¡Hermione, sabes que me gustas!

34. Cena en casa de los Potter

Narrador omnisciente:

- Por alguna razón has venido a verme, ¿no? - sonrío maquiavélicamente Draco.

- No vine a decirte nada importante, solo a preguntarte... - respondió el pelirrojo manteniendo la distancia.

- Te escucho, Weasley -.

- Bien... - se acomodó Ron. - La cuestión de la poción..., ¿es 100% efectiva? - indagó tímidamente.

- 100% eficaz. No hay forma que Granger no se enamore perdidamente de ti -.

- ¿Y cómo sé que no prepararás otra poción que pueda hacerle algo malo a ella? -.

- ¿En qué me beneficiaría eso? Sabes muy bien que si le haría algún tipo de daño físico me expulsarían sin escala de la escuela. Además, mi objetivo es Potter, no la sangre sucia... - extorsionaba él.

- No la llames así - se puso firme el otro. Malfoy suspiró.

- Como quieras. Si no me crees puedes prepararla conmigo. Te repito: no gano nada haciéndole daño a la san... Granger -. 

- ¿Ella olvidará a Harry en cuanto el efecto comience? -.

- No es que lo olvidará de inmediato, sino que te amará tanto a ti que ni es necesario el olvido. Ella comenzará a pensar que le dio un brote de locura al pensar en salir con Potter, teniéndote a ti como opción. Es infalible, Weasley... -. Ron se quedó congelado mirándolo muy pensativo, interpelándose a si mismo. 

- ... -.

- ¿Qué piensas hacer, entonces? - presionó el rubio.

- Aún no lo sé. Estoy en un dilema muy grande -.

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Narra Harry:

Lo admito, fue muy difícil dormir luego de esa gran noche y tan cerca de Mione. Daba vueltas y vueltas en la cama y, a pesar de percibir de lleno el sol, cuyo destello atravesaba la ventana, no obtenía fuerzas para levantarme. 

Sorpresivamente para mi y para Nev (quien se encontraba en mi misma situación), lo que nos terminó de despertar fue un grito por parte de nuestro querido compañero de habitación Seamus:

- ¡Harry! - gritó llamando mi atención. De un salto me senté en la cama.

- ¿Qué ocurre, Seamus? ¿Qué te pasa? - exclamé irritado.

- Te ha llegado esta correspondencia - me otorgó una carta.

- Oh..., gracias amigo - bajé los decibeles. Entones froté mis ojos para ponerlos en alerta y tomé mis lentes. Me los puse y, al comenzar a leer, rápidamente me percaté que era una carta de mis padres. 

- ¿Quién es, amigo? - me preguntó Neville con los ojos entrecerrados. 

- Mis padres - me puse de pie para concentrar más atención. - Espero que finalmente me digan que puedo ir a pasar el Año Nuevo en casa - crucé los dedos y me dispuse a abrir cautelosamente el sobre. Seguidamente, me senté en una esquina de la cama para leer tranquilamente. Nev se sentó a mi lado, bien cotilla como era. En eso, comencé a leer y, para mi fortuna, mis padres confirmaron la buena noticia entre saludos y amigables muestras de cariño. 

Una sonrisa se dibujó en mí y fue palpable para mi amigo:

- Supongo que... -.

- ¡Sí, me iré! - me levanté de la cama de un salto. - Tú y Ron vendrán conmigo - lo señalé.