Capítulo 45

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HANS

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HANS


Me despierto sobresaltado por una pesadilla. Y me quedo sentado y encogido con las manos hundidas en mi rostro. Me recorre un escalofrío de pavor y me doy cuenta de que estoy empapado en sudor. Aún me cuesta salir de esa pesadilla. Estoy demasiado aturdido. Tomo aire y lo suelto varias veces. Dejo una mano sobre mi pecho, porque los latidos de mi corazón se hacen pesados y duele. Jodidamente duele.

He vuelto a tener la misma pesadilla que hace algunos años. Sueño que Kat muere por una hemorragia interna y me veo frente a su tumba mientras un aguacero cae sobre mí. La ansiedad estranguladora me encoje el estómago y miro a Kat con la presión de mi pecho lacerándome. Está profundamente dormida. Suspiro aliviado dejando que mis músculos se destensen y me inclino sobre ella besando su frente. Salgo de la cama con cuidado de no despertarla. Y con una mano sobre la nuca, camino por la casa, en medio del silencio que produce que sea tan temprano. Son las siete de la mañana. La lluvia se ha transformado en una leve llovizna. Apenas va quedando de la tormenta que se originó unos días atrás. Bajo a la planta baja y sigo como un centinela de un lado para otro. Es una costumbre que no puedo quitarme. Al principio lo hacía con el arma que guardo en el segundo cajón de la cómoda de nuestro dormitorio que tiene doble fondo; y de la que Kat no sabe nada. Era tan paranoico que en medio de la noche la llevaba conmigo, moviéndome por todas las estancias de la casa, vigilando por las ventanas.

Me froto la cara y trato de que no me devore la ansiedad de lo que pasó ese día hace dos años. Camino hacia uno de los paneles táctiles que hay por la casa y tecleo el código de acceso para el teléfono. Reviso lo que pone. Bien. Ya no está el registro. La otra noche lo borré por si a Kat le daba por intentar ver quien nos había llamado. Estaba claro que no fue una llamada casual y eso hasta ella lo vio sospechoso.

La llamada venía de Europa.

Y no sé, pero tuve un mal presentimiento. De esos que no te dejan dormir. Estuve a punto de enviarle a Nate el registro de esa llamada y que me diera el lugar exacto de donde procedía, pero pedirle a Nate un favor es que te incluya en su lista para que se lo devuelvas más adelante. Y sinceramente, conociendo su trabajo como mercenario, no quiero más problemas.

Voy al salón, enciendo la chimenea y me siento en la alfombra. El ruido del fuego que crepita tranquilamente en la chimenea es una fuga a mis pensamientos. Me gusta ese sonido. Hace que por un momento me evada de todo.

Mis ojos se quedan clavados en el fuego.

Pero la tranquilidad no tarda en esfumarse. Y me sumerjo en un mar profundo de pensamientos que me llenan de todo lo negativo que llevo sintiendo conmigo mismo desde hace meses. Intento evitarlo, pero no puedo. Estoy demasiado obcecado. Mi mente vuela a la habitación 205. Lo poco que puedo construir en mi cabeza de esa noche en el pub de Eli.

Lo peor de pensar en la habitación 205, de lo que guardan en secreto esas cuatro paredes... es proyectar en mi mente la posibilidad de que yo me dejara tocar por esa mujer. Bella. Eso es lo que no me está dejando vivir. Me consume un terror oscuro pensar que correspondí a todo lo que me hacía cuando me llevó a esa habitación del Holiday. Me da asco pensar que sucumbí a que me tocara, que yo la besé, que mis manos tocaron otra piel, que encontré placer en lo que me hizo, porque fui manipulado por una sustancia tóxica que ella misma me dio.

Remembrance ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora