33

21 3 2
                                    

El aullido del huargo de Rickon, lleno de añoranza, hizo que las manos de Bran temblasen. Las metió debajo de la manta para que Meera no notase su incomodidad.

- Arya acaba de entrar al bosque de los dioses – comentó para distraerla -. Supongo que fue a buscar a Rickon antes de que Sansa lo haga.

- Iré por ropa seca. Te apuesto que vendrán para que no los descubra – rió para sí misma -. ¿Quieres que te traiga algo de comer?

Negó con la cabeza, sonriendo para agradecérselo. Meera era tan considerada con él como ninguna otra persona. Además, era lista: no necesitaba espiar a través del arciano para saber que el vestido azul de su hermana era ya un trapo mugriento.

Era lo mejor, puesto que sueños extraños ocupaban su mente a tal punto que apenas podía diferenciar la fantasía de la realidad, y no podía asomarse a los árboles sin tener visiones extrañas, fantasías. Aunque no eran fantasías. Cada vez que Arya le extendía la mano, le parecía ver que se transmutaba en un arciano de hojas rojas como la sangre que le caía de los labios de pálida corteza. Los ojos azules de Sansa y Rickon se volvían pálidos, fulgurantes como estrellas nocturnas, tan pálidos como los suyos cuando se miraba al espejo.

- No son los espectros, son mis hermanos – musitó al ver su reflejo en la copa de agua que tomó de la mesa junto a sí.

El agua lentamente comenzó a brillar en el cuarto que se llenó de sombras en las cuales podía ver un arciano moribundo, cuya agonía de miles de años se apoderó de su piel volviéndola casi tan dura como la piedra. Una sensación de miedo se apoderó de él cuando notó que el aire estaba contaminado por alguna sustancia que le impedía respirar.

- Quiten las máscaras a esas crías ahora mismo – gruñó una figura con el rostro tapado por un velo -. Si alguna sobrevive, no alimenten con hierba fantasma.

Le parecía estar en un cuarto hecho con piedras negras cuyo aceite resbalaba como lágrimas, un espacio tan alto y ancho que parecía capaz de albergar el castillo de Winterfell en su interior. En ese momento, sin embargo, estaba vacío, excepto por un grupo de personas de largas vestiduras blancas, cuyos tocados con velos tapaban todo su rostros. Las más bajas, los niños, se pusieron en fila rápidamente cuando un hombre hizo resonar el látigo. Uno por uno, les quitaban todo lo que llevaban puesto, haciéndoles tocar un enorme rubí dentro de un cofre. Y uno por uno, los cuerpos caían. Excepto la última.

- Eres parte de nosotros, Melony.

Era algo mayor que los otros niños, una delicada criatura de cabello de plata que se desplomó poco después. Era casi una mujer y a diferencia de los otros respiraba. Cuando le dieron fresas sacadas de un barril se abalanzó sobre ellas, el jugo corría por su boca inundando el cuarto. Cuando llegó a los labios de Bran, notó que tenían sabor a sangre. Le parecía que algo brillante nadaba a su alrededor, peces luminosos que brillaban como luciérnagas en medio del agua que oscurecía cada vez más a medida que la silla se hundía.

- ¡Ya es suficiente, sáquenla!

Fue alzado por completo gracias a una máquina que hundía a voluntad el asiento en el que sus brazos pálidos se posaban, cubiertos de cuerdas negras. Notó con pavor que su cabello pálido se caía a medida que el viento soplaba inclemente.

- No te preocupes, pequeña, crecerá otra vez – rió una figura velada -. Tienes que entender que si eres parte de nosotros, tienes que vivir lo que todos hemos vivido. Ahora, sígueme.

Sin cubrirla, la obligaron a subir a un estrado de roca grasienta en la que resbaló un par de veces antes de recuperar el equilibrio. A su lado dejaron un bebé, o algo que debería serlo: era tan pequeño como uno y lloraba con todas sus fuerzas en busca de su madre, aunque sus cabezas eran dos y sus manos acababan en muñones de piel de lagarto. Las antorchas que los rodeaban fueron apagadas una por una mientras algo pesado comenzaba a materializarse sobre su cuello, algo que ardía tanto como el fuego y brillaba tanto como las llamas que comenzaron a lamerla mientras se retorcía.

All Men Must Die [GENDRYA]Where stories live. Discover now