Capítulo 60

916 107 24
                                    

KAT

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

KAT


La figura masculina que tengo delante es casi imperceptible de ver. Casi.

Respiro hondo tres veces antes de darme cuenta de todo. Mi cuerpo había tomado consciencia mucho antes de que mi cerebro lo entendiera.

Y ahora, en este segundo tan pequeño y efímero, es cuando lo sé.

No tengo que hacer ningún esfuerzo con la vista para saber quién es el hombre de metro noventa y corpulento, que tengo delante.

Y tengo muchas ganas de llorar. De repente mi pecho se ha liberado en una agitación que no puedo controlar.

Escucho un sonido ahogado y me doy cuenta que lo he hecho yo.

Reconozco esa repentina sensación de seguridad que me invade, el calor que desprende su cuerpo y que acaricia el mío con una suavidad que estremece. Me quedo en silencio, contemplando su cara y como las sombras de la noche acarician sus duros y perfilados rasgos.

Sus ojos son verdes. Son benditamente verdes.

Esa mirada podría reconocerla en cualquier parte del mundo. Y lo puedo ver a pesar de la escasa luz que se filtra de exterior y que apenas nos ilumina.

Siento como el corazón se me va salir por la boca.

Es Hans.

—¿Vas a dispararme? —su voz sale grave, sin titubear.

Al escucharlo me quedo lela unos segundos.

—¿Qué? —balbuceo.

Él baja la mirada en medio de esa penumbra que nos rodea. Y yo abro los ojos como platos mirando horrorizada como el arma está apuntando directamente en su pecho, lo está tocando. Ahogo un grito muerta de miedo y la aparto rápidamente de él, pero los nervios hacen que se resbale de mi mano y grito más asustada cuando la veo caer. El arma rompe el silencio y se desliza unos metros por el suelo. Yo me quedo encorvada y con el pánico comiéndome a bocados al creer que se dispararía sola, me doy cuenta del dolor de la mano y Hans me hace un gesto rápido de que me quede quieta y le obedezco de inmediato.

En ese momento la luz del exterior ya no proyecta sobre esta parte y ahora si estamos en una total oscuridad. Me agito, porque no puedo sentirme segura cuando hay tanta oscuridad rodeándome, todo suele sobrepasarme y me vienen los instantes que pasé en el tren que colgaba del precipicio, el vagón colgando hacia abajo, gritos, cuerpos golpeándose, el vértigo, el miedo, el dolor.

El dolor profundo de ver a mi hermano caer, escuchar sus gritos perforándome, ver como se golpea primero la cabeza y desaparece en el vacío. Eso nunca voy a poder olvidarlo.

Mi cuerpo se convulsiona y un sudor frío empieza a recorrerme el cuerpo entero. Han pasado años, pero todo sigue ahí dentro, como un pequeño recordatorio de que siempre estará ahí para no dejarme vivir en paz. Y me volteo escuchando como se me acelera la respiración y mi corazón golpea desenfrenado contra mis costillas. Pero siento su mano atrapando mi brazo y me quedo inmóvil, me aprieta con suavidad como si me dijera en una ausencia de palabras que él está aquí y que nunca jamás va a dejar que la oscuridad me engulla. Esfuerzo mi mirada para verlo, pero es inútil, la oscuridad sigue cegándome, sino fuera por su roce, por el calor que siento con su cuerpo cerca del mío estaría en modo pánico. La calma se extiende por todo mi cuerpo, alejando en un suave susurro todo lo malo que intenta engullirme con voracidad. Dejo de sentir miedo, pánico. Y experimento una paz que hace días no siento. Aprieto la boca porque es demasiado intenso lo que siento en ese momento. Y lo único que quiero es arrojarme a sus brazos y que me abrace fuerte para ahuyentar mis fantasmas.

Remembrance ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora