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Arya no fue a cenar con los demás, aunque se presentó al día siguiente durante la mañana. Después de oír de su huida a Jeyne le aliviaba que estuviera a salvo, aunque temía por el futuro que la esperaba. La dama de rojo parecía obsesionada con ella. No la mujer de cabellos largos y rostro blanco como la leche, sino la legítima esposa de lord Stannis. La reina. El rumor de una boda entre Arya y ser Justin Massey se propagaba como una enfermedad a través del castillo.

Con la mirada absorta en la chimenea esperó a que tocaran su puerta, solicitaban su presencia en una de las salas. Desde su cuarto oía los lejanos gritos que lanzaban los soldados y granjeros que descargaban carros con alimento para los animales.

Había escuchado que gran parte del ganado lanar era devorado por los soldados de su esposo, pero quedaban suficientes para esquilar.

- ¿Estás lista, Jeyne?

Reconoció la voz de Theon incluso antes de abrir la puerta. Parecía algo perdido, como si se ahogara en su capa de piel gris al igual que ella en el vestido bordado de flores celestes. Es inútil que me adorne con flores y que me vista de seda, pensó con tristeza al ver su reflejo en un cristal.

- Sí, vamos.

Una fiebre de actividad se había apoderado del castillo. Jeyne sabía que en alguna parte se organizaban equipos de labradores que quitarían las malas hierbas para plantar las preciosas semillas, cuadrillas de gente que reconstruiría la quemada aldea y artesanos reparando los maltrechos objetos de la fortaleza. Las vacas tendrían que producir leche, los cerdos carne, las ovejas lana que luego sería vendida a los mercaderes o convertida en tejidos. A veces se sentía fuera de lugar en medio de personas que sí eran útiles.

La entrada de la biblioteca estaba abarrotada de caballeros, hombres de los clanes montañeses, lacustres y administradores de diversas propiedades. Incluso maestres y sirvientes que les abrieron paso cuando Jon alzó la mano y les indicó un sitio para sentarse. Jeyne luchó contra la necesidad de inclinarse ante él como solía hacer ante su señor.

La discusión se tornaba violenta ya que los ocupantes del cuarto se acosaban unos a otros con preguntas y opiniones que poco a poco se convertían en ataques personales. Petyr Baelish le sonrió desde un rincón. Su rostro amable le causaba escalofríos.

-...estoy de acuerdo en que debemos pausar las luchas internas entre los clanes – un hombre esbelto, con el rostro pintado de azul tenía a varios señores pendientes de sus palabras -. Creo que vosotros deberíais hacer lo mismo.

Una mujer puso la mano sobre su hombro, Jeyne creyó reconocer a Alys Karstark, aunque era mayor y usaba prendas bárbaras que cubrían un vientre ligeramente redondeado. Está embarazada, pensó poniendo una mano sobre su propio estómago, que seguía plano como siempre. Se preguntó si ella misma se habría visto igual de radiante en su situación.

- ¿Qué insinúa este salvaje? – gruñó alguien.

- El cadáver de lord Eddard ni siquiera estaba frío cuando vosotros comenzasteis a pelear. Incluso mi padre – lo rebatió la mujer -. Mi propia familia me trató como una bolsa de mercancía que podían vender al mejor postor. Yo creía que los norteños querían viajar para defender lo que es nuestro, pero lo único que hay es intriga. Intrigas por todas partes, y todos conspiran contra todos para obtener un beneficio. ¿No os dais cuenta del peligro que corremos?

La discusión se elevó en poco tiempo a gritos que la asustaron.

- Al menos lord Eddard nos mantenía en equilibrio – un hombre asentía a todo lo que decía Alys, parecía que su cabeza iba a salirse de su lugar -. Y lo hacía con justicia. Era diferente a su padre. Hay pocos hombres como él. En cualquier caso, es bueno que los Stark hayan vuelto.

All Men Must Die [GENDRYA]Where stories live. Discover now