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Una cueva no era el mejor lugar para la curación de un hombre enfermo. Estos debían respirar aire fresco, recibir los cálidos rayos de sol cuando el astro se dignaba a salir. Arya creía firmemente que encerrarse en un lugar oscuro y húmedo era la peor de las opciones, pero debía reconocer que Melisandre tenía razón al sugerirlo. El estado de Jon seguía siendo delicado. Debía reponer fuerzas, comer bien, estar tranquilo, y eso no lo conseguiría en un campamento lleno de soldados. Su curación era lo único que le importaba en ese momento.

- Volverá a ser el mismo - aseguraba la mujer roja -. Sólo necesita tiempo.

En el exterior, el mundo seguía igual que siempre. Para los demás hombres, su hermano había sido enviado a explorar algún sitio y la sacerdotisa había llegado tras su marcha para aconsejar a Stannis Baratheon. Jeyne Poole seguía representando el papel de dama norteña y lo hacía tan bien que Arya se sentía agradecida por ello, sus días eran absorbidos completamente por los cuidados que prodigaba a Jon. Inicialmente no se había dado cuenta, pero poco a poco se percataba de que iba aislándose de los demás. No podía dejar solo a su hermano. Al menos contaba con la ayuda de un criado sordomudo devoto del señor de la luz, que no los delataría. Melisandre y Thoros también cuidaban de él de vez en cuando, pero Arya se sentía responsable por él. Casi no salía de la cueva por temor a que alguien descubriera el engaño. Temía a lo que podría pasarle a su hermano si alguien descubría su estado de vulnerabilidad. Cada día estaba más agotada; le dolían los músculos y su sueño estaba alterado. Tenía pesadillas. La perspectiva de enfrentarse al más mínimo problema hacía que tuviese ganas de llorar de rabia.

En el fondo de su ser, la carcomía la angustia. A pesar de hacer todo lo humanamente posible por Jon le parecía insuficiente, apenas daba señales de mejoría. Estaba triste, apático, una sombra de sí mismo. Apenas hablaba. Las únicas personas que lo visitaban eran los sacerdotes rojos y Stannis. Gendry iba a veces a charlar e intentaba distraerla un poco, pero en los últimos tiempos estaba tan ocupado que apenas si se veían. Además, Arya estaba demasiado absorbida por los pensamientos negativos como para prestarle atención... y se sentía algo avergonzada al verlo.

En efecto, Stannis Baratheon acaparaba el tiempo de Gendry. Lo trataba con una extraña mezcla de disciplina y respeto. Las primeras palabras que le dirigió después de reconocer que estaban emparentados, fueron una orden: la forja de una espada. Apenas probó el filo, decidió que debía dejar de fabricar arreos para dedicarse a las armas. Los maestros armeros tenían un puesto bastante importante que requería años de entrenamiento, por lo que algunos herreros sentían celos. El rumor de su bastardía se había propagado de alguna forma, pero nadie se atrevió a quejarse a su señor ni a depreciar a Gendry. Los dos eran testarudos, tenían personalidades complicadas. El rostro de Stannis no variaba su expresión, aunque su boca se fruncía menos fuerte que antes. Al parecer, le agradaba que Gendry no fuera un borracho trotamundos como el difunto rey, y a su manera le trataba de convertir en una versión más joven de sí mismo. Era perturbador.

Realmente perturbador. Stannis lo llevaba a veces a su propia mesa, donde debía usar cubiertos y servilletas. Si Gendry soltaba palabrotas cerca suyo, golpeaba sus palmas con una vara caoba que siempre llevaba consigo. El espeso cabello negro debía ser peinado a diario y la barba que le había crecido durante el viaje afeitada, a menos que quisiera recibir más golpes en las manos.

Un día, Arya lo encontró lejos del campamento quejándose a escondidas. Sin hacer ruido se acercó a él.

- ¿Por qué dejas que lo haga? - Gendry se sobresaltó y las cosas que sostenía cayeron al suelo.

La piel de sus manos estaba endurecida por los años de trabajo en el metal, pero aun así sangraba por culpa de los golpes. Gendry enrojeció, pero antes de que protestara lo obligó a sentarse para curarlo.

All Men Must Die [GENDRYA]Where stories live. Discover now