Capítulo 33

917 109 6
                                    


KAT

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

KAT


Llevo un rato caminando sola por el museo. Ken recibió una llamada bastante satisfactoria para él y se alejó señalándome que siguiera sola con el recorrido. Ahora que estoy aquí, mirando cada sala, plasmando otra vez en mi memoria cada pintura y escultura, no sé si me siento capacitada para volver. A lo mejor Hans tenía razón y debí esperar un tiempo más. Se supone que amo esto. Pero no siento nada. Y eso está comenzando a facturar en mi ánimo.

Esta mañana me he levantado con un recuerdo. Pero en ese recuerdo Hans no estaba. Solo estaba mi tía y su tío Phil. Siento que avanzo con todos menos con él y eso me está desquiciando, me hace sentir una inútil que no puede por sus propios medios recordar a su marido. No estoy siendo muy comunicativa con Hans. Pero él tampoco lo es conmigo. Al menos no como antes. Y entonces nos encerramos en un laberinto que nos lastima.

Alzo la cabeza y me doy cuenta de que he estado tan embotada en mis pensamientos que he ido a parar a la zona de la deidad griega. Y me paro frente a una representación escultural. Es Paris, príncipe troyano, y quien tiene sujeta es Helena de Troya. Se están abrazando, ella tiene la cabeza reclinada hacia abajo y él la está observando. Jamás he visto está representación.

Clavo la vista en la placa situada bajo la escultura que recopila información del autor.

Adam Boston. 2022. «El ultimo abrazo de Paris y Helena antes de la guerra».

Vaya. Al parecer no tenía mucho tiempo como otras representaciones de esta sala.

—El amor más egoísta que ha existido.

La voz de ese desconocido me altera y miro como un hombre se pone a mi lado, admirando las estatuas de mármol. Permanezco inquieta de qué ese desconocido haya entrado a esta parte del museo, cuando se supone que está cerrado para el público. No parece de la limpieza y no es el recepcionista de la entrada porque Ken me dijo que era una mujer. Echo un rápido vistazo a su complexión atlética y que debe ser alguien importante ya que se evidencia en su traje negro carísimo y en el rolex de su muñeca. Su cabello es pelirrojo y lleva una barba poblada del mismo tono que exagera sus rasgos. Debe estar rozando los cuarenta y su atractivo es bastante evidente a pesar su nariz protuberante y su mentón alargado.

Pensé que era irlandés, más por su apariencia, pero su acento parece ruso.

Al percibir mi inquietud, se gira mostrándome una cálida mirada verde.

—Disculpa si la he asustado —se lleva una mano al pecho en un tono avergonzado.

Sacudo una mano.

—No importa —aun así, desconfío—. ¿Pero puedo saber quién es usted? Tengo entendido que aún no abrimos.

—Soy el inversor del museo —me explica.

Remembrance ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora