Capítulo 50

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KAT

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KAT


Hans salió tan apresurado de casa que me había dejado en vilo. No podía estarme quieta, iba de un lado para otro dentro de la casa. Incluso para distraerme y no ponerme más histérica, terminé por arreglarme para la inauguración. Me puse el vestido azul y me hice un semi recogido trenzado. Pero eso logró distraerme solo unos minutos, ya que no podía despegar la angustia que trepaba por todo mi cuerpo.

Deambulé por la planta baja, esperándolo. Estuve tentada de llamarlo, mirando incesantemente el móvil de mis manos, pero acabé desistiendo. No sabía si quería que lo llamara. No sabía si quería estar incomunicado. ¡No sabía nada! ¿Por qué se puso así cuando le hablé de ese hombre? ¿Lo conocía? ¿Era algún amigo?

Lanzo un gruñido de exasperación. ¿Acaso no tengo suficiente con Ashley para que ahora tenga que incluir a Hans y su repentina salida?

Apenas queda poco más de media hora para que empiece la inauguración del jardín botánico.

Me paseo por el salón oyendo como resuenan los tacones contra el suelo.

Esta espera me está desesperando.

Mis ojos se deslizan al piano y voy hacia él. Parece una buena distracción. No me siento lo suficientemente preparada para tocar y prefiero no sentarme en la banqueta. Y paseo mi mano por la superficie del reluciente piano.

Recuerdo cuando Hans y yo chocamos contra él mientras nos devorábamos a besos. Mis mejillas arden de solo pensarlo. Sus palabras vuelven a mi cabeza. Y tuerzo la cabeza con una sonrisa.

—Al final no sé qué es lo que querías hacer —susurro; muy curiosa.

Pero esa sonrisa se esfuma pronto y me siento desanimada e intranquila. Pienso en Hans. Malditamente le doy cinco minutos para qué dé señales de vida, sino va a conocerme muy cabreada por dejarme en este sinvivir. Me alejo unos pasos y sufro un pequeño mareo con un quejido brotando de mis labios. Y me llevo la mano a la cabeza al venirme un número a la cabeza. La imagen pasa demasiado rápida, pero logro verlo; 205. Esto es lo que me faltaba. Otra vez ese dichoso número y esa habitación. El mar de nervios que se acumula en mi estómago me hace sentir peor y me doy la vuelta caminando hacia la cocina. Necesito un maldito vaso de agua.

Entro y voy hacia el armario para coger un vaso, mis dedos apenas tocan la puerta del armario, cuando de pronto, el portazo que retumba hasta la cocina me hace brincar.

Lanzo un grito del susto.

—¡Katherine! —Hans grita mi nombre. Su voz está llena de pánico y ansiedad. Con el corazón acelerado, voy hacia el recibidor encontrándome con él. Verlo me impacta. Tiene el rostro alterado y pálido, desfigurado por una docena de emociones que me dejan clavada en el suelo.

Su mirada cristalina y roja se cruza con la mía.

Veo como su pecho sube y baja con ferocidad.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué...?

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