Prólogo

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– Todo está listo – decía aquel hombre vestido de negro mientras esperaba que saliera de mi habitación.
– Salimos en un momento – le respondí
– ¿Creé que el clima es el adecuado para hacer esto?
No respondí, solo lo miré y seguí acomodando mis cosas.
Después de unos minutos salí de la habitación con un ramo de rosas blancas en mi mano y bajé por las escaleras. Estaba muy frío, recién llegaba el invierno, habían pasado casi 5 meses después de la dichosa guerra donde el bien triunfo sobre el mal, pero como resultado obtuvimos pérdidas, no solo materiales, también perdimos seres queridos.
Al salir de esa gran mansión subí a un viejo coche y poco a poco me alejé de ese lugar.
La nieve caía, todo era blanco, la gente paseaba con abrigos, unos extravagantes y otros más discretos, seguimos un buen rato hasta que llegamos a un prado, qué bueno, estaba cubierto de nieve.
Al bajar del auto le pedí al hombre que lo conducía que esperara adentro para evitar que este tomara un resfriado mientras yo caminaba un poco.
Los animales se escondían en sus pequeñas madrigueras, mis pies pesaban al pisar la fría nieve. Recordaba todo lo que me hizo feliz, todo lo que hizo por mí para verme bien. Nada era igual desde aquel día. El día en el que una mirada se apagó, no cualquier mirada, la mirada que iluminaba mi ser, la que me hacía sentir algo extraño en el estómago después de estar juntos, desde que se fue de mi lado nada volvió a ser igual.
El regresar no me serviría de nada, no puedo hacerlo, no podía cambiar el pasado e impedir que todo esto pasara. No pude despedirme y es un dolor con el que he cargado todo este tiempo. 
Aún puedo oír su voz y sentir su tacto sobre mí pero, todo es tan difícil.
¿Dónde puedo encontrar la calma?
Yo no quería esto, nadie lo quería.
Después de una larga caminada he logrado ver el lugar donde yace ahora. Su lápida también estaba cubierta de nieve así que decidí limpiarla y sobre ella poner el ramillete de rosas que llevaba conmigo. Quién diría que al final si habría algo que nos iba a separaría, algo que nos alejaría. Esperaba que justo fuera la muerte quien hiciera eso, pero jamás pensé que sería tan rápido.
Intento estar a solas, observando e imaginando cada momento que vivimos pero logro sentir una mirada encima de mí, como si alguien me observará, al darme la vuelta puedo ver a alguien

– ¡Hey tú! – le he gritado mientras está persona se ve algo extrañada – Si tú, la persona que está detrás de esa pantalla y está leyendo ésto – parece que se ha dado cuenta que le estoy hablando – Eres tan afortunad@ de poder leer esto y al llegar a su final regresar para poder vernos felices, en cambio yo, yo no puedo volver a ver aquello que perdí para siempre, por favor dile a esa persona que lo siento, que hubiera querido dar más, que no lo logré y que siempre estará en mi corazón.

Porque siempre fuiste tú

Siempre fuiste tú (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora