Capítulo extra: La clínica

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Narrador omnisciente

En siete días Zion solo había podido dormir trece horas, vivía a base de bebidas energéticas y comida basura, escribiendo sobre pizarras blancas, sin apenas salir del laboratorio porque Wahn esta vez no iba a ganar. Estaba empleando toda su capacidad casi hasta destrozar su psiquis en encontrar una solución para que ODMA no despertara, estaba perfeccionando un antídoto que mantendría paralizado al parásito, el tiempo se le echaba encima y no se permitía perder ni un segundo de su vida. No vivía tranquilo sabiendo que en cualquier momento Hans podía morir, había oído hablar de Odma, pero nunca lo había tenido cara a cara echándole un pulso.

Ese séptimo día tenía algo especial que alegraría a Katherine o al menos eso creía él porque no contaba con ningún factor sorpresa. Había tenido que salir por un asunto importante que lo llevaría a estar un tiempo fuera y lo que nunca esperó a su regreso a la clínica fue no encontrar a Katherine por ningún lado: extrañándole que se separara de Hans.

Con un mal presentimiento sale del laboratorio poniéndose su bata y se dirige al despacho de Nate junto con Brutus. La puerta está abierta y los dos entran encontrando una pequeña discusión entre Nate, Leroy y Vernon que paran de hablar de golpe mirándolos. Las caras de estos dos últimos no son buenas y Zion ya se imagina lo peor. Él no suele caracterizarse por mostrarse alterado, pero le preocupa no encontrarla.

—¿Dónde está Katherine? —le pregunta directamente a Nate—. La última vez la vi durmiendo en la cafetería.

Y ahora se arrepiente de no haberla despertado para decirle la verdad.

Nate se encoje de hombros reclinado en su silla con una pelota antiestrés en su mano, ya que esa mujer no le importa en absoluto y no piensa malgastar su tiempo con ella, Vernon menea la cabeza como si no pudiera creer su comportamiento acercándose a la ventana con las manos en su cintura.

—Nosotros llevábamos diez minutos preguntándole lo mismo —aclara Leroy.

—He disminuido totalmente la dosis de sedación en Hans y quiero darle la noticia. Está a punto de despertar y sé que ella quiere estar a su lado —informa Zion para todos.

Dos mercenarios giran la cabeza para mirar a Nate como si lo hubiese estropeado todo.

—Esta vez si te has pasado —le reprocha Leroy.

Nate aplasta más la pelota en su mano con una expresión cruda que muestra que no se arrepiente.

—¿Qué pasa? —quiere saber Zion sin que se anden con rodeos.

—No es nada, estáis exagerando —pronuncia Nate despreocupado—. Le dije que se diera una vuelta y luego le abriría la puerta. Está fuera. Por fin.

Brutus es quien abandona el despacho para buscarla de inmediato.

—Pero está lloviendo —señala Vernon por la ventana como si lo hubiera hecho más de una vez para que lo entendiera—. Te dejamos solo con ella y la sacas de la clínica.

Nate no contesta, sumido en sus pensamientos apretando la pelota antiestrés en su mano que está a punto de destrozar. No soporta que le reprochen ni cuestionen sus actos. Él nunca se equivoca y siempre hace lo correcto.

—Ayer no le dije nada a Katherine para no ponerla nerviosa, pero ahora me arrepiento de no haberlo hecho —habla Zion con remordimiento—. No habrías tenido el poder de echarla si lo hubiese sabido porque te hace cara y eso a ti te jode.

La realidad de esas palabras hace que Nate lo mire con una expresión satisfactoria y se reclina sobre su asiento como si recordara un detalle en concreto.

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