Capítulo 38

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KAT

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KAT


Termino de cerrar la cremallera de mi maleta roja y me enderezo. Creo que me he llevado mucha ropa. Solo van a ser unos días. Y aun así cuando comencé hace media hora a hacer la maleta fui metiendo una prenda tras otra como si fuera a quedarme varios meses en Hawaii.

Me siento en el borde de la cama y me quedo sumergida en mis pensamientos.

Estoy hecha un lío. No sé si en realidad estoy obrando correctamente o si estoy empeorando nuestra situación.

Ayer abrimos una brecha entre los dos que nos marcó.

Hans se ha ido muy temprano. Ya ni me molesto en pensar por qué lo hace. Cuando me he levantado ya no estaba. Fui a su dormitorio y toqué la puerta como una ilusa esperando encontrarlo al otro lado. ¿Y qué me encontré? La estancia vacía. Inquieta, lo busqué por el resto de la casa y acabé dándome cuenta de que se había marchado. Eso es lo que le importo. Eso es lo que le importa la discusión que tuvimos anoche.

He intentado que aclaráramos las cosas, pero él no quiere cooperar y yo estoy cansada de esta situación.

¿Por qué tengo una sensación de malestar en mi pecho?

Me dirijo a mi vestidor y tomo de una percha un vestido azul marino con un lazo en el escote y me dispongo a vestirme. Cuando estoy a punto de ponerme las sandalias, subo un poco la falda del vestido y miro la línea blanquecina de la cicatriz de mi pierna. La repaso con un dedo y una mala sensación golpea mi estómago.

Trato de mitigar la ansiedad.

No puedo recordar el día de mi accidente. Lo he intentado tantas veces que me he dado por vencida. ¿Con lo prudente que soy yo como no vi venir ese Land Rover? Aún siguen sin encontrar al conductor que me atropelló.

Sacudo la cabeza para despejarme.

Debo estar dos horas antes en el aeropuerto y espero llegar a tiempo. Ya son las siete y cuarto.

Tomo mi maleta y bajo hacia abajo, apoyándome en la barandilla.

El ruido de un motor tensa mi cuerpo. Y un segundo después escucho como derrapa y patina al frenar, chirriando los neumáticos sobre el asfalto del exterior. No hace falta que me asome por ninguna de las ventanas. Sé quién es. Desde aquí puedo sentir su presencia y todo lo que representa. Parece como si hubiera corrido furiosamente para llegar hasta aquí.

¿Se habrá chivado Ashley?

Seguro.

La puerta no tarda en abrirse con brusquedad y Hans entra tempestuoso.

Su cara está desfigurada por un sinfín de emociones.

Su pecho sube y baja fieramente.

Y sus ojos me encuentran justo en el recibidor, a punto de salir.

Remembrance ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora