50 • ¿Entonces soy un Dios?

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Damián.

— Daniel lo quiere ver — me informa mi secretaria.

— Hazle pasar.

Está sale de mi oficina y me pongo derecha en la silla, tengo un dolor de cabeza horrible el día de hoy.

— ¡Buenos días! — escucho un animado Daniel.

— Buenos días — respondo con menos ánimos.

— Te vez cómo si el dolor de cabeza te controlará — contesta riendo.

— Lo está haciendo.

— Con una fiesta se arregla.

— ¿Te estás volviendo loco? — está vez río yo.

— Haré una fiesta por motivó a mi aniversario con Brenda, ya sabes que tipo de personas estarán allá.

— Todo lo que incluya tú mundo.

— Un día fue tú mundo también — me recuerda.

— Eso solo paso una vez — contestó.

— Puedo jurar que haz intentado algo de ello con tú mujer.

Rio ante su comentario porque tiene razón, he utilizado sutilmente la sumisión en Hera.

— ¡Te lo dije!

— Claro que lo he puesto es práctica pero no es que me apasiona tanto, me gusta más disfrutar el momento.

— Lo mejor que puedes hacer, créeme.

— ¿Cómo será eso de la fiesta? — preguntó.

— Será pasado mañana en la noche — me explica — también Harry irá.

— Tengo años que no lo veo — contestó riendo.

(...)

¡Dios mío! No aguanto el dolor.

Al llegar a casa me acosté en seguida.

— ¿Damián qué pasa? — pregunta Hera al llegar a mi lado.

No respondo, solo la miro y está comprendo que no quiero hacerlo.

Se acerca a mi quitándome el traje junto con los zapatos dejándome en ropa interior.

Se sube a la cama acostando se a mi lado y yo rodeó su cuerpo con uno de mis brazos.

— Te amo — contesta antes de darme un pequeño beso.

— Tengo miedo — respondo franco.

— ¿Por qué?

— Tengo miedo de no ser un buen esposo o el hombre que te mereces, tengo miedo de no saber si seré un buen padre.

— Eres el mejor esposo que puede haber, y serás el mejor padre Damián.

— Lo haces ver todo tan fácil.

— Nunca dije que lo es y menos que lo será pero ve el lado positivo a las cosas, ya estamos bien, los bebés están bien, decuperaste tú empleo y sobre todo estamos siendo felices, ¿Acaso tú no lo eres? — pregunta haciendo puchero.

— Claro que lo soy hermosa, el hombre más feliz del mundo.

— Entonces no pienses esas cosas, mejor piensa en cómo seremos con un bebé.

— Dos — la corrigo.

— Cierto, con dos bebés — ríe ante mi comentario.

— Tú quieres que nuestro hijo sea virgen hasta el matrimonio.

— Quiero que se guarde hasta estar con la mujer indicada.

— Pero tú no llegaste al matrimonio — me río de forma sonora.

— Tenía un tremendo Dios desnudo ante mi, ¿Qué esperabas?

Ruedo hasta quedar encima de ella.

— ¿Entonces soy un Dios?

— No, hablaba de mi Christopher Morgan.

Mi expresión cambia en seguida al escuchar el nombre de otro hombre en la boca de mi mujer.

— Cambia esa cara y ayúdame a hacer la cena — se libera de mi agarré.

Me levanto junto con ella y caminamos hasta la cocina.

— ¿Qué quieres para cenar? — pregunta un Hera sonriente.

Tiene un vestido que le queda medio ajustado pero hace que su vientre se vea precioso al igual que su trasero y ni hablar de sus tetas.

Me imagino subiendo lo hasta quedar en sus caderas descubriendo lo que trae debajo del corto vestido, azotaria su culo repetidas veces hasta dejarlo ropa por la intensidad con la que estuviera pegándole.

Lo terminará de subir subiendo la a la meseta para luego quitar las copas del sostén perdiendo me en las coronillas de sus pezones.

Mientras tomé su cuello de forma dominante con una de mis manos la otra jugaría en su entrepierna estimulando su pequeño coño mientras con mi boca deboro sus pezones.

Bajaría de a poco hasta llegar a su vagina encontrando la toda mojada lo cual sería un deleite para mí paladar.

Tomaría cada uno de sus fluidos y la situación haría que cada vez mojara más y más.

La penetró con dos de mis dedos mientras la sigo tomando del cuello de forma posesiva a la vez que sus gemidos me endurecen cada vez más.

No aguantaría tanta tentación y querría penetrarla enseguida y lo haría, perdiendo me en su carne, viendo cómo su vagina traga todo mi tamaño.

Estocada tras estocadas fueran recibidas de mi parte hasta hacerla llegar a su orgasmo gritando mi nombre.

Siendo el maldito pervertido que soy y a la vez posesivo deleitando me con saber que soy el único que puede provocar a mi mujer de esa forma.

Estando consiente de que todo aquel que le pongo un dedo al mínimo cabello de Hera lo matare.

Lo próximo que siento son las manos de Hera en mi erección.

¡Joder, estoy excitado!

— Puedo jurar que me estabas imaginando sin este vestido dándome fuerte en la meseta — contesta mientras sigue sus movimientos encima de mi erección.

— Conoces bien a tú hombre hermosa — contesta tomándola del cuello para besarla.

Un Damián desesperado no aguanta la tentación y le quito el vestido en segundos dejando la en ropa interior y siento qué mi erección está cada vez peor.

Hera se arrodilla ante mi y solo me sale agradecerle a Dios.

Siento sus delicadas manos sacarlo de dentro del boxer metiendo lo en su boca sin esperar avisó, lo lame desde el principio hasta el final como toda una experta metiendo mi tamaño en su boca sin problema alguno.

Baja y sube su mano en sincronía con su boca.

Empieza a chupar solamente la pinta y pierdo la cordura tomándola del cabello metiendo me agresivamente en su interior hasta que su saliva resbala por su hermosos labios.

Al fondo de su garganta siento como un abrir y cerrar justamente en la punta de mi pene como si quisiera tragarlo y no resisto más.

Lo saco de su boca y está empieza a masturbarme esperando mi líquido con la lengua afuera hasta que me vengo en su cara.

Intento controlar mi respiración, ¡Santo cielo!

Está traga todo el líquido recogiendo todo rastro en su cara.

La tomo del cuello besándola metiendo mi lengua en su boca y está me lo sigue, la cargo subiendo la en la meseta y le quito toda la ropa restante de su cuerpo hasta dejarla desnuda.

— Te amo hermosa — contesto antes de penetrarla haciendo que está gima mi nombre en mi oído.

El Trato De Un Millonario. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora