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El cielo era gris como una espada. Había comenzado a llover, y las gotas de agua caían a través de las hojas de los árboles hasta sus cansados rostros. Cabalgaron hacia el este y al norte, alejándose del río a través de un camino demarcado por piedras.

- Gendry.

Arya hizo un par de señas para llamar su atención y le arrojó una manta. Apestaba a establo, pero era más gruesa que la suya. Agradeció con una seña, ella espoleó el caballo para acercarlo al suyo. Cabalgaron juntos en silencio. Bajo los árboles el agua caía suavemente, pero cuando salían a campo abierto agradecía tener algo que lo protegiera de la lluvia. Por suerte el terreno era firme y poco traicionero.

- Pronto llegaremos - vociferó Lim desde su montura -. Mas vale que tengáis una buena explicación, lady Stoneheart no está de buenas últimamente.

Varios jinetes salieron a su encuentro un par de minutos después. Uno de ellos era Thoros, que bajó de su mula riendo a carcajadas. Debía estar feliz de verlos en una pieza. Gendry miró a Arya dubitativamente y desmontó. Apartó al sacerdote mientras los demás se entretenían con los otros jinetes y le suplicó su ayuda.

- Necesito que digas a lady Stoneheart que enviaste a esa chica para ayudarnos - gruñó en voz baja.

- ¿Qué?

- Ese castillo está maldito - respondió -. Tuvimos que huir. Debes hacer que la escuche, nada más. Por favor.

Pensó que le pediría explicaciones. Para su sorpresa asintió, con los ojos puestos en el rostro de Arya, que no había bajado de su caballo. Ella miró inexpresiva, aunque sus nudillos apretando la bolsa de las cabezas fuertemente la delataban.

Está nerviosa.

- ¿Quién es? - preguntó el sacerdote rojo -. No te preocupes, confío en ti.

Gendry le explicó que Arya tenía algo para su señora. No dijo su nombre ni demasiados detalles, pero le dio a entender que era algo muy importante.

Desmontaron al llegar a la zona donde

- Os ordené abrir las puertas del castillo – carraspeó sujetando su garganta -. Quiero respuestas. Vete, Thoros.

Thoros se adelantó, inclinándose ante ella. Se negó a irse, explicando que había enviado a la chica para llevarse a los muchachos lejos del castillo.

- Tuve visiones - murmuró de rodillas frente a ella -. Visiones de sangre y muerte. Visiones de cabezas sobre muros y blasones azules ondeando al viento. Una boda seguida de dos ejecuciones y una niña llorando bajo una sombra negra.

Gendry no sabía si era verdad, pero tuvo miedo. Si era verdad, Arya los había salvado. Si no, al menos sonaba como una excusa aceptable. Aunque lady Stoneheart no parecía estar de acuerdo.

- Preparad tres horcas - ordenó a los guardias -. Los ejecutaremos en la mañana.

Antes de que los hombres tuvieran tiempo de reaccionar Arya se movió cortándoles el paso. Sus facciones parecían más dulces de lo usual, sus mejillas estaban encendidas y le temblaban los labios. Se arrodilló ante su madre y le mostró el saco con las cabezas sin abrirlo.

- Mi señora - musitó tan dulcemente que se sintió enternecido -. Mi nombre es Nan. Vengo de Poza de la Doncella y soy culpable de su desobediencia. Si alguien merece un castigo, soy yo.

Los hombres la inmovilizaron, pero ella sostuvo la bolsa firmemente. Tuvo miedo. ¿Qué pasaría si decidía ahorcarla sin más ceremonia? Eran madre e hija, sería un pecado ante cualquier dios. No lo permitiría, aunque tuviera que develar su secreto. No iba a perderla otra vez.

All Men Must Die [GENDRYA]Where stories live. Discover now