Capítulo 45. "Touya"

158 17 37
                                    

Dabi

Fue como estar atrapado en una cápsula de gas en cámara lenta; asfixiante y extenuante.

Solo hasta que me nombró confirmé que tenía corazón, pues con el espasmo que sentí, el órgano debía estar latiendo fuera de mi pecho.

Una risa nerviosa resonó tendidamente en el lugar, combinada con un estupor intumescente que se destilaba por mis nervios con tanta adrenalina que podría jurar que me estaba escociendo desde adentro, como si albergara el mismísimo infierno en mi interior.

Sería inútil disimular a este punto mi reacción, ni siquiera podía regular mi respiración, insuficiente y dolorosa con cada exhalación.

Todo por cinco malditas letras.

Me sentía mutilado; mis extremidades no reaccionaron por lo que podría jurar fueron meses, mis huesos parecían fracturarse y unirse en cuestión de segundos, provocándome calambres tan fuertes que estaba sorprendido de que aún estuviera consciente, o tal vez era justo ese dolor lo que me mantenía en pie.

Y fue gracias a este estado catatónico que me sentí revitalizado, facilitándome tomarlo del cuello en un instante en el que la estela de fuego a mi avance aún flameaba a mis espaldas.

No opuso en ningún momento resistencia, o la más mínima voluntad de hacerlo. Su mirada tampoco desprendía temor o incertidumbre, más bien, condescendencia, pena; lástima, y eso, era aún peor.

– Al parecer ya estamos... a mano. – Haciendo uso del poco raciocinio y control que me restaba para no rostizarlo allí mismo.

Ya ni siquiera me importaba si me visualizaban desde ahí y pretendieran someterme en conjunto entre otros héroes; o cómo habría descubierto mi identidad y cuántos, si es que habían más, ya la sabían; nada de eso importaba.

Estaba errático.

– ¡Eres un excelente títere! – estampándolo contra el muro a sus espaldas, sin que éste ni siquiera mostrara signos de huir o contraatacar. – ¡Mira que tomarte la molestia de tan espléndido hallazgo! – Volviéndolo a golpear, haciendo que esta vez un quejido sordo escapara de su garganta en cuanto mi puño golpeó su estómago, salpicando mis pies con su sangre. – ¡Eres un enajenado muy devoto! – Tacleándolo contra el piso, salvo que esta vez, un escupitajo rojizo escurría de su boca y nariz. – Pero, te felicito; es admirable tu vehemente obediencia. – Volviéndolo a golpear, como un saco de boxeo, escuchando sus alas crujir en el proceso.

– ¡Al parecer no les costó nada lavarte el cerebro! – Sin embargo, no entendía por qué no lo carbonizaba y ya. – ¡Ni siquiera después de asesinar a tu padre como una rata! – golpeándolo con aún más fuerza, como si con esto pudiera sacarlo del trance al que me forzaba a creer que lo tenían sometido. – ¡¿O acaso ya los perdonaste?! – Mis dedos crujían, y desearía que hubiera sido por los golpes, pero no, era algo más...

¡¿Por qué no se defendía?!

¡¿Por qué no hablaba?!

¡¿Por qué no reaccionaba?!

¿Por qué... yo no acababa con él...?

Un quejido, un lloriqueo, una súplica, lo que fuera que justificara asesinarlo sin remordimiento; lo que fuera para no justificar mi retraso en hacerlo.

Que permaneciera tan imperturbable pese a la paliza que estaba recibiendo era mucho peor, porque solo me hacía cuestionarme por qué no terminaba con él.

Antes no había mostrado clemencia con nadie, mucho menos un héroe, y ahora estaba sofocándolo con mis manos sin atreverme a terminar la tarea con una simple muestra de mi don, forzando a cada fibra de mi ser a retener las llamas que no habían sido más que una carga desde mi nacimiento, sin entender por qué.

Solo Si Es Contigo (2da parte) BakTd/TdBkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora