Las estatuas que custodiaban la fortaleza de Dragonstone eran posiblemente lo más impresionante que Daenerys había visto en su vida. Eran más aterradores que la arpía de Meereen y mpas grandes que los sementales de bronce de Vaes Dothrak. Eran más grandes que Drogon, cuyo tamaño y ferocidad superaban a Viserion y Rhaegal con creces.
Al verlos por primera vez desde el barco creyó que estaba a pocas horas de desembarcar. Se equivocaba, tardaron días en tocar tierra por primera vez. Aún le impresionaban, se veían feroces incluso desde las ventanas de la fortaleza.
La incómoda silla de Aegon el Conquistador le daba calambres. Su cuerpo estaba exhausto, también su mente. Se sentía culpable como un asesino sin tener un motivo para hacerlo. ¿Por qué se sentía así? ¿Por abandonar Astapor y Meereen? Las ciudades eran una ignominiosa mancha en su linaje Targaryen, el capricho de una niña obstinada. Había sido terca aferrándose a ciudades bárbaras llenas de enemigos. Debería haberlos asesinado apenas su pie traspasó el umbral de las pirámides, ellos no habrían dudado en hacerlo si hubiera existido la posibilidad.
Sus consejeros hablabansobre varios temas que en ese momento no le interesaban realmente. Cerró los ojos recordando el día en el que comenzó a vivir, el día de su matrimonio con Khal Drogo. Antes nada importaba realmente porque había sido una niña que no comprendía cómo funcionaba el mundo. La experiencia había hecho que madurase y entendiese que tenía un destino que cumplir. Y que debía usar la fuerza de sus dragones para acercarse a lo que era suyo.
Meereen era el pasado: Westeros era el futuro. Y el trono la esperaba.
Los Inmaculados esperaban, listos para la batalla. Duros, disciplinados, habían recuperado Dragonstone con pocas pérdidas. Muy en el fondo, admitía para sí misma que los pocos guardias se habían plegado a ella tras ver a sus dragones, por lo que la lucha que esperaba se vio reducida a un par de palabras con los enviados de las casas de los alrededores.
- No debéis sorprenderos – explicó el hombrecillo Lannister -. Todos ellos tienen sangre valyria y raíces de las que se enorgullecen. Sólo esperaban la oportunidad de recuperar el lustre de sus casas.
Pese a su reticencia inicial, permitirle conservar la vida había sido la mejor decisión. Si seguía vivo al finalizar la guerra, le daría un puesto en su consejo junto a Illyrio, cuyo gordo cuerpo se extendía en el lecho de seda carmesí junto a otro hombre casi tan ancho como él.
- ¿Cómo conocisteis a mi padre... Varys?
Era el único de los presentes en ese cuarto que le provocaba desconfianza. El maestre Illyrio le había contado sobre sus largos años de amistad mientras viajaba con ella en el barco, pero desde que Daenerys lo vio en las escaleras de Dragonstone para darles la bienvenida, tuvo un extraño sentimiento de malestar. Aunque él no parecía dañino.
- Es una larga historia, reina mía.
Irri sirvió vino en tanto el eunuco contaba su historia, una que no había oído antes. Poco a poco Daenerys se había enterado de la verdad sobre su padre, aunque jamás las palabras fueron tan crudas como las que oía en ese instante. Todas las historias que su hermano le contaba antes de dormir resultaron ser mentiras. Se había acorazado de tal forma que podía escuchar cualquier cosa sobre su familia sin sentirse miserable. Aunque eso no evitaba que tuviese que tragar la sensación de rabia, el miedo y angustia al pensar que podía volverse como él.
-...en su juventud, el rey era conocido incluso en Essos por su alegría y gentileza. También por sus accesos de ira, pero no eran graves - apretó los finos labios -. Todo cambió cuando llegó Twyin Lannister.
- Mi padre era un hombre excepcional - irrumpió Tyrion con una expresión dolorosa -. Implacable, diplomático. Cínico. Un excelente administrador. Bajo su guía el reino se hizo más rico. Demasiado rico, os podría decir. Las arcas del reino rebosaban cuando Robert se convirtió en rey.
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All Men Must Die [GENDRYA]
Fanfiction[spoilers de los capítulos publicados de Vientos de Invierno]