14 Nuevos planes

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Lucy, una joven bella y sonriente pasaba a una oficina bastante pequeña a comparación de otras que estaban en el Senado que eran grandes junto con sus respectivas salas y escritorios. La joven se abría paso entre las cajas llenas de documentos que estaban regadas por el suelo. Su objetivo era, encontrar un papel que Tom le había encargado que le serviría para la junta que estaba teniendo en estos momentos. Lucy calmada al saber el nombre de la carpeta que le dio Tom, buscaba caja en caja sin importarle hacer más desorden.

Entre los documentos veía varios casos que fueron nombrados por la fiscalía que, por desgracia, el Senado había entrado y se los había rebatado. Lucy siempre se había preguntado como el Senado se metía en los casos y los terminaba resolviéndolos con sus propios agentes y no por los de la fiscalía. Esa era una de sus grandes dudas, ¿Qué haría cuando su preparación terminara y se le presentara un caso? A pesar de sus miedos, sabía que en un punto de su entrenamiento Tom u otro agente les daría la tarea de integrarse a un caso, aunque no muchos son como el caso que se estaba presentando, que esta vez, la fiscalía o ciertos agentes de la fiscalía acudieron al Senado al ver que no podían combatir con la amenaza que se vivía en las calles de la ciudad de Guadalajara o probablemente del estado.

Lucy con esmero, había encontrado una carpeta amarilla con manchas de grasa y una que otra pizca de sangre. Al ver eso, se preocupó un poco y su primera pregunta ante eso fue ¿Qué tipo de caso sería? Se dice que las carpetas que albergan un caso que fue pesado o peligroso, se suelen teñir de otro color más opaco y seco, o dejar marcas como esta ocasión, de grasa o sangre. En el primer día que Lucy llegó al Senado, lo primero que le contaron fueron ciertas historias que parte de ellas fueron leyendas, sin embargo, al paso de los tiempos comenzaron a encajar con las investigaciones que iban haciendo.

Para Lucy, llegar al Senado fue un alivio, un descanso de sus amigos de la escuela y por su puesto de ciertos familiares que la criticaban por ver o decir cosas paranormales. Lucy había tenido su primera experiencia con las almas desde los quince años, momento que presencio un asesinato de un hombre a otro hombre a sangre fría. Siendo la única testigo, el asesino comenzó a perseguirla todos los días, hasta que, en una noche, a unas cuadras de su preparatoria, aquel hombre la detuvo con navaja en mano. Lucy con miedo y con los ojos llorosos, comenzó a correr hasta que cayó de forma brusca. El hombre por su parte se encimó en ella sin perder la oportunidad de tocarla con demasiado deseo.

Lucy aterrada y con el grito y llanto atorados, no le quedo de otra que dejarse tocar mientras encontraba el arma que tenía el hombre. Lucy con vergüenza y sin ganas de vivir, comenzó a abrazar al hombre con el propósito de seguir buscando el arma, mientras que el asesino le besaba el cuello con pasión al sentir que la joven no ponía ningún esfuerzo. Lucy estaba apuntó de besar los labios de aquel señor cuando encontró el arma, la agarró y le dio más de cinco puñaladas. Lucy asustada, pero segura de lo que estaba haciendo, le seguía apuñalando hasta dejar al hombre como un tubo roto, dejando salir demasiada sangre. La mujer no soltó el arma, solo se puso de pie, agarró sus cosas y salió corriendo. Después de llegar a su casa que afortunadamente no había nadie, se fue a bañarse mientras soltaba el chanto. Después subió a la azotea con la ropa ensangrentada en mano, y le prendió fuego. Dejando a la suerte la muerte de aquel hombre. Lucy no tiró ni tampoco quemó el arma, la mantuvo ahí en su habitación, como símbolo de protección, de libertad y sobre todo de venganza para todas aquellas victimas que aquel hombre había matado.

No fue hasta después de estar en el último semestre de la preparatoria que comenzó a ver al hombre más seguido, aun sabiendo que había muerto, lo seguía sintiendo, aun lado de ella, en su salón de clases, con sus amigas o en otro lugar. Era tanta la presión que creaba esa imagen, que los padres de Lucy con toda la pena del mundo, la comenzaron a llevar a tratamiento psicológico, la cual no sirvió, después de tanto gastar en un psicólogo, los padres optaron por llevarla con un psiquiatra, dejándola ahí encerrada, tratándola como una loca. Lucy gritaba, lloraba y hablaba a solas, pero en sus ojos se podía observar cada alma en pena, llorando y lamentándose.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora