Capítulo 3

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La Invitación, Extorsión al tío Vernon con al As.

Narra Lily

Los tres Dursley ya se encontraban sentados a la mesa cuando Harry y yo llegamos a la cocina.

Ninguno de ellos levantó la vista cuando entramos y nos sentamos.

El rostro de tío Vernon, grande y colorado, estaba oculto detrás de un periódico sensacionalista, tía Petunia cortaba en cuatro trozos un pomelo, con los labios fruncidos contra sus dientes de conejo.

Dudley parecía furioso, y daba la sensación de que ocupaba más espacio del habitual, que ya es decir mucho, porque él siempre abarcaba un lado entero de la mesa cuadrada.

Cuando tía Petunia le puso en el plato uno de los trozos de pomelo sin azúcar con un temeroso "Aquí tienes, Dudley, cariñín", él la miró ceñudo.

Su vida se había vuelto bastante más desagradable desde que había llegado con el informe escolar de fin de curso.

Como de costumbre, tío Vernon y tía Petunia habían logrado encontrar disculpas para las malas notas de su hijo.

Tía Petunia insistía siempre en que Dudley era un muchacho de gran talento incomprendido por sus profesores, en tanto que tío Vernon
aseguraba que no quería "tener por hijo a uno de esos mariquitas empollones".

Tampoco dieron mucha importancia a las acusaciones de que su hijo tenía un
comportamiento violento.

-¡Es un niño un poco inquieto, pero no le haría daño a una mosca!-, dijo tía Petunia con lágrimas en los ojos esas veces

Estoy segura que un día de estos realmente el colegio Smeltings le pedirán a tío Vernon y a tía Petunia que envíen a su hijo a San Bruto, eso sería digno de ver.

Pero al final del informe había unos bien medidos comentarios de la enfermera del colegio que ni siquiera tío Vernon y tía Petunia pudieron soslayar.

Daba igual que tía Petunia lloriqueara diciendo que Dudley era de complexión recia, que su peso era en realidad el propio de un niñito saludable, y que estaba en edad de crecer y necesitaba comer bien.

El caso era que los que suministraban los uniformes ya no tenían pantalones de su tamaño.

La enfermera del colegio había visto lo que los ojos de tía Petunia (tan agudos cuando se trataba de descubrir marcas de dedos en las brillantes paredes de su casa o de espiar las idas y venidas de los vecinos) sencillamente se negaban a ver.

Que, muy lejos de necesitar un refuerzo nutritivo, Dudley había alcanzado ya el tamaño y peso de una ballena asesina joven.

Y de esa manera, después de muchas rabietas y discusiones que hicieron temblar el suelo de nuestro dormitorio y de muchas lágrimas derramadas por tía Petunia, dio comienzo el nuevo régimen de comidas.

Habían pegado a la puerta del frigorífico la dieta enviada por la enfermera del colegio Smeltings, y el frigorífico mismo había sido vaciado de las cosas favoritas de Dudley (bebidas gaseosas, pasteles, tabletas de chocolate y hamburguesas) y llenado en su lugar con fruta y verdura y todo aquello que tío Vernon llamaba "comida de conejo".

Para que Dudley no lo llevara tan mal,
tía Petunia había insistido en que toda la familia siguiera el régimen.

Y sinceramente eso nos dejará aún más delgados y pequeños de lo que estábamos, bueno al menos nos servirá para jugar al quidditch en los que mi hermano y yo eramos parte del equipo.

En aquel momento nos sirvió nuestro trozo de pomelo a nosotros, y notamos que era mucho más pequeño que el de Dudley.

A juzgar por las apariencias, tía Petunia pensaba que la mejor manera de levantar la moral a Dudley era asegurarse de que, por lo menos, podía comer más que nosotros.

Mellizos Potter y el Torneo de los Tres MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora