19. Vivian

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Corría descalza por la hierba de un prado que parecía no tener fin. A los lados, había pasillos formados por jazmines y lavandas, creando un perfecto laberinto sensorial. Se acercó a una de las flores blancas y la sostuvo entre los dedos sin arrancarla. Acercó la nariz a ella e inspiró. Aquel aroma le transmitió paz, la tranquilidad que durante tanto tiempo había buscado, y se tumbó en uno de los caminos enmarcados por flores. Entre aquellos muros verdes se sentía segura, protegida por la madre naturaleza. Le dedicó una sonrisilla al sol, y se levantó para seguir correteando de un lado a otro, saboreando toda aquella libertad explosiva que solo había podido imaginar en sus mejores escenarios mentales. 

Algo perturbó su calma cuando escuchó bramar a lo lejos a un conejo. Corrió ágil, dejándose llevar por la sabiduría de sus pies. No entendía cómo, pero sus piernas la guiaban con precisión a través de las matas verdes y las espigas lilas. A medida que se fue acercando a la fuente del ruido, la templanza del ambiente se empezó a aseverar. El sol se escondió detrás de una nube cuando al fin encontró al conejo, como si no quisiera ver aquello que estaba por acontecer. Temblorosa, se acerco al mullido cuerpecito del animal, que respiraba con dificultad. Se arrodilló junto a él, y cuando su cara quedaba apenas a unos centímetros de sus largas orejas, la cabeza del conejo dio un giro de ciento ochenta grados, confrontando a Vivian con dos largos dientes rotos y unos ojos pintados en sangre. 

"¡Vivian es una alcohólica!", bramó a la vez que la chica abría los ojos dejando atrás aquel idílico paisaje. 

Tardó un rato en descubrir que no se encontraba en su cama. Ni siquiera estaba en su casa o en algún lugar que conociera. Escuchaba voces distantes, pero podía deducir que se trataba de una discusión. Tragó saliva y notó el sabor del alcohol todavía presente en su boca. Intentó recordar cómo había acabado en aquella habitación llena de unicornios, color rosa y olor a jazmín y lavanda, pero en su cabeza no había nada más que confusión y un dolor que amenazaba con sacarle los ojos. Se intentó tranquilizar e hizo un esfuerzo por recordar. Había estado bebiendo en la vieja taberna del pueblo, pero no recordaba más a parte de la imagen borrosa de su teléfono móvil impactando contra una cristalera. No entendió el significado de aquel recuerdo, y tampoco estaba segura de querer saberlo. 

Con cuidado, se incorporó con sus brazos. Llevaba la misma ropa con la que había salido de casa, así que su ansiedad disminuyó un poco. Quienquiera que la hubiera dejado allí no quería hacerle daño. Miró a su alrededor, agradeciendo que por la ventana apenas entrara un rayito de luz y que la persiana no estuviera abierta de par en par. Acostumbró sus ojos a la oscuridad, y se fijó en el vaso lleno de agua que había en la mesita. Dudó sobre si fiarse o no, pero acabó concluyendo que si alguien le hubiera querido hacer algo habría aprovechado su ebriedad la noche anterior, y posó sus labios en el vaso, dejando que el agua bajara por su faringe. Después respiró profundamente, intentando aliviar el repiqueteo que sentía en las sienes. 

Se lamentó por haberse dejado llevar demasiado, y rezó porque sus padres no se hubieran percatado de su ausencia durante toda la noche. Rebuscó el móvil en el bolsillo de sus pantalones, pero allí o encontró nada. Tampoco había ni rastro de su bolso, así que solo le quedaba confiar en que no había sido atracada mientras estaba bajo los efectos del alcohol, porque eso tampoco lo recordaba.

¿Qué tanto se había complicado su velada en solitario para acabar en un lugar que no conocía? 

Dio un salto minúsculo al escuchar el pomo de la puerta girar. Estaba a instantes de averiguar quien la había salvado de una noche con fatídicas consecuencias. Notó que el alma se le bajó a los pies cuando Harrison la miró desde la puerta. El amigo de Luke; aquello debía de ser la prueba final para poner en juego su cordura. 

Una risa irónica resonó en su interior. ¿Es que de todas las personas que había en aquel bar tenía que ser alguien relacionado con Bennet el que la encontrara? Guardó silencio, sin saber muy bien qué decir y sintiendo náuseas de golpe. Tenía que tranquilizarse, para aquel chico ella era solo una persona que se había visto en apuros y a la que había querido ayudar. A diferencia de Vivian, él no sabía nada de su existencia, porque Luke jamás le habría hablado de ella. Por supuesto que no tenía ni idea de toda la historia rara que se había traído con su amigo cuando iban al instituto, así que no tenía nada de lo que avergonzarse ni por qué sentirse violentada. El chico de pantalones rosados y pelo de colores no sabía nada sobre el rechazo con el que Luke la había dejado plantada el día que se declaró ni de las cosas que habían pasado antes. Al menos así es como deseaba que fuera. 

La historia que nunca ocurrióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora