Capítulo 1

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KAT


El agujero que lacera mi pecho se hace grande. He dejado de respirar. Apenas siento como me late el corazón y ese es el menor de mis problemas, porque sé que no hay forma de repararlo. Lo que he visto lo ha hecho añicos, destruyéndolo.

Hay momentos en la vida que te encuentras rodeada de un abismo, son momentos en los que la vida te pone a prueba, una prueba que difícilmente puedes superar sola por más que lo intentas. Y en tus manos está la decisión.

Luchar. O rendirte.

Yo en estos momentos en los que me siento destrozada no sé qué decidir, porque sé que ahora mismo no puedo enfrentar lo que he visto. Simplemente no puedo.

Y lo intento, intento alejarme y que no me engulla en su dañina oscuridad que me sonríe siniestramente. Le he gritado, le he reclamado. Y no sé cómo sigo aquí todavía.

Todo mi mundo se hizo pedazos. Cada instante que pasé con Hans se corrompió con lo que vi. Él ha destruido nuestro matrimonio. Había sentenciado nuestro futuro.

Nos ha destruido.

—¡Cómo has podido hacerme esto! —grito sollozando temblorosa.

Él, con su metro noventa, se alza sobre mí con las manos en alto. En una señal de ruego.

—No, Kat. Esto no es lo que parece —su voz se quiebra; no sé si por ahogo o porque no sostiene su mentira.

—¿No? —río histéricamente y mis ojos se pierden alrededor de la habitación, encontrándome con un dolor que pugna en mi pecho. Esa tercera persona que encontré en la cama se había largado, abandonó la habitación 205 del Hotel Holiday Inn en cuánto los pillé.

Y aquí que voy de nuevo, como una masoca que necesita fustigarse una vez más con lo evidente. Mis ojos llorosos recorren el espacio de la habitación. No puedo dejar de mirar la cama grande y desecha que guarda en secreto lo que ocurrió anoche. Si hasta hay una bañera con hidromasaje a unos metros de esa maldita cama. Me retuerce pensar que la han usado. Lo miro a él, medio vestido. Solo con los pantalones vaqueros que se ha puesto deprisa. Y yo como una idiota esperándolo en casa. Me cuesta respirar y me llevo una mano a la frente, logrando controlar el mareo. Tengo náuseas y no quiero vomitar. Todo me da vueltas y siento que voy a caerme en cualquier momento. Vislumbro a Hans acercarse a mí al ver mi malestar y mi cuerpo lo rehúye automáticamente, lo desprecia, no lo tolera, y se lo hago saber con mi cruda expresión.

—No te me acerques ni un centímetro —mi voz sale como una fiera.

Él respira bruscamente y alza las manos exponiendo sus palmas hacia mí, pidiéndome calma. Tiene el rostro desencajado, asustado como nunca lo he visto.

Remembrance ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora