Capítulo 30

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El Pensadero, Algunos Recuerdos de Dumbledore

Narra Harry

Se abrió la puerta del despacho.

-Hola, Lily y Harry Potter -dijo Moody-. Entren.

Lily entró primero y yo la seguí.

Ya en otra ocasión habíamos estado en el despacho de Dumbledore.

Se trataba de una habitación circular, muy bonita, decorada con una hilera de retratos de anteriores directores de Hogwarts de ambos sexos, todos los cuales estaban profundamente dormidos.

El pecho se les inflaba y desinflaba al respirar.

Cornelius Fudge se hallaba junto al escritorio de Dumbledore, con sus habituales sombrero hongo de color verde lima y capa a rayas.

-¡Harry, Lily! -dijo Fudge jovialmente, adelantándose un poco-. ¿Cómo están?

-Bien -mintió Lily.

-Precisamente estábamos hablando de la noche en que apareció el señor Crouch en los terrenos -nos explicó Fudge-. Fueron ustedes quien lo encontraron, ¿verdad?

-Sí -contesté mirando al Ministro.

Luego, pensando que no había razón para fingir que no había oído nada de lo dicho, miré a Lily y ella me miró entendiendo lo que pensé ella añadió

-Pero ninguno de los tres vimos a Madame Maxime por allí, y no le habría sido fácil ocultarse, ¿verdad?

-Decimos nosotros, hasta a Hagrid le es complicado ocultarse un es un poco más pequeño que ella- dije yo.

Con ojos risueños, Dumbledore le sonrió a espaldas de Fudge.

-Sí, bien -dijo Fudge incómodo-. Estábamos a punto de bajar a dar un pequeño paseo, chicos. Si nos perdonan… Tal vez sería mejor que volvieran a clase.

-Nosotros queríamos hablar con usted, profesor -me apresure a decir mirando a Dumbledore, quien nos dirigió una mirada rápida e inquisitiva.

-Esperenme aquí -nos indicó-. Nuestro examen de los terrenos no se prolongará demasiado.

Salieron en silencio y cerraron la puerta.

Al cabo de un minuto más o menos dejaron de oírse, procedentes del corredor de abajo, los secos golpes de la pata de palo de Moody.

Miramos a nuestro alrededor.

-Hola, Fawkes -saludó Lily.

Fawkes, el fénix del profesor Dumbledore, estaba posado en su percha de oro, al lado de la puerta.

Era del tamaño de un cisne, con un magnífico plumaje dorado y escarlata.

Nos saludó agitando en el aire su larga cola y mirándolo con ojos entornados
y tiernos.

-¿Has estado bien?- mi hermana fue a acariciarles las plumas y a conversar un rato con el.

Mientras me senté en una silla delante del escritorio de Dumbledore.

Durante varios minutos me quedé allí, contemplando a los antiguos directores del colegio, que resoplaban en sus retratos, mientras pensaba en lo que acababa de oír y se pasaba distraídamente los dedos por la cicatriz, ya no le dolía por lo mismo a Lily tampoco.

Nos sentíamos mucho más tranquilos hallándose en el despacho de Dumbledore y sabiendo que no tardaría en hablar con él de nuestro sueño.

Miré la pared que había tras el escritorio.

Mellizos Potter y el Torneo de los Tres MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora