CAPÍTULO V

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• La heladería •

Capítulo cinco.

Alessia Pellicer.

Al llegar a la heladería, Eros bajó del carro y me abrió la puerta como un completo caballero.

—No te he invitado a una cena porque es tarde y quería verte cuanto antes.

—¿Por qué querías verme con tanta urgencia? —Pregunté saliendo del coche.

—¿Quién no querría?

—Literalmente nadie querría—Dije pasando por su lado. Sonrió alegre y puso su mano en mi cintura para pasar.

Am, bueno, quizás se esté pasando un poco, me acaba de conocer.

—¿Cómo nadie querría ver a esta belleza?

Entramos en la heladería.

—¿Belleza? ¿Yo? —Solté una carcajada—No digas tonterías.

—¿Cuáles tonterías? Lo digo muy enserio.

—¡Que va!

Miré a la rubia que atendía, ¿Joder todas eran rubias ?, no entiendo porque todas aquí son tan lindas. Me moví el cabello un poco incómoda.

—Buenas tardes — Dijo sonriente — ¿Qué desean ordenar?

—Yo quiero un cucurucho de dos sabores.

—¡Perfecto! —Soltó escribiendo en libreta—¿Qué sabores?

—Chocolate y crema de almendras - Se giró hacia mi— ¿Tu qué quieres, linda?

—Am, quiero menta granizada y limón. —Dije dando una sonrisa, que claramente era falsa.

—¿Menta granizada? —Eros soltó una carcajada—¿De verdad?

Me giré hacia el.

-¿Qué? —Dije en un tono frío. - ¿Te molesta en algo?

—No, no - Levantó los dos brazos - No te enojes, es solo una broma.

No contesté, me limité a darle una última mirada antes de girarme hacia la chica.

—¿Eso es todo? —Murmuró la chica, un poco incómoda.

—Así es —Terminé yo.

Nos dieron los helados y salimos hacia las mesas de fuera.

Me senté y me quedé mirando la ciudad.

—¿Te enojaste? —Preguntó colocándose frente a mí.

—No, claro que no.

—¿Entonces? —Me colocó uno de mis  mechones detrás de mi oreja.

—Nada, solo me sacó un poco que te hayas reído.

—Pero solo era una broma, linda.

—Si, lo sé, solo que ..... no sé, olvídalo.

Me tomé el helado en silencio, quizás parezca una estupidez, pero no me ha gustado nada que se haya reído. Se que puede no gustarle, como a muchos, pero a mi me encanta, y pues, no debería burlarse de mis gustos.

—Lo lamento, ¿Vale? —Me acarició la mejilla - Hagamos las paces.

-Vale.

Comencé a lamer mi helado, el me vio y se quedó inmóvil.

—¿Qué? —Pregunté levantando una ceja.

—No tomes el helado así — Dijo casi en un gruñido.

¿Y si te digo que sí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora