9 Un sacerdote y un pedazo del caso

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Era exactamente las ocho de la noche cuando Tom se volvió a despertar por quinta vez, pero esta ocasión fue por un sonido que provenía del otro extremo de la enfermería, al parecer una copa había caído al piso. Tom se levantaba y jalaba de la cortina que dividía su espacio. El joven revisó a su alrededor y pudo observar que a un lado de aquel cristo estaba un hombre agachado rejuntando un objeto.

—¿Padre? —se preguntaba Tom en voz baja.

Tom salió de su cubículo para dirigirse hacia aquel hombre que seguía agachado.

—¿Padre?

De inmediato el hombre respondía hacia el llamado del joven, poniéndose de pie y dejando caer las copas de nuevo.

—Joven Tom—dijo el padre sorprendido al verlo.

—¿Qué está haciendo? —quiso saber Tom, que también se agachaba para ayudarle al sacerdote a levantar las copas.

—Nada, solo que hoy no quise dar misa—contestaba el sacerdote ayudando al joven a ponerse de pie—Así que ya estás de regreso.

—Se podrá decir—dijo Tom, que dejaba las copas en una mesa circular—Las cosas se han complicado.

—Me he enterado—contestaba el padre con su mirada clavada en el cristo de la misericordia—Sobre los ataques hacia ti y por supuesto sobre los muertos que han estado encontrando.

—Que por desgracia han sido por mi culpa—decía Tom, que se encaminaba para irse a sentar a una banca larga de madera.

—No hijo, para nada—el padre iba y también se sentaba en aquella banca, quedando a un lado del joven Tom—Hay cosas que nosotros no sabemos y Dios solo sabe porque nos pone esas pruebas...

—Para saber por qué nos puso esa prueba...

—Esa misión—intervino el padre.

Tom solo asentía y se quedaba callado.

—Joven, necesito confesar algo—decía el sacerdote con un tono serio.

—¿Confesar? —se extrañó el joven, que volteaba a ver al sacerdote lentamente—Padre, yo no soy sacerdote, yo soy solamente un mortal que se cree inmortal—aclaró Tom, que terminaba viendo el suelo.

El padre solo se rio y agregó.

—Es raro, pero no es sobre mis pecados.

—¿Entonces?

—Quise hacerle de detective.

—¿Y ese es su pecado? —preguntó Tom cruzándose de brazos—Perdonado—dijo haciendo una cruz en el aire mientras se reía.

—No te rías—dijo el sacerdote dándole una pequeña palmada—Hace días que no se sabe de un padre, según lo que cuenta es que el padre fue a un pueblo y nunca volvió—explicaba el sacerdote—Pero había algo que no sabía, el viaje que realizó fue un castigo...

—¡Qué castigo! —se sorprendió el joven—¿Seguros que dar misa en un pueblo es castigo?

—El problema aquí, es que no fue a ningún pueblo sino a una casa de retiro...

—¿Retiro?

—Sí, y en el momento que cruzaba por una investigación...

—¿Qué? —interrumpía Tom, que prestaba más atención a la historia que le estaba contando el padre.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora