11🌸 Dulce

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El clima era de lo más agradable.

No existían nubes por ninguna parte, y tampoco el sol quemaba.

Y de pura suerte había conseguido comprar esos ohagis de aquella tienda de la que tanto había escuchado, justo unos minutos antes de que cerraran.

Definitivamente le dolía su monedero, pero eso no importaba….

Importar.

La época en la que junto a su hermano se sacrificaban por alivianar el peso que caía sobre los hombros de su madre. Cuando dormir con el estómago lleno era un lujo que no se podían permitir.

Ahora ya no tenía carencias de dinero. Lo que ganaba le alcanzaba perfectamente para todo, incluso le daba para comprar alguna cosa en particular.

Si sus hermanos siguieran vivos, probablemente hubiera conseguido aquel libro de cuentos que Koto había mencionado que deseaba.

O la muñeca que había visto el otro día, a Sumi le hubiese encantado; los mochis que Teiko siempre quiso probar; o aquel tren de madera para Shuya y Hiroshi.

Miró a los ohagis envueltos de forma cuidadosa. Volvió a mirar al camino que se extendía hasta llegar a una finca, y volvió a mirar el paquete.

Una solitaria lágrima rodó hasta dar con el paquete.

Si lo pensaba bien, además del ohagi, no conocía con certeza algo que le hubiese gustado a su hermano como regalo. Sanemi siempre había procurado colocarlos al frente como prioridad.

- Llegué tarde.

Gracias a su entrenamiento, Genya conseguía notar la presencia de forma simultanea, pero no había ocurrido nada cuando la albina había pasado por su lado.

Una niña albina.

Con algo de terror la ubicó al instante.

En el monte Fujikasane se había comportado de una forma grosera y violenta. Incluso uno de los finalistas tuvo que ir y literalmente partirle la muñeca.

- Perdón.

La niña volteó, vio como Genya hacía una reverencia hacia ella.

- M-mi culpa

- No, no - intentó calmarlo antes de que comenzara a arrodillarse.

La voz de la niña lo sacó de su temor.

- Pareces sinceramente arrepentido, y creo que tus circunstancias te jugaron en contra. Todo perdonado.

Contrario a esa vez, Kanata Ubuyashiki tenía una pequeña sonrisa. Su indiferencia en el monte Fujikasane había sido temeraria, pero ahora.

Parecía capaz de expresarse fuera de sus líneas, decir lo que pensaba como cualquier chica de su edad.

- U-un d-dulce… yo….

Kanata era perspicaz, aunque no faltaba serlo. Y por raro que parezca consiguió interpretar los tartamudeos y silencios de Genya.

- Si quieres le entrego el regalo, de tu parte – comentó al aire, demostrando ser consciente de que el pilar del viento era su hermano. Arrancando un retazo de papel escribió el nombre de Genya y colocándolo en el paquete – Creo que así esta bien.

Genya había sido advertido de no acercarse a su hermano, su maestro se lo recalcaba cada que podía, y la proposición de Kanata le había parecido de lo más amable.

- Como sabes que…

La única frase no tartamudeada hacia una chica y esta no lo escucha.

Mientras Kanata dejaba el paquete. Genya había ido corriendo al pueblo, comprado algunos caramelos, y vuelto para estar en el punto de encuentro.

- Gracias, y perdóname por las molestias.

Kanata aceptó los caramelos con tranquilidad, pero dentro de ella se libraba un gran debate.

¿Le decía que prefería lo salado?

Mejor no.

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