Capítulo 34

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El Duelo Terminado en un Priori Incantatem

Narra Harry

Colagusano se acercó a Lily primero, que intentó sacudirse su aturdimiento y apoyar en los pies el peso del cuerpo antes de que le desataran las cuerdas.

Colagusano levantó su nueva mano plateada, le sacó la bola de tela de la boca, y luego, de un solo golpe, cortó todas las ataduras que sujetaban a Lily a la lápida, luego hizo lo mismo conmigo mi cuerpo dolía a horrores.

Durante una fracción de segundo, podría haber pensado en huir, pero la pierna herida me temblaba, y los mortífagos cerraban filas, tapando los huecos de los que faltaban y formando un cerco más apretado en torno a Voldemort y nosotros.

Colagusano se dirigió hacia el lugar en que yacía el cuerpo de Cedric, y regresó con las varitas de Lily y la mía, que nos puso con brusquedad en la mano, sin mirarnos, para volver luego a ocupar su sitio en el círculo de mortífagos.

-¿Les han dado clases de duelo, Harry y Lily Potter? -preguntó Voldemort con voz melosa.

Sus rojos ojos brillaban a través de la oscuridad.

Aquellas palabras me hicieron recordar, como si se tratara de una vida anterior, el club de duelo al que habíamos asistido mi hermana y yo brevemente en Hogwarts dos años
antes…

Todo cuanto habíamos aprendido en él era el encantamiento de desarme,
Expelliarmus y el encantamiento Protego qué perfeccione este año.

¿Y qué utilidad podría tener quitarle la varita a Voldemort, si es que conseguíamos hacerlo, cuando estábamos rodeado de mortífagos y serían por lo menos treinta contra dos?

Además no existe encantamiento de protección que sirva para un Avada Kedavra.

Nunca había aprendido nada que fuera adecuado para aquel momento.

Sabíamos que nos íbamos a enfrentar a aquello contra lo que siempre nos había prevenido Moody: la maldición Avada Kedavra, que no se podía interceptar.

Y Voldemort tenía razón: aquella vez nuestra madre no se encontraba allí para morir por nosotros.

Estábamos completamente desprotegidos…

-Saludémonos con una inclinación, niños -dijo Voldemort, agachándose un poco, pero sin dejar de presentarnos a su cara de serpiente-. Vamos, hay que
comportarse como caballeros y señorita… A Dumbledore le gustaría que hicieran gala de sus buenos modales. Inclinense ante la muerte, Harry y Lily.

Los mortífagos volvieron a reírse.

La boca sin labios de Voldemort se contorsionó en una sonrisa.

No nos inclinamos.

No íbamos a permitir que Voldemort se burlara de nosotros antes de morir… no íbamos a darle esa satisfacción…

-He dicho que se inclinen -repitió Voldemort, alzando la varita.

Sentí que mi columna vertebral se curvaba como empujada firmemente por una mano enorme e invisible, Lily profirió un gruñido de molestia, y los mortífagos rieron más que antes.

-Muy bien -dijo Voldemort con voz suave, y, cuando levantó la varita, la
presión que nos empujaba hacia abajo desapareció-. Ahora den la cara como un hombre y una mujer. Tiesos y orgullosos, como murió tu padre…
Señores, empieza el duelo.

Voldemort levantó la varita una vez más, y, antes de que pudiéramos hacer nada para defendernos, recibimos de nuevo el impacto de la maldición cruciatus.

Mellizos Potter y el Torneo de los Tres MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora