Las mujeres que caminaban detrás de Daenerys vestían de color dorado, el que las hacía parecer parte del atardecer que se veía a través de los cristales del pasillo. En cambio, ella parecía una estrella solitaria perdida bajo el sol que golpeaba crudamente su piel. Notó que a su invitado parecía no interesarle que estuviera casi desnuda.
- Mi más sinceras disculpas, pero debo rezar – se inclinó cuando le preguntó si deseaba asistir a una de las sesiones del consejo -. Sin embargo, estaré a vuestras órdenes cuando termine.
La septa la miraba con ojos duros, oscuros como dos piedrecillas de río. Ambos salieron mientras ella se sentaba junto a sus consejeros, los cuales charlaban sobre cosas que apenas comprendía. ¿Por qué la mujer parecía despreciarla? ¿Sería amante de Aegon y temería perderlo? Su rostro no era demasiado atractivo y su cuerpo parecía el de cualquier mujer, aunque sus ojos eran hermosos. Oscuros, lánguidos, de largas pestañas.
Para su sorpresa, Aegon volvió para quedarse. Su sombra, la septa, se sentó junto a él y cruzó las manos sin decir una palabra. Sólo miró a Daenerys, que al poco rato no pudo resistirlo.
- Debo hablar contigo – declaró mirándolo directamente a los ojos oscuros -. Los demás, por favor salid y esperadnos en el comedor. Podéis empezar sin nosotros.
Con un gesto se deshizo de sus doncellas, los consejeros, los guardias del joven y los demás sirvientes. Los jinetes de sangre se quedaron. También la septa.
- Lady Lemore debe quedarse – explicó el chico tranquilamente al notar su expresión -. ¿Por qué siguen aquí vuestros guardias? Quisiera tener a los míos cerca, si no os importa.
- No son guardias, son sangre de mi sangre – se asombró de lo dura que sonaba su voz, era un mal comienzo -. La septa no puede compararse a ellos. Sin embargo, que se quede si te place.
Aegon tragó saliva. Lemore la miró como si se sintiera ofendida. Abrió la boca varias veces sólo para callar al final.
- Si es tu amante puedes decírmelo, después de todo, tú y yo somos familia – insistió tratando de dar a su voz un tono más gentil -. Ella no corre riesgo alguno, como cualquiera que tenga tu amor y respeto.
- ¿Cómo sé que no correremos daño? Mis guardias están afuera mientras que vos tenéis a... bueno estos tres hombres. Podrías dar una orden para que vinieran por nuestras cabezas. No tengo armas.
Un brillo en sus ojos le hizo sospechar que el muchacho mentía, que tenía algún recurso escondido. No importaba. Era el momento de decir la verdad desnuda, de quedar expuesta, si es que quería obtener algo.
- Soy la reina de dragones e hija del rey asesinado. Pero no soy un hombre, sino una débil mujer.
Sentía los ojos de sus jinetes de sangre clavados en ella, no importaba. Era cierto. Vivían en un mundo en el que Aegon sería recibido como una bendición mientras que, si ella aparecía como lo había hecho en las ciudades libres sería vista como un chiste o una calamidad. La envidia corroía su corazón al pensar en ello, pero era la única opción que tenía para obtener su trono y la paz que tanto ansiaba. En algún momento de claridad se había dado cuenta de que su fin sería el mismo de la reina Rhaenyra si se oponía a su sobrino.
Pero si bien no estaba en sus planes oponerse, tampoco lo estaba dejarse dominar.
- Vos no sois...
- Mis ejércitos son fuertes, mis consejeros sabios. Los que me han dado su amor saben que les corresponderé porque, aunque mi carne es blanda, tengo la voluntad que se necesita para reinar – se acercó hacia él lentamente -. Y tú puedes reinar conmigo. Eres el príncipe legítimo, hijo del heredero al que todos querían y respetaban. Las gentes esperan tu regreso, saben que eres capaz de pelear, liderar a las tropas y también ser clemente con tus enemigos.
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All Men Must Die [GENDRYA]
Fanfiction[spoilers de los capítulos publicados de Vientos de Invierno]