LA CITA CON DRACO

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— ¿Qué demonios has hecho Crabbe? —le pregunto a mi "supuesto" amigo.

Él se limita a irse por la puerta. Me quedo mirándolo cómo se va con el "WTF?" reflejado en mi cara.

—No te vayas, por favor—suplica una voz a mis espaldas. Esa voz sexi.

Hagrid bailando salsa. Hagrid bailando salsa. Draco bailando salsa. Oh... ¿Cómo será eso?

— ¿Qué quieres? —le pregunto con la voz más fría que puedo.

Sin girarse, sigue hablando.

— Te quiero a ti.

¡¡¡HAGRID!!!

No sé qué decir. Me quedo clavada en el sitio. Hum.

Se gira y veo que está llorando. Me acerco a él y le susurro:

— Al final va a resultar que eres un llorón —le digo, y eso le hace reír.

Me coje por la cintura  y me atrae hacia él. Me sonrojo. Pero no puedo evitar mirar esos ojazos que Dios le ha dado.

Draco me abraza con fuerza. Y yo le abrazo a él. Todo es perfecto ahora.

——————

Estamos sentados el uno al lado del otro, con los pies colgados por el balcón y las manos apoyadas en la barandilla.

Draco me mira y sonríe. Yo sonrío. Jamás pensé que nada pudiera ser tan perfecto como lo fue con Ron. No pude imaginar que abrazar a Draco de esa manera simularía la complementación del uno al otro. Él para mí; yo para él.

— ¿Por qué has hecho que Crabbe me trajera aquí?

Draco se pone tenso. Intuyo que lo que quiera decirme, no es nada bueno.

— ¿Draco? —insisto.

Draco suspira y me mira.

— Me voy.

Me deja boquiabierta.

— ¿Cómo que te vas? —le pregunto— ¿Del colegio? Oh, Dios. Te vas a ir de Hogwarts...

Él asiente con la cabeza.

— Pero antes quería despedirme de ti.

— ¿Y eso por qué? —aunque ya lo sé, pero quiero escuchar cómo lo dice.

— Porque me importas, porque te quiero.

Me ruborizo. Él se acerca y me besa.

— No puedo quedarme más tiempo. Me marcho ya mismo.

— ¿Dónde te vas? —le pregunto.

No contesta.

— ¡Draco! —vuelvo a llamarle. Pero no contesta.

Empiezo a llorar. Él intenta secar mis lágrimas, pero aparto sus manos con violencia.

— No puedo decírtelo... Me matarían —dice finalmente Draco—. Tienes que entenderlo.

— Adiós, Malfoy —digo, furiosa, mientras me marcho.

Él me coge por el brazo y me atrae hacia él. Me coge por la espalda con sus fuertes brazos, por lo que no puedo escapar.

— No te vayas sin antes decirme una cosa —me implora al oído.

Le cojo por la cintura. No quiero que se marche. Ahora no. Dios estoy tan confusa...

— ¿Qué cosa?

— Dime que me perdonas —susurra a mi oído.

Oh, se refiere a lo del cuello.

— Te perdono —le digo.

Me suelta.

Sonríe de medio lado, esa sonrisa que tanto me atrae.

Me doy cuenta, de repente, que lo que hay entre Draco y yo es algo raro. Por todo lo que hemos pasado. Pero no me importa que me cojiera del cuello. Hombre, en su momento me importó, pero de eso hace ya meses, y sé que él se arrepiente.

Me observa atentamente.

— Pero antes responde tú una pregunta —le pido.

Él asiente y me besa.

— Cuando dejaste a Pansy —digo mientras Draco se ríe. Le pego un puñetazo cariñoso en el pecho, y me acuerdo del Puñetazo Weasley—. Cuando dejaste a Pansy —repito seriamente—, le dijiste que te habías enamorado de otra chica. ¿Quién es? Porque si no soy yo... No entiendo qué hago aquí.

Él se ríe.

—A veces puedes llegar a ser muy ingenua.

Y nos besamos.

Cuando nos quedamos sin aliento, me separo de él y veo que sus ojos reflejan tristeza: es la hora de marcharse.

Me abraza y me dice al oído con una voz tan sexi que hace que me estremezca:

— He hecho jurar a Crabbe que te cuidará, porque sé que te llevas bien con él y sabe que me marcho. Aunque... —hace una breve pausa—, él se tendrá que marchar dentro de poco. Y entonces confío en que te cuiden tus padres y Pansy.

¿Yo al cuidado de Crabbe? Ni que él fuera una niñera ni yo un bebé. Dios, Draco... ¿Qué haré yo sin ti? ¿Sin que me insultes y me pongas la zancadilla (sé que lo hace con cariño, que lo hace por mantener su estatus de niño malo) o sin que me beses cuando me encuentras sola?

— Draco, te necesito...

— Ahora no me puedes decir eso, J.J. —me pide él—. Tengo que marcharme —me besa en la mejilla, la boca, el cuello. Aunque para ahí, mira donde tendrían que haber ido sus marcas y veo cómo una lágrima desciende de sus ojos. Yo la recojo con un beso que planto ahí mismo. — Me arrepiento tanto... —susurra.

— No importa. Vete —le digo. No quiero alargar más la despedida. No me quiero hacer más daño.

Después de mirarme, se marcha. Ya para siempre. A saber hasta cuánto.

Ahora ya no habrá más chicos sexis en el colegio. Hasta siempre, Draco. O hasta que vuelvas. No me has dicho nada de eso...

Malfoy & MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora