar teniendo su orgasmo, rápido le sacó el grueso garrote de ese derramado y caliente bizcochito.
Norma al escuchar que se venía, rápido se dio la vuelta hincándose enfrente de él, abriendo la boca para recibir su caliente premio como siempre lo acostumbraba, el agua caliente ahora le caía arriba de su cabeza, y sobre su nuca, los cabellos mojados caían sobre su rostro, les molestaba a los ojos para poder abrirlos bien, solo se miraba la silueta de su hermano, pero la chica ya tenía su boca abierta esperando su
leche caliente.
Esteban con su mano derecha se agitaba a toda prisa su garrote llegando al clímax, quejándose de placer:
— ¡Ah! ¡Oh! ¡Me! ¡Oh! ¡Ah! ¡Vengo! ¡Ah! —
Potentes chorros de semen saltaron estrellándose en la nariz de Norma. Quien se acercó más cayéndole espermas en sus labios, al sentir la leche abrió más la boca metiéndose
toda la cabezota, que seguía escupiendo la leche caliente, otros chorros más le golpearon su garganta, adentro de su paladar, en su lengua llenándole toda su boca de leche caliente, sintiendo cada chorro de esperma.
Norma cerró sus labios chupándole punta de la vergota de una forma golosa y maravillosa, tratando de sacarle todos los espermas que esos huevos descargaban, se metió más de seis pulgadas adentro de su boca, pero esta vez no chocó su nariz contra los vellos de su hermano, alcanzando ocho pulgadas adentro de su boca.
Era como Esteban la imaginaba desde que la vio, esa pequeña boquita mamaba de una forma divina su garrote, mientras que Norma creía, que Pablo estaba realmente excitado al crecerle tanto su grueso garrote.
Norma dejó solo la gruesa punta de la vergota adentro de su boca, con su lengua le daba de vueltas por dentro, con su mano derecha le masajeaba el garrote tratándole de exprimir toda esa deliciosa leche.
Pero esta vez, mientras le masturbaba y exprimía su vergota, su mano viajaba más de arriba hasta abajo, hasta que la voz la desconoció por completo cuando le dijo:
— ¡Ah! ¡Que rico Normita! ¡Ah! ¡Lo chupas delicioso! ¡Ah! ¡Eres toda una puta mamadora traga vergas! —
Ella de inmediato le soltó la vergota de su mano, abriendo la boca liberando la cabezota mojada de semen, enseguida Norma se puso de pie, con sus manos trató de quitarse el cabello mojado y el agua que le caía en sus ojos, para poder mirar mejor.
Esteban con una sonrisa estúpida le miraba la boquita de Norma, que estaba toda llena de leche, su nariz toda embarrada, se le escurría entre sus labios la leche caliente que se
tragó, el agua caliente ahora chocaba con la espalda y las nalgas de la joven.
Norma con sus dos manos se tallaba sus ojos, quitándose el agua de su cara, ahora los abrió mirando muy bien y enfrente de ella se encontraba Esteban, todo desnudo con su
hinchada vergota todavía bien erecta, un pinche desconocido que le había metido el garrote entre las nalgas, pensando ella… ¿Y su secreto con su hermano?
(Quiero aclarar algo muy importante, claro que para que nos hacemos pendejos, desde el principio Norma sabía que era Esteban el que se la estaba cogiendo, lo vio entrar a la
regadera en la tina, pero le miró el enorme garrote erecto, que tenía entre las piernas, así que. ¿Para qué correrlo cuando entró a la bañera? ¿Porque perder esta oportunidad de tener una buena, larga y gruesa vergota adentro de su bizcochito?
Ella estaba muy caliente, en ese momento le daría las nalgas a cualquiera que las quisiera, pero después de gozarlo Norma comenzaría el pedo, para que no dijera su hermano que era una puta que a cualquiera le daba las nalgas,
agachándose y disfrutando a placer la cogida que le dieron, así que después de tener ese rico orgasmo, con un enorme tronco en su panochita, ya se decidió a echarle toda la culpa al
más pendejo, ósea a su hermano,
y ahora hacerle pedo a este
cabrón de Esteban, que tuvo los pinches huevos de entrar al baño, y violarle sus nalgas de esta forma tan deliciosa.)
— ¿Tú? ¿Tú que haces aquí cabrón? ¿Por qué te metiste aquí? ¡Contéstame, hijo de la chingada! —
Preguntó Norma protestando, y poniendo una cara de sorprendida, ahora actuando en un tono molesto, mostrando una cara de enojo, no, era una cara de encabronada,
pero antes de la respuesta y sin más, le dio un fuerte cachetadón con su mano derecha, que casi tira a Esteban de la tina.
Se escuchó el tronido de la cachetada en el baño, sin esperarlo se abrió de golpe la cortina azul del baño, girando su cara Norma espantada abriendo los ojos, mirando a su hermano Pablo parado enfrente de ella, pensando por un momento que podría ser su madre la que jaló la cortina del baño, encontrándola encuerada junto con Esteban.
Pero al ver a Pablo, Norma fingió muy bien que estaba confundida por la situación, echándole todo el pedo a su hermano.
— ¿Tú dejaste entrar al baño a este cabrón? —
Le preguntó la joven en tono enojado, señalando a Esteban con el dedo índice de su mano derecha, ahora agregó en tono enfadado: — ¡Creí que eras tú, pinche cabrón, el que
me estaba cogiendo las nalgas! —
Se quedó Pablo mudo para explicarle a su hermana de porque lo dejó entrar al baño. ¿Cómo comenzar? O ¿Qué decirle a su hermana? Se veía bien encabronada, del verbo me lleva la chingada.
—Norma es toda mi culpa, es que tienes el culo bien rico y apretadito, estas chichotas grandotas que tienes. —
Se atrevió a decir Esteban sin medir las consecuencias, recibiendo de inmediato otra fuerte cachetada, ahora del otro lado probando su mano izquierda, que retumbo en el
baño.
Esteban de inmediato puso su mano sobándose la mejilla, Norma bajó la vista viendo como el vergonón se le
bajaba del fuerte chingadazo. Así, con estos madrazos Norma convenció a Esteban de que ella no sabía que fuera él quien se la cogía, ocultando
todo lo que disfruto.
— ¿Porque lo dejaste entrar cabrón?... ¿Por qué?... ¡Contéstame pendejo! —
Le preguntó más enfadada la joven con unos ojos enfurecidos, su hermano solo le veía los dos grandes senos y sus pezones grandes rosas, su carita estaba toda embarrada de
semen de su enemigo, bajo la vista mirándole la papayita adornada de esos vellitos castaños escurriéndole de agua.
Norma encabronada se dio la vuelta se agachó cerrando la llave de la regadera. Los dos cabrones abrieron los ojos grandes cuando le miraron sus dos blancas nalgotas que se veían deliciosas.
Esteban estaba muy quieto dentro de la bañera, no podía salir de la tina, su hermano la observaba toda desnuda sin atinar a decir nada, solo se encogió de hombros al escuchar
el reproche de ella.
— ¡Hijo de la chingada! ¿Porque le permitiste entrar al baño a este cabrón? —
Gritó Norma, y para dejar bien firme el papel de su inocencia, también le soltó una cachetada a Pablo para que hablara, dejándole bien marcada la mano en la mejilla, casi sacándole las lágrimas del golpe, retrocediendo un paso rápido le informaba:
—Este hijo de puta te vio hincada mamándome la verga en la sala, vio cuando te empinaste y te abriste las nalgas con tus manos cuando yo te estaba cogiendo el bizcochito por detrás, yo le dije que no era cierto lo
que decía, pero él recogió tu tanguita que olvidaste tirada en la sala y… ¡Me amenazó el cabrón! —
—Yo solo los levante Normita, para que no se te perdieran. —
Atinó a decir Esteban, queriéndose hacer el gracioso, mirándole su carita embarrada de su leche.
—Tú… ¡Cállate! ¡Hijo de la chingada! ¡Cállate! —
Gritó Norma a Esteban, enseguida volteó a ver a su hermano agregando: —Solo porque “dice” que nos vio cogiendo, lo dejas entrar al baño a que me viole las nalgas, él no puede comprobar nada en nuestra contra, los pinches calzones se me ha de a ver caído hoy, ¡Y qué!... ¿Que comprueba con eso este cabrón?… Lavé toda la pinche ropa y se me cayeron en la sala. ¿Qué prueba con eso?… —
Pablo con sus dos manos se cubría la cara, presintiendo otro fuerte chingadazo, la interrumpió informándole:
—Él nunca entro en la recámara, nos estuvo espiando todo el tiempo desde el descanso de la escalera. ¡Me amenazó! Me dijo que se lo diría a mamá, y al anciano de la congregación, que nos vio cogiendo en la sala, para que nos hagan un comité y nos expulsen de la congregación. —
Al escuchar la acusación, Norma enojada volteó su cara para verlo con una mirada fría, que hasta el garrote se le acabó de encoger. Enseguida le expresó: —Eres un pinche perro espía en mi propia casa, un pinche desconocido que viene, y nos amenaza con delatar nuestros actos… ¡Eh! ¡Pinche perro delator de mierda! —
Esteban con miedo, con sus dos manos se cubría las mejillas, para no recibir otra fuerte cachetada, la cual presentía que venía en camino, pero Norma de coraje para hacer real el pedo, con el puño de su mano derecha, le soltó tres golpes con toda su fuerza en uno de sus hombros, cimbrando a Esteban con los fuertes chingadazos.
— ¡Ay! No... no, ya no me pegues Norma, no iba ir con nadie, no diré yo nada te lo juro Normita, esto queda aquí entre nosotros… —
Norma a pesar de estar toda desnuda, mostrándoles su cuerpo juvenil y delicioso, enojada sí que daba miedo, seguía haciendo grande el pedo, pero no la convencía Esteban, que no diría nada del acto de incesto que vio entre Pablo y ella, tenía que aceptar lo que Norma dijera, o de lo contrario se lo
cocería a puros putazos ahí mismo en la tina.
— ¡Norma te juro!… te juro… que no diré nada será… este será nuestro secreto. —
Señaló Esteban bajando la vista, mirando el par de hermosos y enormes senos.
— ¿Nuestro secreto? ¡Hijo de tu puta madre! ¿Quieres que te incluya en mis secretos? ¡Maldito hijo de perra! —
Enseguida le soltó otro fuerte puñetazo en el hombro
cimbrándolo de dolor escuchando:
— ¡Ay! ¡Ya no me pegues! Me callaré. —
Norma con su puño arriba, giró su cara a ver a su hermano con la mejilla roja, todavía se sobaba la cachetada, solo la miraba también con miedo, ahora le preguntó Norma con una voz más dócil expresó: —Pablito. ¿Ya te deslechaste mi flaquito? —
—No, ¿Cómo voy a poder, si un desconocido te estaba cogiendo las nalgas? —
Le contestó sobándose con su mano la mejilla, y con lágrimas en sus ojos. Pablo miraba muy feo a Esteban de arriba para abajo, notando que su garrote era mucho más grande y grueso que la de él, a pesar de que ya se le había encogido, después de los madrazos recibidos por su hermana.
— ¿Te gusta espiar cabrón? ¡Eh! ¡Pinche perro delator! ¿Te escondes para mirar? —
Le preguntó Norma con el puño arriba, y mirándolo fijamente a los ojos.
—No diré nada a nadie te lo juro, perdóname tienes… tienes un culo tan rico, que... la cagué perdón, no me aguanté las ganas de solo ver cómo te cogía tu hermano. —
— ¡Cállate, hijo de la chingada! ¡Ya cállate! Mira lo que hare pinche perro espía, tú no necesitas esconderte aquí para mirar lo que hacemos. ¡Pendejo idiota, hijo de puta! —
Le gritó Norma en tono furioso, continuando, mirándolo muy feo a los ojos. La chica se salió de la regadera escurriéndole el agua de su delicioso cuerpo, se paró enfrente de su hermano, enseguida se arrodilló ante él y con sus dos manos le bajó el short, tenía su garrote flácido y no lo culpo, después del fuerte chingadazo que le dio en la mejilla.
¿Cómo iba estar excitado a pesar de que su hermana estaba totalmente encuerada? Pablo con la vista hacia abajo le miraba los grandes senos, ahora Norma enfrente de Esteban
abrió la boca y se metió el garrote de su hermano todo de un solo golpe.
La verdad es que a la chicuela le gustaba hacerlo crecer mientras se lo chupaba, realmente no se estaba sacrificando en nada, a ella le encantaba hacerlo crecer dentro de su boca.
Pero su teatro funcionó con los dos pendejos, quienes le creyeron que nunca supo Norma que Esteban se la cogía en la regadera, culpando a su hermano por dejarlo entrar al baño, así que ahora su conciencia estaba bien tranquila, ante su hermano no era una puta, que paraba las nalgas ante una rica y gruesa vergota caída del mismo cielo, pero lo bueno es que funcionó su teatro.
Ya dentro de su boca, la joven comenzó a darle de vueltas con la lengua, con una práctica tan encabronada que ella tenía chupando el garrote, en menos de los treinta segundos echó para atrás su cara, y el garrote salió bien mojado por su
saliva formando un puente de baba en sus labios, pero ya estaba bien firme, erecto, como a Norma le gustaba, lo chupó y después le dio unos lengüetazos en la punta.
Mientras su mano derecha lo masturbaba muy suavemente de arriba para abajo, su boca a un tenía todo el sabor de los espermas de Esteban, pero otra deslechada no le caería mal en su boca, Norma aún seguía muy caliente.
Ella mamaba, chupaba y lamia con tanta práctica y facilidad el garrote
de su amado hermano. Esteban sin perder ni un detalle de estas mamadas de garrote, se salió de la tina y admiró de nuevo las nalgas de la muchacha, que hincada se le veían enormes, comenzándole otra vez a crecer el garrote a Esteban, de solo ver ese hermoso cuerpo, y el escuchar los sonidos que ella hacía con la
boca al estarle mamando el garrote a Pablo.
Muy despacio se agachó Esteban, acercando sus dos manos acariciándole con cuidado las nalgotas que ella tenía.
Norma al sentir la mano recorrer sus nalgas, enseguida se sacó el garrote de su boca hacienda un hilo de baba entre sus labios y la cabeza del garrote, se le quedo viendo al intruso. Entonces le señaló:
—No te me acerques hijo de puta, lo
que pasó fue una equivocación y nada más. Nunca te di yo las nalgas. ¡No! No me toques cabrón, ¿Querías mirar? Pues mira como me lo trago todo. ¿No? —
Después de decirle estas palabras, Norma giró su carita, abrió sus labios metiéndose el garrote nuevamente en su boca, chupándola con mucha lujuria, haciendo retorcerse a Pablo a cada nueva mamada que le daba, con la mano izquierda le apretaba los huevos y con la mano derecha le agitaba la vergota, chupándole toda la cabeza haciendo tronar su boca al sacársela.
Esteban muy despacio se acercó nuevamente, esas nalgas le fascinaron, así que, se agachó colocando de nuevo sus dos manos en las nalgas de Norma, ahora con sus manos le trató de levantar las nalgas, que estaban recargadas sobre sus propias piernas por estar hincada, ella volteó a verlo mirándole el garrote de Esteban, que ya estaba de nuevo bien erecto pidiendo el delicioso bizcochito, ya quería otra buena en fierrada.
Ponía ella cara de enojo ante él, aunque por dentro Norma quería que Esteban siguiera rogándole, porque le encantó el grueso y el tamaño de ese señor vergonón, que el joven tenía entre las piernas, lo mejor de todo es que él se la movía muy diferente que su hermano, realmente le gustó la cogida que le había dado.
Ahora Norma le tenía que pedir la aprobación de su celoso hermano, pero entendía ella, que si acepto Pablo que Esteban entrara a la regadera con ella, era que la verdad estaba expuesta del sexo que tenían los dos hermanos, practicando a escondidas el incesto, pero tampoco Norma no le iba a dar de besos a Pablo por mandarle esa vergota tan soñada, y caída del mismo cielo, era mujer y sabia como manejar esta situación.
Le hacía pedo a su hermano, y sabía que, para que se encontentará de su error, él accedería a que Esteban se la siguiera cogiendo cuando ella quisiera, si ahora Norma se sinceraba diciéndole a su hermano que le había encantado la cogida que le dio Esteban, sería muy puta y su hermano celoso como era, se lo echaría en cara siempre, por tratar de cambiarlo y darle las nalgas a un desconocido mejor dotado que él.
— ¡No me toques! ¡Cabrón! —
Le gritó Norma en un tono molesto, volteándolo a ver con malos ojos, pero Esteban hizo fuerza cargándola hasta levantarle el señor culote, quedando ella con las nalgas levantadas, pero todavía continuaba agachada de su cara, para seguir chupándole todo el garrote a su hermano.
—Déjame metértela tantito Normita, solo tantito, mírame como estoy, mira mi garrote ya está bien duro, quiero comerme tus nalguitas. —
Le suplicó Esteban buscándole la cara a Norma. Ella se sacó el garrote que mamaba, con su boquita escurriendo de saliva, ahora le preguntó:
— ¿Querías espiar? ¿No? ¿Querías
mirar? ¿No? Ahora solo estas mirando, pinche ojete. —
Pero a pesar de su tono molesto de voz, Norma deseaba sentarse ya en ese grueso, largo y delicioso garrote, quería que Esteban le siguiera rogando un poco más, enfrente de su celoso hermano, para no verse tan puta de solo decir con una sonrisa, si dame, méteme todo tu delicioso garrote entre mis nalguitas, me excita tu grueso calibre.
— ¿Quieres que le de las nalgas, a este hijo de puta otra vez Pablito? —
Le preguntó Norma alzando su cara buscando la aprobación de su celoso hermano, mientras con su mano derecha le masturbaba su todo garrote.
—Ella siempre será tuya Pablo te lo prometo... pero mira… mira que culo tan rico tiene la cabrona, solo déjame metérsela tantito en su bizcochito… solo un poquito. —
Expresó rogando Esteban, mirando ahora a su socio. Mientras ellos hablaban, Norma no paraba de masturbar el tronco de su hermano, usando una mano solo esperaba la
respuesta de su cacheteado y regañado hermano, estaba Norma agachada de su cara y sus dos nalgas las mantenía bien paradas listas para sentarse o ser poseída en esa posición por su nuevo amante, quien miraba una y otra vez las deliciosas nalgotas que lo deslecharon.
Rezaba Norma por dentro por un sí, en la respuesta de su celoso hermano, quien sentía como esa maravillosa mano subía y bajaba por todo su garrote, recibiendo unos lengüetazos en la punta, mirando para abajo viendo a su hermana levantar la vista esperando que hablara y se decidiera.
— ¿No dirás nada pinche perro chismoso? ¿No dirás que nos cogemos ella y yo? —
Le preguntó el hermano, mirando a Esteban a su cara, esperando la respuesta de él. Quien le contestó:
—Te lo aseguro no hablaré Pablo, mientras yo esté en esta casa obedeceré en todo a Norma, ahora yo ya pequé al hacerlo con ella, me expulsarán a mí también si alguien se entera que cometí fornicación con ella y eso tú lo sabes. —
Al escuchar estas palabras, Pablo bajó la vista mirando a Norma, quien de rodillas continuaba masturbándolo, dándole de lamidas en la punta del garrote con su lengua, diciéndole:
—Es tu decisión Norma, ya lo oíste, te va a obedecer en todo has lo que quieras, pero por favor chúpamela más, que casi me vengo hermanita, no pares de masturbarme por favor. —
Norma por dentro se puso muy contenta; tenía la aprobación de su hermano, y ahora ella gozaría mucho ensartándose en la gruesa y larga vergota de Esteban, quedando bien
con Esteban al darle las nalgas de nuevo, ahora estando contentos todos a la vez, ella ya no fingiría más su enojo con ellos, hombres en fin pobres pendejos.
Norma giró su cara para mirar a Esteban, que con su mano derecha se masturbaba muy suavemente su garrote, mirándole fijamente las dos blancas nalgotas que deseaba
comerse otra vez, acariciándolas muy suavemente con su mano izquierda.
—Siéntate en la taza del baño y me sentaré en tu vergota Esteban. —
Le pidió la chica, ahora dibujando una sonrisa saboreándose el grueso garrote, que se metería otra vez en su bizcochito.
Esteban volteó la cara para ubicar en donde estaba la taza del baño, se encontraba la taza cerrada, tenía encima una toalla grande con la que se secaría Norma después de
bañarse.
Esteban se sentó recargándose en el tanque de agua, enseguida abrió las piernas con su mano derecha se sostenía su tiesa vergota. Norma agachada muy despacio se echó para atrás, con su mano derecha jalaba a Pablo de su garrote sin sacársela de su boca, Esteban miraba esas nalgotas aproximarse hacia él.
Norma sintió en sus nalgas las piernas de Esteban, el grueso garrote le rosó su culito y enseguida sintió tocar la entrada de sus labios vaginales.
Norma se sentó muy despacio en el garrote, empezó a meterse en la caliente papayita, la muy cabrona cuando sintió la gruesa cabeza entrar en su bizcochito, se sentó de un putazo sintiendo la gruesa vergota llegarle hasta el mismo ombligo, gritando la muy puta de puro placer: — ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! —
Ahora en su boca se hundió otra vez el garrote de su hermano, apretándola suavemente con los labios, y al mismo tiempo comenzó a caderear Norma como loca, moviendo sus nalgotas de izquierda a derecha, tratando de sacar más placer del tremendo fierro que le picaba el mojado bizcochito.
Esteban estiró los brazos para manosearla, agarrándole los dos grandes senos que estaban suavecitos, sintiendo los pezones en sus dedos, su hermano la veía muy contenta, ella
cambio su cara de enojada, por fin estaban haciendo realidad su fantasía,
otro cabrón que la estrujara con furia mientras chupaba un garrote.
Después de unos minutos de chupar y chupar, lamer y mamar, mientras su mano derecha le masturbaba todo el
garrote.
Pablo sintió en la punta su eyaculación sintiendo un calor recorrer su cuerpo anunciándole la culminación, apretó muy fuerte las piernas diciendo:
— ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! ¡Vengo! ¡Ah! ¡Me estoy! ¡Ah! ¡Viniendo! —
Al escuchar esto, Norma le chupó más rápido la vergota y diez segundos después al cansaba el caliente orgasmo, los chorros que se habían esperado casi una hora en salir, desde que se la cogía cuando Esteban llegó, ahora la leche caliente chocaba con la garganta de Norma, inundándole otra vez su boca y la lengua del caliente esperma, mamaba Norma como solo ella sabía hacerlo, bien delicioso.
— ¡Ah! ¡Normita! ¡Ah! ¡Mi leche! ¡Ah! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Me estoy! ¡Ah! —
Su hermano temblaba de pies a cabeza, al tener tan sensible todo su garrote, y recibir esa deliciosa lengua alrededor de la punta de su garrote, que seguía escupiendo la leche
caliente adentro de su pequeña boquita, quedo Pablo completamente vacío.
Norma se sacó la deslechada vergota, enseguida se la ponía en sus mejillas, en su barbilla embarrándose su cara de espermas, mientras la seguía agitando con su mano le daba
unos lengüetazos, tratando de dejarla bien limpia, todo esto lo hacía sin dejar de mover las golosas nalgas, que estaban bien ensartadas por ese grueso garrote en su bizcochito, tratando de ordeñar también a Esteban.
Quien de lado observo la venida de su socio, esas pinches nalgotas que la joven se cargaba eran muy, pero muy exigentes y extremadamente calenturientas a la hora de coger.
Pablo se echó para atrás recargándose en la puerta del baño, le temblaban las piernas de su venida. Mientras que Norma ya estando libre de él, ahora colocó sus manos en sus rodillas, empezando más rápido el sube y
baja del culote, dándose unos ricos sentones tragándose la cabrona por completo aquella rica vergota, que le masturbaba el bizcochito como nunca en su puta vida.
Su hermano solo veía como los dos grandes senos le brincaban de arriba a abajo, miró la cara bien roja de Norma, estaba toda batida de su leche, estando bien en fierrada de su
bizcochito, sintió un delicioso escalofrió recorrer toda su vértebra,
en el sube y baja del grueso garrote, un calor se apoderó de su cuerpo anunciándole su orgasmo, moviendo sus nalgas sin detenerse, sentía que alcanzaba el delicioso clímax.
Sentía como le manoseaban los senos, y las nalgas se derramaban en el grueso tronco, de un cabrón que apenas si conocía, explotando su caliente orgasmo en su panochita, la
muy puta cerraba los ojos y abría desesperada su boca.
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! Me entra todo… todo… ¡Ah! tu… garrote… ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! ¡Vengo! ¡Ah! —
Gritó como perra en celo la muy puta, se estaba viniendo la cabrona otra vez, no paraba de subir y bajar ordeñando la vergota,
mientras su hermano solo le veía sus gestos que norma hacia al estarse derramando. Esteban haciéndose de
lado veía en el espejo que enfrente como le brincaban los grandes senos a Norma.
Escuchaba sus gritos en su venida, el bizcochito se le contraía apretándole más el grueso garrote, que a cada segundo más se hinchaba amenazando con eyacular adentro de la papayita, hasta que también no aguantó más.
Esteban sintió un escalofrió anunciar su culminación, sin poder evitarlo
comenzó a venirse, mirando ese hermoso cuerpo joven como se movía en su garrote, con sus dos manos desesperado le acariciaba las nalgotas sintiendo el caliente bizcochito derramarse.
— ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! ¡Vengo Norma! ¡Ah! —
Gritó Esteban mirando las nalgotas, que no se detenían ni un momento, iban de izquierda a derecha ordeñarle el garrote. Hasta que Norma reacciono saltando, desenchufándose de la vergota, rápido se dio la vuelta, se arrodilló enfrente de él, de prisa acercaba sus manos con los dos grandes senos, y en medio puso la vergota, con sus manos junto sus senos y le empezó a masturbar el garrote.
Dándole de placenteros lengüetazos en la sensible cabezota, que enseguida empezó a salpicar chorros y chorros de calientes espermas, cayendo en la cara de Norma, en su cuello embarrando las blancas chichotas, en esta deliciosa rusa
que estaba haciéndole, donde los senos le tallaban su garrote de una forma deliciosa.
Esteban con sus manos le agarró los grandes senos sobándolos muy suavemente, Norma se inclinó dándole una chupada en la mera punta, recibiendo algunos chorros de leche caliente, haciendo patalear a Esteban sintiendo la tibia lengua, y los labios que le trataban de exprimir todo su garrote.
Norma le chupaba las últimas gotitas de semen que le quedaban, lo sacó de su boca agitándolo con su mano derecha, levantó la vista mirando los gestos que Esteban hacía, enseguida abrió los labios hundiéndosela en la boca, tragándose seis pulgadas de gruesa vergota, haciendo retorcer a
Esteban de placer, como nadie lo había hecho hasta ahora.
Esta joven ya era toda una puta hecha y derecha en el arte de coger y mamar, hasta que le dejó bien limpio el garrote sin ninguna gota de leche, ahora sí, se levantó Norma con su
boquita toda llena de leche, con sus dos senos bien embarrados, les sonrió preguntándoles:
— ¿Ya me dejan bañar en paz par de cabrones? —
—Eres deliciosa cabrona, eres toda una puta. —
Contestó Esteban, mirándole la carita muy roja, Norma sonrió ante lo que escuchó, con una sonrisa le expresó:
—Mi madre siempre nos dice: cuando hagas algo hazlo bien. Si no, habrá un par de cachetadas, para que hagas bien las cosas. —
—Pues veo que eres muy obediente Normita. —
Ella lo miró directo a la cara contestándole: —Escúchame bien, hijito de tu puta madre, si tú no me
obedeces, esto no va a funcionar, aquí harás todo lo que yo te mande, o mi bizcochito, mi boquita y mis nalguitas, no volverá hacer tuyas. —
—Tú mandas Norma, te obedeceré en todo. —
Le contestó acariciándole las nalgas a la joven, sintiendo
esa deliciosa piel. Al escuchar sus palabras, la chica giró su cara mirando ahora a su hermano, quien estaba recargado en el lavabo, todavía le temblaban las piernas de su deslechada, también la miró directo a la cara escuchando preguntarle:
— ¿Quieres que le preste mi cuerpo otra vez Pablito? En otra ocasión. —
Ella enseguida con sus dientes se mordió su labio inferior, esperando la respuesta de su celoso hermano, quien caminó despacio hacia ella quedando justamente enfrente,
viéndole su cara, bajó la vista mirándole los grandes senos, que estaban hinchados y sus pezones duros, embarrados de leche
caliente como su carita, veía como Esteban le acariciaba con mucho cariño las nalgas a su hermana.
Pablo antes de hablar, le puso sus dedos en la cara de su hermana, tocándola con delicadeza, fue juntando los espermas de sus mejillas y de su barbilla, colocándole la leche entre sus labios, mirando como su hermana muy obediente abría la boca y sacaba la lengua, recibiendo la leche y chupándole los dedos a su hermano, hasta que escuchó decirle:
—Si él no dice nada de lo de nosotros, le darás las nalgas, pero como dijiste, siempre y cuando te obedezca en todo, si no, ya no habrá bizcochito, no tendrá tus nalgas, ni tus deliciosos senos, ni tu boquita para que lo desleches. —
Norma sonrió al escuchar, que tenía el permiso de su celoso hermano para volvérselo a coger, ella no desperdiciaría ni un día, mientras su inquilino viviera con ellos, ese grueso, largo y delicioso garrote ya tenía nueva dueña.
—Pues ya escuchaste, cogeremos siempre que seas obediente Esteban. —
—Te juro Pablo, que le obedeceré en todo a Norma. —
—Pues ya veremos, ni mi madre ni nadie tiene que enterarse de lo de nosotros, pórtate muy bien Esteban, y quizá puedas sodomizar mi fundillito como lo hace Pablo. —
Después de decir estas palabras la joven se dio la vuelta mostrándoles sus grandes nalgas, volviéndose a meter al área de la regadera, para bañarse de nuevo, enseguida recorría la cortina azul para no salpicar el agua para afuera.
Esteban con la boca abierta le miró ese par de enormes nalgas moverse, esas dos carnes estaban deliciosas, pensando en cómo apretaría ese fundillito su grueso garrote, giró su
cara mirando directo a los ojos de Pablo, e intercambió una sonrisa de alegría con su socio, como agradeciéndole el permiso que le dio para cogérsela, ahora recogieron todas sus ropas del piso, saliendo juntos del baño para esperar turno, para cuando ella saliera poderse bañar también ellos.Está historia continuará....
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LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES. LA SIRVIENTA.
General FictionDespués de terminada la novela erótica titulada: NEGOCIO REDONDO violencia, drogas y sexo el ca- mino a la perdición. Ahora solo queda leer, estas historias eróticas tituladas: Las cartas de EL CLUB 69 DE ARIES. En donde las personas dan su punto d...