DANIEL

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*Nota: va a aparecer un personaje nuevo que, como la familia Beckett, es inventado por *

Llevo ya varios días encerrada en casa, aburrida. No sé qué hacer. Ya me he visto todas las temporadas de Doraemon (en las navidades pasadas también vi una buena parte de la serie).

Así que me cambio, me pongo una camisa y un pantalón corto, unas sandalias blancas, me despido de mis padres y me voy a dar una vuelta. Ahora tengo más calor porque el pelo me ha crecido bastante, y a parte de que me molesta, ¡es negro y capta todo el calor! Me lo recojo como puedo en un moño y sigo caminando. Cuando veo un parque, me siento en un banco. Oh, Dios. Recuerdo este parque. Una vez vine aquí con Ron y en uno de los bancos estaban Pansy y Draco metiéndose mano. Sonrío, aunque recuerdo que por aquel entonces no podía más que ponerme furiosa.

Me levanto con el propósito de conocer un poco mejor mi nuevo lugar. El definitivo. Quién iba a decir que yo me quedaría aquí para siempre.

El primer sitio donde decido ir es a Sortilegios Weasley. Quiero ver a los gemelos y preguntarles qué tal están. Sé que no me guardan rencor por dejar a su hermano pequeño, porque a ellos les importa bien poco. De camino, me tropiezo contra alguien que acaba de salir del Salón del Té de Madame Pudipié. Nos hemos dado justo en la cabeza, así que instintivamente me llevo la mano a la frente, que ahora me duele.

— Perdón —exclama una voz.

Me coge delicadamente la cabeza y cuando aparto las manos, veo que esta mirando si estoy bien. Trago saliba. Es un chico súper guapo. Alto, delgado pero fuerte, de mirada intensa con esos ojos verdes, y de pelo oscuro y revuelto. Va vestido informal, y eso me hace pensar en Draco. Él siempre va vestido elegante y con el pelo bien peinado.

Sacudo mi cabeza para sacarme de la mente a Draco. De repente, aparece Hagrid en una botella y parece que la botella es sacudida.

¡Oye! —replica Hagrid— ¡Ten más cuidado con lo que haces, cabecita loca!

— ¿Estás bien? —me pregunta la voz del chico guapo.

— Sí —digo, miro hacia abajo. Me doy cuenta de que hay un montón de libros esparcidos por el suelo—. ¡Lo siento! —exclamo mientras cojo los libros poco a poco.

— No hace falta que lo recojas —dice él agachándose y recogiendo sus libros.

Cuando ya están todos recogidos los guarda en su mochila. Me sonríe.

— Me llamo Daniel Rickfort, pero puedes llamarme Dan —dice tendiéndome la mano. Se la estrecho.

— Yo Jessica Jane, pero puedes llamarme J.J.

Él sonríe de nuevo. Pero es una sonrisa tímida.

— ¿Me acompañas a Sortilegios Weasley? —me pregunta.

Eso me sorprende.

— ¡Yo también iba a allí! —le digo sonriendo.

——————

Cuando llegamos a la tienda de los gemelos, éstos se me acercan y me abrazan.

— Tía... —empieza George.

— ...eres nuestra diosa... —sigue Fred.

— ...desde que le pegaste... —George.

— ...un buen tortazo a nuestro hermano pequeño —acaba Fred.

Oh, sí. Aquél día en el cobertizo. Me río. Pero Daniel me mira ceñudo. Hum, no me conoce, seguro que se ha llevado una mala imagen de mí.

— ¿Pegas a los chicos? —me pregunta Daniel, horrorizado.

Fred y George se parten de la risa, pero nos dejan solos cuando un par de chicas necesitan su ayuda.

— Daniel, yo no pego a nadie. Es sólo que aquél día...

— Entiendo —me corta—. No pasa nada.

Empezamos a ver qué hay en la tienda de los gemelos. Comenzamos entonces una charla muy agradable y poco a poco me entero de que Daniel es nuevo en Hogsmeade y que va a entrar al último curso de Hogwarts.

— ¿Ah, sí? —exclamo yo— ¡Yo también voy a estar en el último curso! Aunque llevo aquí desde cuarto de la E.S.O.

Él sonríe.

— ¿Sabes cómo va todo en Hogwarts? —le pregunto mientras examino un juguete de la tienda. Parece que cuando lo abres te va a dar un puñetazo algo así como un guante de boxeo. Lo dejo al instante.

Él asiente.

— Me he informado —me dice —. Aunque por si a caso, podrías ayudarme por si me pierdo o algo —lo dice muy serio, no como lo hubiese dicho mi rubio.

Olvídate de él. Olvídate de él.

— ¡No puedes! Jajajajajajaja —ese es Hagrid, que se me ha aparecido de nuevo. Ahora esta doblado de la risa.

— Bien, vale —le digo.

———————

Por la noche, a la hora de cenar, les cuento a mis padres cómo me ha ido hoy y qué he hecho exactamente. También les pido permiso para que vengan los Weasley. Ellos aceptan sin tener que insistir, porque se llevan muy bien con Molly y Arthur.

Después de cenar y de poner el lavavajillas, subo a mi habitación. Cuando abro la puerta, no puedo creer lo que estoy viendo. No puedo creer que él esté en mi cama, esperándome.

Malfoy & MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora