33. Futuro.

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Suri.

Maurice Wilde sonreía resplandeciente, observaba a su hermano como si fuera un tesoro que protegería a toda costa. Conocía esa mirada porque era la misma que Sophie me dirigía. Su situación familiar podría ser complicada, sin embargo, el cariño que ambos sentían no se distanciaba del nuestro. Ese tipo de sentimiento que traspasaba cualquier barrera que la vida interpusiera en el camino, esa conexión que trasciende al parentesco y solamente explica el fenómeno de la admiración. Aun si ella no fuera mi hermana mayor, se mantendría como mi modelo a seguir. Creo que, por la manera en que los ojos de Lance enfocaban al hombre frente a mí, entendería lo que trato de expresar.

—Me sorprende que estés aquí, pensé que tenías miedo a los aviones —mencionó Maurice, acomodándose en una de las sillas. Posteriormente se quitó la corbata, el delantal y desabrochó el primer botón de su camisa—. Tienes mucho que contar ahora, chico. ¿Quién es ella? —volvió a sonreír. Me debatí internamente si había conocido antes a una persona que pudiera mostrarse amable e intimidante al mismo tiempo. Sus ojos eran de color avellana al igual que los de Lance, pero su forma era afilada, por lo que su mirada se tornaba poderosa e hipnótica. Su cabello consistía en abundantes mechones oscuros y rizados que sostuvo en una media coleta. Cada rasgo físico estaba cargado de una particular belleza, jamás había visto a alguien con un campo magnético tan fuerte. Ni siquiera me alcanzaban las palabras, tal vez por eso no había sido capaz de pronunciar ninguna.

—Moe, ella es Suri Adams —intervino Lance, sacándome de mi ensoñación—. Suri, te presento a mi hermano mayor, Maurice.

—Hola, Maurice, mucho gusto —extendí una mano levemente temblorosa, la cual estrechó. En cualquier ángulo era guapo, especialmente si estaba cerca. El atractivo de los hermanos era rotundamente distinto entre sí, no obstante, compartían características como aquellos preciosos hoyuelos. Aun así, prefería los de Lance, puesto que venían acompañados de un encanto especial que consideraba la octava maravilla del mundo.

—Llámame Moe, no hay problema —propuso, restándole importancia. A continuación, se concentró en Lance—. Entonces, ¿por qué no me avisaste? Pude recogerte, debió ser bastante difícil.

—No lo fue, vine con Suri en un autobús. Ella me pidió que la acompañara, su hermana tuvo un problema —respondió, dedicándome una mirada.

—¿En serio lograste que aceptara? Me sorprende, llevo años rogándole que me visite. Supongo que realmente te aprecia —exclamó Moe, alzando una ceja en mi dirección. Contuve el aliento, rogando que el calor no invadiera mis mejillas.

—Cállate —reclamó Lance, asentándole un golpecito en el hombro.

—Bien, bien —rio, sobándose de manera irónica—. Me alegra que estés aquí, no pudimos reunirnos durante el verano.

—Porque no querías encontrarte con papá —acusó Lance, inclinando su silla hacia atrás.

—Sí, no creí que las cosas fueran a resultar y no quería que nos escucharas discutir —justificó, transformando su aura dominante en otra que contenía un toque de vulnerabilidad. Lance había mencionado en varias ocasiones que no disfrutaba abordar temas relacionados a su familia, no me extrañaba que fuera similar en el caso de su hermano. El estallido de mi propia curiosidad empezaba a afectarme, no obstante, no tenía derecho de exigir cualquier explicación. 

—No lo hubieran hecho, Moe —masculló, manifestando un semblante abatido—. Papá se ha esforzado mucho para reconectar conmigo. Nuestra relación no es perfecta, estamos en ello. Acaba de volver al trabajo luego de quedarse en casa, no lo hacía desde...

—Que Patricia murió, ¿no es así? —interrumpió Moe abruptamente, incrementado la melancolía en el rostro de Lance—. Aunque ni siquiera hablaba con nosotros, se encerraba durante el día en su habitación y por la madrugada recorría la cocina para comer. Nunca fue capaz de ponernos por encima de ella.

Esta secuela es un desastre [OCRA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora