Capítulo 51

1K 108 29
                                    

KAT

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

KAT


Me agarro al salpicadero del coche después de que toma la curva con demasiada brusquedad.

—¡Hans! —le reclamo.

Me mira alterado.

—Quiero llegar lo antes posible —me responde.

—Ya sé que llegamos tard...

—Me importa un comino que lleguemos tarde —replica con más suavidad, pero tenso—. Solo quiero que pase rápido.

Aun así, baja la velocidad mientras resopla y veo como intenta serenarse, aunque no lo consigue. Poco después nos pilla un semáforo en rojo. Y por mi parte también intento relajarme. Pero soy incapaz de estar serena. Estoy en guerra con mis nervios. Y es por Hans.

Lo miro con prudencia otra vez. Sujeta con demasiada fuerza el volante y va tenso. Uno de sus dedos golpetea el volante sin parar; como hago yo cuando estoy distraída o intranquila.

—Relájate —le pido.

Él hace una mueca.

—Es casi imposible, pero lo intentaré —inspira hondo.

Me pongo a pensar.

—Tal vez no debería haberte convencido con la inauguración —al ver que asiente con la cabeza y que está de acuerdo con algo que he planteado con ironía, me irrita—. ¿Qué más da que tires años y años de trabajo y logros?

Me pone mala cara; pero hasta con ese gesto se ve demasiado bueno.

—Sé que va con segundas eso que me has dicho —objeta muy tranquilo.

—Cuando mi marido no me dice todo lo que me ha ocultado durante dos años. Suele ser bastante confuso —replico mosqueada.

—Por favor no vuelvas a comenzar así la frase —se encoje aterrado y estremecido.

—¿Así cómo? —me siento confusa por el horror que cruza por su rostro.

Cabecea con la mandíbula apretada.

—Es igual —musita.

Me cruzo de brazos, frustrada. Como siga guardándose las cosas va a terminar cabreándome de verdad. En un intento vano por apagar mi frustración me recuesto del todo contra el respaldo del asiento y dirijo mi mirada al espejo retrovisor del exterior. No veo nada extraño. Solo una furgoneta negra detrás de nosotros que parece conducir una mujer, y que cuando el semáforo se pone en verde, toma una dirección distinta a la nuestra.

Apenas está atardeciendo cuando llegamos al jardín botánico a las afueras de Canmore. Hans aparca en la misma entrada del edificio central, y se baja apresurado lanzándole la llave a un aparcacoches que la pilla de rebote y se apresura a abrirme la puerta, tomándome la mano. Hans está en modo anfetamina y me está poniendo histérica, pero no le digo nada porque sé que volverá a decirme que quiere que esto pase rápido. Me engancho a su brazo y antes de que me lleve con él por el sendero que conduce al jardín, veo de reojo que una furgoneta negra entra en el parking y que se parece a la misma que teníamos detrás hace unos minutos. No parece la misma. El conductor es un hombre, pero apenas me fijo en él ya que le doy la espalda concentrándome en Hans. Y pasamos por el sendero que nos llevará directo al jardín botánico. A medida que nos acercamos a la entrada principal del jardín, veo que un hombre nos está haciendo un gesto con la mano con mucha insistencia.

Remembrance ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora